JON JUARISTI, ABC 27/10/13
· La nación es un producto de la historia, pero también de la rebelión contra el determinismo histórico.
Lo fascinante del libro que probablemente constituya el acontecimiento editorial de la temporada, Historia de la nación y del nacionalismo español (Galaxia Gutenberg) es su carácter sinfónico. Casi medio centenar de especialistas –historiadores, geógrafos, filólogos, musicólogos–, coordinados por los profesores Antonio Morales Moya, Juan Pablo Fusi y Andrés de Blas, abordan a lo largo de 1.500 páginas la formación histórica de la nación española y los distintos discursos sobre España desde la Edad Media hasta nuestros días. La mayor virtud de esta compilación reside en su pluralismo. Prácticamente están representados en él todas las tendencias y enfoques presentes en el ámbito académico durante el último medio siglo. Al contrario que en la mayor parte de las obras de autoría colectiva, no se ha buscado una homogeneidad ideológica, de modo que el lector se ve obligado a asentir y discrepar, a oscilar entre la aprobación y la indignación, según sus gustos y convicciones. Porque esto es lo que hay más allá del acuerdo básico sobre la existencia de una nación común: diferencias de intereses en los ciudadanos y divergencias en las interpretaciones y valoraciones de los hechos a través de los cuales se ha ido construyendo aquélla.
Como afirman sus autores, este libro es el resultado de una investigación múltiple que comenzó antes de que el nacionalismo catalán plantease su actual desafío independentista, pero es innegable que responde a una crisis de la idea de la nación española que arranca de muy atrás, y que a lo largo del pasado siglo se manifestó en sucesivas controversias: las que Ortega mantuvo con los nacionalismos populistas del fin de siglo, la de Menéndez Pidal con Bosch Gimpera, la de Américo Castro con Claudio Sánchez-Albornoz, etcétera. Aunque acaso sus raíces lejanas se hallen en el XIX, y en la primera polémica interna de la generación de 1898, la que mantuvieron en el verano de ese año Unamuno y Ganivet.
La nación como comunidad política es un producto de la historia, pero también de una rebelión contra los determinismos históricos. Menéndez Pidal advirtió, con áspera lucidez, que no hay nación sin tradición, pero tampoco sin insurgencia contra la tradición. Lo que hay que procurar es que ambas, tradición y revolución, sean razonables, algo verdaderamente difícil cuando el sentimiento de españolidad solamente parece aflorar, como se indica en este libro, «en momentos aparentemente banales» (aunque la banalidad, al contrario de lo que pensaba Unamuno, sea preferible en todo caso a la guerra civil). El mayor problema que arrastra esta vieja nación que llamamos España desde su origen mismo en la Edad Media es su incapacidad para integrar las diferencias, su resistencia al reconocimiento del Otro como conciudadano. Es cierto que, en determinados momentos de su historia, los españoles han mostrado una voluntad mayoritaria de entenderse, pero pasa el tiempo y aparecen nuevas generaciones que no conocieron a Moisés. Por eso, a mi juicio, es importante esta Historia
de la nación y del nacionalismo español (quizás el título habría debido precisar que se trata de la nación española): porque ofrece una exégesis plural y pluralista del hecho nacional y del nacionalismo realizada por gentes que tienen en común su pertenencia a una de las contadas generaciones españolas que creyó que la nación debe perpetuarse sobre el diálogo entre las alteridades y no sobre la exclusión de los discrepantes. En una época de devaluación del saber histórico, constituye una excelente contribución desde los medios académicos al conocimiento de nuestros demonios familiares.
JON JUARISTI, ABC 27/10/13