EL MUNDO 17/06/14
ARCADI ESPADA
El tajante caso de la escritora Rowling. Ha dado más de un millón de libras a la causa del no escocés. Aunque la economía de Mrs. Rowling parece saneada es un acto de generosidad muy concreto. Se proyecta además sobre el no. Financiar el no, en cualquier orden de la vida, es mucho más difícil y arriesgado de lo que parece. No se trata de dar dinero para cualquiera de estas causas indiscutibles, sin enemigos, como la educación de las niñas camboyanas. O incluso para otra cualquiera de las implicaciones filantrópicas de Mrs. Rowling contra la enfermedad, la pobreza y la desigualdad. (Cuando Maddie, por cierto, quiso poner un punto de libro con la cara de la niña en cada uno de los Harry Potters; pero se lo quitaron de la cabeza con la angelical idea de que eso traumatizaría a los niños). Ahora, como digo, Mrs. Rowling va a dar dinero contra alguien. Y va a darlo, además, contra uno de esos, pobrecitos, que como los escoceses o los catalanes sólo ansía la libertad. No es extraño que para los nacionalistas escoceses la admirable señora, que ha argumentado su dinero sin superficialidad ni sectarismo, se haya convertido en su Voldemort.
Se verá que la actitud de Mrs. Rowling contrasta vivamente con la de sus posibles homólogos españoles. No estoy pensando en los escritores, claro está. Estoy pensando en los poderosos, tout court: no creo que en España haya demasiados escritores, no ya con un millón de libras para darlos: ni siquiera para tenerlos. Yo estoy seguro de que el gran soldado y patriota Arturo Pérez Reverte ¡ya los habría dado de tenerlos! Pero entre los ricos, ricos… Aún es hora de que en el top de los 10 amancios, de los 50 florentinos, de los 100 bañuelos se haya levantado un lubricado happy few y haya hecho con su dinero y su ciudadanía algo remotamente parecido a lo que ese Grande de España Godó ha hecho con sus propiedades y con el separatismo catalán. Existe la creencia de que el Gobierno Rajoy no actúa y que esa inacción es la madre de todas las inacciones sucesivas. No discutamos ahora si la acusación tiene sentido político y civil. Lo pintoresco es que muchos de quienes lo creen sigan el pasivo ejemplo presidencial. Aunque, claro está, sin la atendible coartada de la estrategia política. Sólo con la certeza del laxo sentido de la cosa pública que ha caracterizado tantas veces en la historia la actitud de las extrañadas élites españolas.