LA RAZÓN, 16/4/12
Los testimonios revelan la inhumanidad de los pistoleros. «El cuerpo –de uno de los agentes– desapareció, los pies se levantaron de golpe y después no volvieron a moverse»
MADRID- «Le vi coger con una de sus mano la nuca del hombre que estaba recostado. Seguidamente, hizo un gesto de retroceso y dirigió el otro brazo hacia la parte de su cabeza. Escuché una detonación y vi una pequeña nube de humo. La escena fue muy rápida y me sorprendió, pero creo que el hombre cogió a la víctima con su mano izquierda y disparó con su mano derecha». La declaración corresponde al testigo P. B. (cuyo nombre no se facilita por razones de seguridad), que presencio, el 1 de diciembre de 2007, el asesinato de los guardias civiles Raúl Centeno y Fernando Trapero, a la salida de la cafetería Les Ecureils, en la localidad gala de Capbreton. La declaración, según las investigaciones policiales que se han realizado en Francia, que ha conocido LA RAZÓN, deja claro que uno de los etarras no se conformó con disparar a uno de los agentes, sino que lo remató con saña. En cualquier caso, no se dan más detalles por respeto a los familiares de los guardias asesinados.
«Vi por el parabrisas (de su coche) cómo el torso se desplomaba lentamente. Los pies seguían en el suelo. Y después, el cuerpo desapareció y los pies se levantaron de golpe, temblaron un instante y, después, no volvieron a moverse», agregó el testigo en una declaración que, aún pasado el tiempo, causa estremecimiento.
A continuación, los tres etarras, Saioa Sánchez Iturregui, «Hincha», Asier Bengoa y un tercero, que pudo ser Miguel Carrera, «Ata», (aunque Garikoitz Aspiazu, «Txeroki», no es ajeno al doble asesinato), huyeron del lugar en un vehículo robado. «En el momento en que dejé de ver el cuerpo, oí un claxon proveniente del vehículo, que pensé que había sido provocado por la caída del cuerpo. También me fijé en que los faros estaban encendidos. Fue en ese mismo momento cuando me di cuenta de que acababa de presenciar un asesinato», añadió. «En aquel momento –continúa el testigo–, observé un coche que se acercaba a la salida del estacionamiento y que huyó en dirección a Bayona. Pensé que debía de tratarse del vehículo detrás del cual el tirador había aparecido».
En los informes forenses, se indica que, en el caso de Raúl Centeno, fueron dos proyectiles de arma de fuego, en especial el segundo, con el que se le remató, los que le causaron la muerte. Por lo que respecta a Fernando Trapero, recibió un solo disparo que no le produjo el fallecimiento inmediatamente.
Desayuno tras los asesinatos
Una de las empleadas de la cafetería, en la que entraron los tres etarras y, con posterioridad, los dos guardias civiles, explicó a la Policía lo que vio: «Unos diez minutos después de la apertura, entraron tres personas en el local (hablaban en español), alrededor de las nueve menos cuarto de la mañana. Me llamó la atención, ya que, en lugar de ponerse en la parte del bar donde ya se encontraba un cliente en la barra, fueron a sentarse a una mesa alejada. Se trata de un hecho poco frecuente que por la mañana la gente vaya a instalarse en la parte de la sala de autoservicio».
«Después de servirles, volví al bar y vi llegar a dos hombres, que también me hablaron en español. Me llamó la atención. Se sentaron en una de las mesas más próximas a la de los otros españoles», explicó.
Otro testigo, R. L., narró lo ocurrido: «Me encontraba cerca de la caja para pagar cuando oí los disparos. Estoy seguro, eran disparos y de un arma corta. Primero, fueron dos y, después, un tercer disparo. Debieron transcurrir 30 segundos entre los dos primeros disparos y el tercero. En mi opinión, este tercero provenía de la misma arma. La detonación fue idéntica». Coincide, en el intervalo de los tiros, con el primer testigo.
La Policía trató de hacer una reconstrucción de los hechos con los etarras Saioa Sánchez, que, desde el primer momento, se supo que era una de las etarras que había entrado en la cafetería, y Asier Bengoa, cuya presencia en el local, de la que se había dudado en un primer momento, ha quedado acreditada gracias a diversas pruebas, entre ellas la del olor que dejan los cuerpos humanos y que se utiliza por los especialistas en criminología, en los asuntos que se tramitan en Francia. Por ello, los agentes encargados de la investigación acudieron a las cárceles en las que se encontraban ambos terroristas.
Al cine con polémica
El atentado de Capbreton se llevó al cine en la película «Tiro en la cabeza» (2008). La cinta no estuvo exenta de polémica. Su director, Jaime Rosales, contó el asesinato sin apenas diálogo y con teleobjetivo. Ion Arretxe, el protagonista, fue acusado de pertenecer a la banda terrorista en 1985.
LA RAZÓN, 16/4/12