Jon Juaristi-ABC
El socio preferente de Sánchez ha comenzado a exigirle dividendos
ENTIENDO perfectamente la indignación de Consuelo Ordóñez y de las víctimas del terrorismo en general ante los indicios de una inminente excarcelación en cascada de presos etarras, pero me asombra que les haya pillado por sorpresa este acuerdo estival de Sánchez y Urkullu, apalabrado con el mismo sentido de oportunidad y urgencia que el anuncio de la exhumación de Franco para el 18 de julio. Hay que abordar los asuntos más difíciles –exhumaciones y excarcelaciones– antes de irse de vacaciones, con el convencimiento de que en septiembre la gente volverá de la playa resignada a las fatalidades. Y con la seguridad de que el próximo 17 de este mes no se va a alzar el Ejército de África, por la sencilla razón de que no queda Ejército de África. Sólo concertinas, y no por mucho tiempo.
La explicación más convincente, hasta el momento, de la prisa por excarcelar a los terroristas de ETA ha corrido a cargo de Andoni Ortúzar, presidente del PNV y maestro de la tautología. Se les aplicará todo lo aplicable para sacarlos del talego sencillamente porque ha llegado el momento de hacerlo. La España de Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Quim Torra e Iñigo Urkullu es el paraíso de la tautología. Arderéis como en el 36 porque sois combustibles. Las cosas se hacen porque hay que hacerlas. Hay que sacar a Franco del Valle de los Caídos porque es intolerable que Franco siga un día más en el Valle de los Caídos, y hay que sacar a los etarras de la cárcel porque es infame que los etarras continúen presos bajo un gobierno frentepopulista. Sánchez se ha propuesto pasar por todos estos sotos con premura, como la Pasionaria en febrero de 1936 (¡otra vez!), cuando se presentó en la Modelo, quitó las llaves al director de la cárcel, y fue, celda tras celda, excarcelando a los camaradas presos desde octubre de 1934 por alzarse en armas contra la II República española (mira tú por dónde).
Pero, si no hubiera sido el gobierno de Sánchez, habría acordado las excarcelaciones el gobierno de Rajoy de haber superado la moción de censura. Y lo habría hecho en pago por el apoyo del PNV a los presupuestos generales del Estado, y, más aún, por la abstención del PNV en la votación de la moción de censura. La excarcelación de los etarras estaba cantada ya desde hace bastante tiempo.
En abril del año pasado expliqué desde este rincón dominical de ABC por qué era inevitale. Cualquier partido que gobernase en minoría necesitaría de los votos del PNV para aprobar los presupuestos, y el PNV tenía ya en ese momento, ante la escalada independentista en Cataluña, la necesidad improrrogable de exigir la excarcelación de los etarras para impedir que, ante su pasividad respecto a lo que ya era la reivindicación prioritaria de todo el sector proetarra de la población vasca y navarra (y mientras la propia ETA preparaba la farsa de su autodisolución pública), la izquierda abertzale rompiera la cohesión de la comunidad nacionalista y abriera en el país vasco un segundo frente independentista simultáneamente con los secesionistas catalanes (lo que el PNV quería evitar a toda costa). La desastrosa política del gobierno del PP ante el golpe de Estado, y su lógico agravamiento, obligó al PNV a acercarse –retóricamente– a los independentistas catalanes, esperando así evitar una insurrección similar de la izquierda abertzale. Inesperadamente, la moción de censura lo convirtió en árbitro de la situación. Fuera quien fuera el ganador, Rajoy o Sánchez, le debería su victoria y tendría que pagársela al precio que el PNV le exigiera. Ahora, como diría Ortúzar, ha llegado el momento de pasar la cuenta. Lo siento, querida Consuelo. Así es España.