LUIS HARANBURU ALTUNA-El Diario Vasco

  • La izquierda ha mutado para convertirse en una ensoñación romántica del progreso como nueva religión civil

El filósofo y sociólogo Félix Ovejero ha declarado en una entrevista (ABC) que «la izquierda ha desaparecido en España». Es una frase redonda, expeditiva y, acaso, provocativa, pero Félix Ovejero es un brillante pensador que no suele arriesgar afirmaciones demagógicas y rehúye de los excesos retóricos, es por ello que su afirmación induce a buscar las razones que subyacen en su aserto que niega la existencia de una izquierda política en España. Sorprenden las palabras de F. Ovejero por cuanto que constatamos en España la presencia de diversas formaciones políticas que se autoproclaman como de izquierda. El PSOE, Podemos, IU, ERC y EHBildu se consideran a sí mismas como fuerzas que configuran el espacio político de la izquierda e incluso predican ser de izquierdas en sus siglas. Ante esta evidencia del nomenclátor político español ¿cómo puede F. Ovejero afirmar la inexistencia de una izquierda en España? En la entrevista que comentamos Ovejero añadía a continuación de su dictamen, la constatación de la desnaturalización de la izquierda española, al sustentar políticas que se hallan en contradicción con el paradigma histórico de la izquierda política europea. Según Felix Ovejero, las autoproclamadas formaciones de la izquierda española han mutado al suscribir los relatos y los marcos ideológicos del populismo y del nacionalismo secesionista que forman parte de la actual mayoría gubernamental.

Pertenecen al siglo XIX las grandes ideologías que han configurado el horizonte político de la modernidad. El liberalismo, el socialismo y el romanticismo constituyen las tres grandes familias ideológicas que han inspirado la historia política de occidente. El liberalismo tanto en su vertiente política como económica constituye el paradigma triunfador frente a los fracasos cosechados por las ideologías inspiradas por el socialismo y el romanticismo. Se ha solido reducir al socialismo y al liberalismo la lucha ideológica de la modernidad, olvidando el tercer marco de pensamiento que constituye el romanticismo. Isaiah Berlin, sin embargo, reparó en la importancia del romanticismo en el devenir de la historia de la política europea. El romanticismo se halla en origen de no pocas hibridaciones políticas y culturales de la modernidad y no es posible entender sin su concurso el fenómeno actual del populismo y de las derivas identitarias que han contaminado a las autoproclamadas formaciones de izquierda. El nacional-socialismo alemán, por ejemplo, fue una hibridación tóxica del socialismo y del romanticismo. El fascismo italiano es otra muestra notoria de esta hibridación.

Son dos las principales aportaciones del romanticismo a las actuales políticas de signo progresista, la primera de ellas es el triunfo de la sentimentalidad frente a la razón y la segunda es el auge de lo identitario, siendo los nacionalismos el principal paradigma de lo identitario. Nada se entiende de las políticas llamadas progresistas si no tenemos en consideración la primacía del sentimiento y de la voluntad frente a la razón. El decisionismo político que reivindica la voluntad de poder y el sentimiento sobre la ley, es la plasmación de dicha primacía.

La izquierda ha desaparecido al amortizarse la razón y la igualdad que la habían guiado

La actual mayoría política amalgamada en torno a la figura de Pedro Sánchez, está lejos de encarnar los valores culturales y políticos del paradigma histórico de la izquierda, al haber hecho suyos los postulados del nacionalismo secesionista, el feminismo ‘queer’, la ecología como marco de pensamiento trascendente, el adanismo como paradigma temporal y el sectarismo político como pathos de conducta. Según palabras de Pedro Sánchez en el próximo congreso del partido socialista se pretende que el PSOE se convierta en una formación ‘feminista y ecologista’: toda una proclamación de intenciones. Tiene razón Ovejero cuando afirma la inexistencia de la izquierda en España ya que ésta ha mutado para convertirse en una ensoñación romántica del progreso como nueva religión civil. Una religión que contraviene al pretendido laicismo de las antiguas formaciones de izquierda. El triunfo del sentimiento frente a la razón y el personalismo cesarista de su dirigencia constituyen el basamento de esta nueva iglesia que nos considera creyentes o descreídos antes que ciudadanos. La izquierda ha desaparecido al amortizarse la razón, la igualdad, la libertad y el esfuerzo que siempre figuraron en el blasón de la izquierda política. Todo fluye y todo se mueve (a peor) en esta deriva reaccionaria de la izquierda. Existió en España una izquierda racional y razonable capaz de articular un proyecto de país donde la libertad, la igualdad y la fraternidad eran los valores de referencia, pero en esta España donde priva el estado de mendacidad y la voluntad del poder despótico, el identitarismo ha sustituido a la igualdad, la voluntad de poder ha erosionado a la fraternidad y la emoción y el sentimiento suplen a la razón. Esta extraña izquierda es la que pretende estabular al rebaño, en que nos hemos convertido, mediante una ley de seguridad que otorga plenos poderes al cesar que ya nos gobierna.