FERNANDO SAVATER-EL PAÍS

  • Los fanáticos separatistas no quieren defender el catalán, tan rozagante, sino dinamitar el castellano para así acabar con toda vinculación cultural y social con el resto de España

El separatismo es la maldición oscurantista y clerical que desde sus orígenes carlistas estorba la democracia en España. Se combate con una educación realmente laica, con constituciones liberales, con partidos no facciosos sino universalistas, etc… Sobre todo desmontando las excusas que por oportunismo cobarde dan los no separatistas a sus tropelías. Por ejemplo Alberto Garzón, ese santuario de toda ignorancia, dice que los padres de Canet al reivindicar el derecho constitucional de su hija a estudiar en la lengua oficial del país (aunque sólo sea en un 25% en lugar de en un 100% como sería preferible) se equivocan porque la lengua española no está amenazada. Es como si le roban a usted el coche y al denunciar el hurto el comisario le aconseja que no exagere porque la circulación rodada no está amenazada. Otros insisten en que pese a la inmersión lingüística (falsa, porque sólo se aplica a los castellanohablantes) sale todo el mundo hablando catalán y español. Mal, pero que más da. Que unos no puedan ejercer el derecho a estudiar en su propia lengua es cosa de menos importancia. Y los empeñados en negar que exista ningún conflicto lingüístico en Cataluña. Tienen razón, la gente normal acepta el bilingüismo sin respingos y cambia cortésmente de lengua cuando ve así a su interlocutor más cómodo. Pero los fanáticos separatistas no quieren defender el catalán, tan rozagante, sino dinamitar el castellano para así acabar con toda vinculación cultural y social con el resto de España. Aviso a sentimentales: en Canet no se hostiga a una niña sino a quienes se prefieren españoles.

Este sábado se manifiestan en Barcelona los supremacistas para defender lo que nadie ataca y atacar lo que nadie, ay, defiende. Con ellos van los sindicatos, por fin útiles para algo…