Alejandro Requeijo-El Confidencial
ENTREVISTA A FLORENCIO DOMÍNGUEZ
  • El director del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo sostiene que al principio «la sociedad era timorata con el terrorismo y una parte del periodismo no era muy combativo»

Florencio Domínguez (Caparroso, 1956) es el periodista que más y mejor documentó la actividad terrorista de ETA. Fernando Aramburu, autor de la afamada novela ‘Patria’, le dejó leer su obra antes que a nadie. Sus informaciones en la agencia Vasco Press eran de obligada lectura entre compañeros de la competencia y no pocas veces también entre los propios investigadores de las fuerzas de seguridad. Llegó adonde nadie llegaba para sacar a la luz las interioridades de una organización criminal que mató a más de 800 personas a lo largo de casi cinco décadas. Él lo atribuye a que la banda era “muy burocrática” y a que lo guardaba todo. Exclusivas, documentos internos de la organización, cartas de los terroristas… Su trayectoria está jalonada de éxitos periodísticos y una decena de libros.

El prestigio ganado le valió a Florencio Domínguez su nombramiento para dirigir el Centro Memorial para las Víctimas del Terrorismo con sede en Vitoria, un punto de referencia en la llamada batalla por el relato. También es fuente de información para escritores y cineastas que acuden a su archivo en el marco del auge creativo en torno a ETA de los últimos años. El periodista es una fuente autorizada para analizar los 10 años desde el cese definitivo de la violencia.

PREGUNTA. ¿Aprecia alguna novedad en las palabras de Otegi? ¿Cree que puede provocar alguna consecuencia en el futuro?

RESPUESTA. No es ningún avance que 10 años después del cese del terrorismo de ETA, Sortu solo sea capaz de repetir lo que la propia banda escribió en 2018. La izquierda ‘abertzale’ se ha mostrado hasta ahora incapaz de asumir el suelo ético que el Parlamento vasco aprobó en 2013 y que parte de la afirmación de que no hubo justificación para el terrorismo de ETA.

«El rechazo social al terrorismo no sirvió para que ETA parara»

P. ¿Imaginó un final de la violencia como el que se dio hace 10 años?

R. ETA terminó su actividad hace 10 años, pero ya arrastraba otra década de debilidad y en algún momento tenía que producirse ese final, aunque yo creo que nadie sabía cuándo se iba a producir. Fue un mito que se creyó la propia ETA lo de que no podía ser derrotada policialmente. La operación de Bidart [en 1992] fue un aviso de que eso sí podía ser y el tiempo demostró que, en efecto, la derrotó el Estado de derecho.

P. ¿Tuvo en algún momento dudas de que realmente fuese definitivo?

R. Cabía la duda por la experiencia de la propia ETA y de otras organizaciones terroristas de que al final los que abandonaban fueran una parte y otra parte continuara con las armas. En ETA, hubo un grupo que no quería dejar el terrorismo, pero por suerte ese grupo no tuvo ningún liderazgo y no se produjo lo que había ocurrido en Irlanda del Norte con el IRA, por ejemplo.

P. ¿Se refiere a IBIL o a marcas posteriores como Amnistia Ta Askatasuna (ATA)?

R. Son secuelas el segundo del primero. El caso es que no solo fue ese grupo que se identificó con la siglas de IBIL, también había importantes exdirigentes de ETA que no veían el abandono de las armas, pero que se resignaron y no plantaron batalla. Más que el rechazo de un grupo notable de antiguos miembros de ETA como el que había en torno a IBIL y otras siglas afines, lo relevante era que personas significativas de ETA se hubieran puesto de forma clara en contra del abandono de las armas. Eso podría haber sido un problema, pero no ocurrió, a pesar de que existiera desacuerdo en algunos antiguos líderes.

P. ¿Como por ejemplo?

R. Por ejemplo, Txapote [Javier García Gaztelu, asesino de Miguel Ángel Blanco] no estaba por la labor.

P. ¿Y cuál cree que ha sido la clave para que no pasase lo de Irlanda del Norte?

R. Quizá percibieron por un lado su propia impotencia, que ya se arrastraba desde hacía muchos años, y por otro lado que por primera vez se había planteado un conflicto de intereses entre ETA y su brazo político, efecto de la ilegalización. A partir de 2009, cuando se confirma por Estrasburgo la ilegalización de HB y de Batasuna, ya hay intereses en conflicto. Batasuna, para volver a la legalidad, necesita que ETA se detenga y ya dejan de estar coordinados como habían estado durante décadas.

P. Ha citado Bidart. ¿Tiene en la cabeza alguna operación que considere la definitiva?

R. No. La derrota de ETA es una suma de operaciones. Hay unas que son más brillantes o espectaculares que otras. La lucha antiterrorista es una suma de los diferentes gobiernos, de los cuerpos policiales, el resultado feliz es el resultado de una suma. Pero hay alguna como la captura de Susper [Ibón Fernández de Iradi, detenido en 2002 con abundante documentación] que permite identificar a lo que iba a ser la ETA del mañana. La de Bidart, porque tiene un impacto operativo importante, pero sobre todo psicológico, demoledor para ETA. Tumba una de sus bases emocionales, que era la creencia de que no podían ser derrotados.

P. ¿El final habría sido diferente de no haber sido por la operación en Bermillo de Sayago, Zamora, que permitió conocer una base logística de ETA en Portugal?

R. Quizá no diferente, pero no tan próximo, porque esa operación lo que provoca es que en febrero de 2010 ETA decrete lo que llama un parón técnico. Sin la actuación de la pareja de la Guardia Civil en Bermillo de Sayago, ETA podría haber desarrollado los planes que tenía para llevar a cabo dos atentados en Madrid el 14 de febrero, o sea, cinco días después de lo de Bermillo. Eso fue la gota que colmó el vaso. Lo llamaron parón técnico y estaba previsto para volcarse en su seguridad, reorganizarse y seguir adelante, pero ETA ya no tuvo capacidad para seguir.

P. Cuando los guardias civiles abrieron la parte de atrás de la furgoneta para chequear la carga, uno de los etarras aprovechó para darle una patada y meterle dentro. Así es como lograron escapar inicialmente con el coche policial.

R. Sí. Uno de los guardias se sube a la zona de carga de la furgoneta y, claro, se le ponen los ojos… Y le dice al otro: “Oye, mira lo que hay aquí”. El compañero se acerca para ver qué hay y entonces el etarra le pega un empujón al segundo guardia —el primero estaba dentro de la furgona— que le mete dentro y le roban el coche patrulla.

P. No era un control antiterrorista, sino para prevenir robos en el ámbito rural. Al parecer, sus superiores estaban indignados por el robo del coche, les querían expedientar y fue Rubalcaba el que dijo que de eso nada, que les dieran una medalla.

R. En efecto, así fue. Y pidió que se los trajeran, que los quería conocer. Era un 9 de enero, había un temporal de nieve en toda España, un sábado por la noche, y les preguntó Rubalcaba por qué estaban haciendo un control en ese momento con ese frío. Y le contestaron: “Es que nos lo habían ordenado”.

«Fue un mito que se creyó la propia ETA lo de que no podía ser derrotada policialmente»

P. ¿Qué porcentaje del fin de ETA otorga al trabajo policial?

R. Fue la clave de la derrota de ETA. A veces nos queremos hacer trampas pensando que fue la respuesta social, el rechazo social al terrorismo, y no. Lo ha habido en muchas épocas, como cuando Miguel Ángel Blanco, y no sirvió para que ETA parara. Paró porque la maquinaria policial y la actividad judicial la acorralaron y la dejaron sin margen de actuación.

P. ¿Sigue leyendo todo lo que se publica?

R. No con la dedicación de antaño. La disponibilidad de tiempo no permite leer todo como antes.

P. En su libro ‘Vidas rotas’, cifra en 858 el número de víctimas mortales, pero no hay consenso. ¿A qué se debe esta disparidad?

R. A algunos casos confusos. Con ETA, hay algunos casos que no se han podido aclarar. Hay confusiones a veces. Quizá la referencia sea adaptarse a la del Ministerio del Interior, que recoge los casos que ha reconocido administrativamente, a los que ha concedido ayudas. Son 853, a los que habría que sumar el policía francés [Jean Serge Nerín] de 2010: 854.

P. ¿La convivencia en el País Vasco y Navarra es real? Ediles del PP han sufrido agresiones. ¿Cree que esto irá a más?

R. Bueno, la convivencia es infinitamente mejor que hace 10 años. Los cargos públicos que antes estaban amenazados pueden trabajar tranquilamente sin necesidad de protección, aunque de vez en cuando aparezcan episodios violentos, porque sigue existiendo un sector en la sociedad vasca que sigue creyendo en la violencia. Aunque no exista una ETA que cometa atentados, de vez en cuando hay episodios de brotes de violencia callejera, de ataques relacionados con alguna huelga de hambre presidiaria o algún aniversario de algo, y aparecen también estos episodios de agresiones a cargos o militantes del PP y algún chaval de la universidad. Es importante que en la sociedad vasca no quede ninguna justificación retrospectiva del terrorismo si no queremos que estos sectores que hoy se conforman con ataques menores algún día den un paso más hacia una violencia más dura.

Carrera periodística

P. Usted empezó en un periódico de Tenerife.

R. Sí. Estuve allí cuatro años en una reencarnación anterior [bromea].

P. Y de ahí a la agencia Vasco Press y ser una referencia. ¿Cómo fue ese cambio?

R. Yo llevaba cuatro años en Santa Cruz de Tenerife, era redactor jefe en un periódico, pero me apetecía volver. Y entonces me llamó un compañero y amigo de clase que trabajaba en Vasco Press, me dijo que tenían una plaza y me preguntó si me interesaba. Y dije que sí.

P. ¿Qué hacía en Tenerife?

R. De todo. Desde información de las plataneras a lo que surgiera. Tenía un amigo que trabajaba allí. Había sido un periódico deportivo que se convirtió en generalista en 1980. Se llamaba ‘La Jornada’.

P. ¿Qué es para usted el periodismo?

R. Es una profesión que requiere una vocación importante, porque si no es difícil aguantar muchos años. Está mal pagado, el reconocimiento social no está a la altura de la función pública que tienen los periodistas y a veces tú mismo te cabreas con otros colegas porque crees que están haciendo una actuación poco responsable.

P. ¿Recuerda su primera información sobre la banda?

R. Sí. Yo vi los cuerpos de dos asesinados en Navarra. Cuando salí al mundo profesional desde la universidad, fue justo cuando ETA empezaba sus años de plomo, cuando intensificaba su actividad terrorista contra la democracia. Fue una cuestión generacional y me pilló de cerca. Cuando era estudiante, fui testigo presencial del primer asesinato terrorista en Navarra, que fue en el Montejurra de 1976. Hice fotos del señor que disparaba. Había ido con una cámara de fotos un poco por casualidad.

P. ¿Por casualidad?

R. Sí, había ido con unos compañeros a hacer unas fotos de la peregrinación carlista y nos vimos en mitad del lío.

P. ¿Cómo ha sido el periodismo en España en relación al terrorismo?

R. Evolucionó un poco en paralelo con la propia sociedad. Hubo una época en que la sociedad era timorata con el terrorismo y alguna parte del periodismo no era muy combativa con el terrorismo. Pero luego se produjo un fenómeno de retroalimentación: el periodismo fue haciéndose más beligerante con ETA y a la vez la sociedad también iba haciéndose más combativa, movilizándose frente a ETA, y avaló el periodismo que tenía ese comportamiento. Y por eso muchos periodistas y medios acabaron convertidos en objetivos de la propia ETA.

“A mí la única espina que se me ha quedado es alguna vez que me han intentado engañar”

P. ¿Y el periodismo que se hace ahora, también en el ámbito del yihadismo?

R. Hemos aprendido mucho de esa experiencia, igual que los policías que habían investigado a ETA lo pudieron luego aplicar con eficacia al terrorismo yihadista. Una de las cosas que hemos aprendido fue la importancia de la víctima, algo que durante muchos años no figuró en la agenda del periodista.

P. ¿Se le quedó alguna noticia pendiente de publicar?, ¿algún dato o documento que nunca llegó?

R. No. A mí la única espina que se me ha quedado es alguna vez que me han intentado engañar. Eso sí me ha fastidiado.

P. ¿Intentaron, pero no lo lograron?

R. Sí. [Evita ofrecer más detalles].

P. ¿Cómo debe ser el trato con la fuente en este caso?

R. Yo no sé dar lecciones. Lo único que hice fue ir recopilando documentación de forma sistemática. Te permitía tener perspectiva. Un dato nuevo que salía te permitía relacionarlo, buscar una caja y allá encontrabas aquello que habías guardado y te permitía interpretarlo mejor. Tener elementos para contextualizarlo, documentarlo.

P. ¿Mereció la pena volver de Tenerife?

R. Estaba muy a gusto, pero era una vida muy tranquila. Me apetecía algo más intenso. Era joven entonces.

Obra literaria

P. Tiene una decena de libros publicados sobre la banda. En ‘Dentro de ETA’, usted reflejó el día a día de los comandos terroristas con un nivel de detalle inédito hasta ese momento.

R. ETA, por suerte para algunas cosas, era una gran burocracia que escribía mucho. Era normal, porque en la clandestinidad en que operaba no valían los sistemas de comunicación de llamar por teléfono y quedar. Tenía que recurrir a escribir papeles y papeles. Esa acumulación te permitía conocer tanto la estructura de la organización como los individuos, que también escribían mucho. Estaban encerrados y escribían a las novias, a los amigos. Y entonces eso te facilita mucha información. La grafomanía de ETA es una buena ayuda.

P. Aquel libro lo publicó en 2002. Si tuviese que publicar hoy un libro sobre lo que queda de ETA, ¿qué reflejaría?

R. La idea era un poco desmitificar a ETA. Tenía la imagen pública de una organización eficiente y su historia de atentados avalaba eso. Pero también era otra cosa, a veces chapucera, que le salían algunas cosas de milagro, que por cada una de las cosas que le salían había otras muchas en que fracasaba. La idea era cuestionar un poco la imagen de ETA como organización poderosa y eficaz que habíamos tenido hasta entonces. Y hacer eso de los grupos terroristas con fundamento y sin inventarse las cosas creo que es una tarea que se debe hacer.

P. Alguna víctima me ha confesado que prefiere pensar que a su ser querido le mató una banda de despiadados y no una banda de torpes.

R. No es incompatible una cosa con la otra.

P. En su libro ‘ Josu Ternera, una vida en ETA ’, deja ver que, en todos los debates internos, Urrutikoetxea siempre se posicionó con el ala más dura. ¿Cree que eso cambia a partir de la negociación de 2006 o se ha construido un mito buenista en torno a su figura?

R. Él había pasado ya por una experiencia de haber salido de la clandestinidad. Cuando queda en libertad, es extraditado a España, cumple prisión preventiva, sale en libertad, va al Parlamento. Él ahí ve lo que es la vida sin la clandestinidad e incluso participar en la política. Posiblemente eso influyó, pero no es que se convirtiera en un personaje arrepentido, probablemente tomó conciencia de que ETA no podía sostener su actividad mucho más tiempo. Sin más.

P. ¿Entrevistaría a Josu Ternera si tuviera ocasión como periodista?

R. Probablemente no.

P. ¿Por qué?

R. Uno acumula experiencias vitales amargas suficientes para no tener interés en un cara a cara de ese tipo, a pesar de ser periodista.

P. ¿Por haber estado bajo la amenaza de ETA?

R. No, eso es lo de menos. Otras.

P. Se lo preguntaba por el debate que muchas veces se produce sobre si los periodistas debemos o no entrevistar a terroristas. Suelo usar de ejemplo la que le hizo la periodista Ángeles Escrivá al etarra conocido como ‘el carnicero de Mondragón’.

R. Sí. Esa fue muy buena.

P. En el mismo libro sobre Josu Ternera, cita un informe de 125 folios aportado por la Guardia Civil para probar la participación del dirigente etarra en el atentado contra la casa cuartel de Zaragoza. ¿Cree que hay base para condenarle por estos hechos?

R. Los informes policiales tratan de aportar indicios a los jueces y luego la valoración les corresponde a los jueces. No sé cómo acabará. En su día, provocó la huida de Ternera y que volviera a la clandestinidad, aunque no volvió a integrarse en la dirección de ETA, en contra de lo que hemos pensado durante mucho tiempo. Era una persona relevante y simbólica, pero en los años posteriores no estaba en el día a día de la dirección.

P. Usted en sus obras ha documentado las relaciones de ETA con otras organizaciones internacionales, incluidos los servicios secretos cubanos o grupos palestinos.

R. Fue con Gadafi. Ofreció ayuda a ETA a cambio de que le hiciera el trabajo sucio por Europa, y en eso ETA no quiso entrar. Fue Ternera el que renunció a la ayuda que les pudiera dar Gadafi. Encontraría más desventajas que ventajas.

La batalla del relato

P. ¿Qué opinión le merece el término ‘la batalla del relato’?

R. Lo empleamos por comodidad, aunque a veces no sea el más apropiado. Lo relevante es lo que quiere expresar: hacer un esfuerzo para que en la sociedad no quede ninguna justificación del terrorismo de ETA. Sobre todo pensando en los jóvenes, que no conocen la historia reciente porque no la han vivido. Primero, contar el sufrimiento que ETA ha provocado, y segundo, deslegitimarlo como actividad vulneradora de derechos humanos.Las hijas de Jáuregui y Buesa debaten sobre el fin de ETA con uno de sus miembros

P. Me cuesta ver a gente joven acudiendo al Centro Memorial de las víctimas del terrorismo. No sé si se están realizando acuerdos con colegios o institutos para organizar visitas.

R. Sí, estamos trabajando en eso. Es uno de los objetivos centrales. Inauguramos justo cuando terminaba el curso. Antes del verano, nos llegaron algunos grupos de colegios. Ahora, al reanudar, hemos empezado a tener visitas de colegios y hasta hemos hecho un acuerdo con el área de Educación del Ayuntamiento de Vitoria para llegar a los colegios, nos hemos hemos puesto en contacto con los colegios para informarles y que incluyan la visita si lo consideran oportuno.

P. ¿Cómo es la reacción de los jóvenes?

R. Normalmente, tienen desconocimiento. Eso no es malo, eso significa que afortunadamente no lo han vivido y se puede corregir. En el Centro Memorial, hay algunos elementos expositivos que tienen impacto emocional y a los chavales les llega. Les predispone a tomar interés por lo que hay.

«Ahora hay un interés intenso de la sociedad hacia productos cinematográficos sobre ETA»

P. ¿Como por ejemplo el zulo de Ortega Lara?

R. El zulo o algunos audiovisuales que hay a la entrada y a la salida, algunos elementos como el monopatín de Ignacio Echeverría, que es un objeto cercano a los chavales.

P. ¿Cuál es el valor añadido del Centro Memorial dentro de la explosión creativa en torno a la temática de ETA?

R. Es importante esa explosión. Películas sobre ETA hay desde hace muchos años, creo que ahora se cumplen 40 años de la primera o una de ellas, ‘La fuga de Segovia’, pero lo que no había habido era un interés tan intenso de la sociedad hacia esos productos cinematográficos, y ahora sí lo hay. Esos productos también están haciendo una contribución al conocimiento y la deslegitimación de ETA.

P. ¿Y qué papel juega el centro ahí?

R. A veces nos consultan para determinados datos históricos. Una productora está preparando un documental sobre el asesinato de Begoña Urroz [una bebé muerta en 1960 en San Sebastián] a partir de un informe que hicimos nosotros. En La Sexta se hizo un documental sobre los años de plomo a raíz de un libro nuestro. Hay interacción con las entidades que trabajan en ese ámbito audiovisual y nosotros ponemos sobre la mesa nuestros trabajos con la esperanza de que les puedan servir.

«Patria’ es una obra muy potente y conectó enseguida con esa sociedad que quería saber y abrió la puerta a todo lo que vino después»

P. ¿Es más eficaz invertir en producciones cinematográficas que en leyes de memoria?

R. No es una idea descabellada, lo que pasa es que depende de cómo sean, porque también en el caso del terrorismo se pueden hacer, y de hecho se están haciendo, documentales que son favorables a ETA o que presentan a los miembros de ETA como unos señores que han sufrido mucho. No salen en las televisiones, pero se difunden en determinados circuitos.

P. ¿Qué obra le ha gustado especialmente de las que se han publicado últimamente?

R. Tuve la suerte de leer ‘Patria’ antes de que se enviara a la editorial. Ha sido un referente, es una obra muy potente y conectó enseguida con esa sociedad que quería saber y abrió la puerta a todo lo que vino después, aunque hubiese productos que ya se estaban produciendo.