EL CORREO 31/05/14
KEPA AULESTIA
· Un PSOE en caída libre ha tardado una semana en encontrar a la persona que apuntaba de antemano a suceder a Rubalcaba: Susana Díaz
Las europeas del domingo merecen pasar a la historia electoral porque ninguno de los partidos que concurrieron a las mismas ganaron –excepto Podemos y ERC–, posiblemente porque solo intentaron no perder. Pero siempre hay una formación que sufre un revés más serio que sus contendientes, de forma que su fracaso contribuye a que la decepción de los demás pase desapercibida. Esta vez le ha tocado al PSOE expiar todos los males de la política partidaria además de los suyos propios. La semana ha dado la impresión de que el resto del arco parlamentario no tiene nada de qué preocuparse. Es injusto que solo el PSOE se vea obligado a rendir cuentas. Pero hay una causa objetiva que los socialistas no pueden sacudirse así como así. La eventualidad de que no hayan tocado todavía suelo electoral en su continuada caída, y el temor a que en los comicios locales y autonómicos del año que viene padezcan la cuarta debacle consecutiva en cuatro años. La mera verosimilitud de tal supuesto limita su capacidad de reacción y condiciona los resultados de ésta.
La desazón que padecen los incondicionales del PSOE no la comparten quienes esta vez rehusaron votarles y mucho menos el resto de la sociedad que a estas alturas contempla lo ocurrido con indiferencia. Es posible que en las generales de noviembre de 2011 la arrolladora victoria de Rajoy llevase a muchos de los que le negaron el voto a Rubalcaba a arrepentirse de su renuencia. Es probable que esta vez nadie al margen del listado de militantes esté viviendo lo ocurrido como una auténtica tragedia. ¿Porque las europeas no se consideran tan importantes? También. Pero sobre todo porque el declive socialista ha pasado a formar parte del paisaje.
De ahí que sorprenda que, a lo largo de la semana, tantos dirigentes socialistas se hayan referido al procedimiento de relevo en la secretaría general y de las primarias como elemento crucial para recuperar el favor del público viejo y nuevo. Porque probablemente la ‘gente’ no está esperando a que el socialismo español se abra ‘a la francesa’, sino a que ofrezca una política, la que sea, asumiendo de antemano los riesgos que entraña someterse al escrutinio electoral. La pretensión de contar con la anuencia ciudadana antes de entrar en riesgos, mediante unas primarias tan abiertas, tan personalistas y, a la vez, tan deslavadas políticamente que garanticen una cierta sensación de éxito antes de someterse a los comicios generales o a cualquiera otros presenta dos fallas imperdonables a estas alturas: es muy poco realista y excesivamente ventajista.
Es muy poco realista porque el momento en que unas primarias abiertas pudieron despertar la ilusión de miles de personas que pagasen un euro para poder elegir al candidato socialista a la presidencia del Gobierno ya pasó. A partir de las europeas del domingo el PSOE correría el riesgo de convertir su particular primera vuelta en la caza del ‘euro votante’ por parte de los eventuales candidatos a la nominación. Es, en cualquier caso, excesivamente ventajista porque buscaría una victoria por adelantado o, en su defecto, un resultado decoroso cuando nadie puede certificar tal cosa y, lo más importante, nadie debe sentirse obligado a garantizarla. El juego es fácil de describir. El dirigente que aspira a la presidencia del Gobierno o, simplemente, a la secretaría general del PSOE transfiere la carga de los riesgos al partido mismo. El partido –es decir, quienes integran sus estructuras orgánicas– no está dispuesto a cargar también con los riesgos que, en puridad, debieran corresponder a cada candidato a las primarias, y reacciona estrechando el margen de posibilidades.
Así es como en el plazo de una semana las zozobras socialistas se han visto restringidas a lo que depare una sola decisión: la que el lunes anuncie Susana Díaz. Si decide extender el plan aplicado en el PSOE de Andalucía –donde las primarias no llegaron a celebrarse porque solo quedó ella como candidata– al conjunto del partido, el partido –es decir, sus estructuras de poder– emitirá un mensaje inequívoco: no va a asumir colectivamente riesgos que no estén dispuestos a correr las opciones alternativas a la actual presidenta de la Junta de Andalucía. No habrá primarias a no ser que Eduardo Madina, Carme Chacón, o quien sea arriesguen y se empeñen en su celebración.
El PSOE no solo precisa un buen candidato que pare la caída electoral y le permita recuperar posiciones, tanto en relación con el PP como respecto a Izquierda Plural y a Podemos. Necesita además de alguien dispuesto a hacerse cargo del partido. Es en esto último en lo que Madina y Chacón no habían conseguido suficientes puntos antes del 25 de mayo, muchos de los cuales han perdido a lo largo de la semana. A no ser que Susana Díaz se desentienda del futuro del PSOE –cosa poco probable– el asunto está liquidado. Neutralizado electoralmente el PSC –cuyos dirigentes llevan ya algún tiempo preparándose para una enésima batalla cainita– y entendiendo que el compromiso de Patxi López por «ayudar» sin «competir» arrastra a la mayoría del PSEEE, nadie desde los tiempos de Felipe González habría contado con tantos apoyos y seguridades para tomar las riendas del PSOE como Susana Díaz.
En otras palabras, el partido asume todos los riesgos solo cuando sus estructuras orgánicas designan al líder. Los órganos de dirección exigen responsabilidad ante una militancia que nunca se hace cargo de las pérdidas electorales. El desenlace probable –Susana Díaz secretaria general y candidata a la presidencia de gobierno– mantiene al PSOE en el territorio de las ‘castas’, con el argumento a favor de que ninguna de las otras personas concernidas –léase Madina o Chacón– puede alegar que es ajena a las mismas. Pero también conviene anotar que ese desenlace probable apunta hacia un PSOE que se desentiende de aquel socialismo que se vea arrastrado por la dinámica soberanista, en Cataluña ya o en su caso en Euskadi.