- El éxito de la selección nacional de fútbol ha permitido al separatismo mostrarse una vez más como lo que es: racista
Hace décadas que a quien se siente español y catalán y no comulga con las quimeras esteladas se le ha pretendido estigmatizar por cualquier método: de franquistas a nazis pasando por botiflers o violentos. Dentro de este ramillete de flores nauseabundas hay un término que últimamente se emplea como remoquete constante: colonos. Se supone que Cataluña era poco menos que la aldea de Astérix, aislada del resto de España y mantenedora de las esencias catalanas puras, libres de foráneos contagios. Pero desde ese 1714 inventado, la pérfida españolidad se impuso por la fuerza de las armas, el garrote y los traidores, rompiendo la castidad heredada de Wifredo el piloso. Para más recochineo, llegó Franco y envió trenes y más trenes a esta tierra con tal de contaminar genética y culturalmente al siempre sano y ario pueblo catalán, que se vio obligado a mezclarse con razas inferiores.
Con ese bagaje no debería extrañar a nadie mínimamente leído que monstruos con cuenta en Twitter o balcón mediático digan, a propósito del partido en Cornellá, que dicha ciudad no puede considerarse propiamente Cataluña como tampoco los socios del Español o los habitantes de dicho municipio. Siguiendo con el rosario de barbaridades, hemos leído que sentirse español en mi tierra es propio de personas sin estudios, que ciudades como Cornellá son guetos creados para fomentar el sentimiento español, que se llenó el campo de la misma manera que se llenaría con un Ecuador contra Marruecos, que el estadio es Can Garrulu – basto, vulgar, ordinario -, que ahí vive toda la “mierda españolista de Cataluña”, que dicha ciudad es una basura, en fin, incluso hay quien ha escrito que “Toda la colonia española asistió al encuentro”.
Estoy seguro de que nada de esto les sonará a novedad, pero no por ello deja de indignarme y de producirme, a la vez, un sentimiento de tristeza profunda. Usted, que me lee desde cualquier punto del mundo, no sabe lo que es sentirse un extraño en la tierra que te vio nacer, en la que están enterrados tus seres queridos, en la que has vivido desde siempre, has formado una familia, has reído, llorado y amado. Desconoce, a Dios gracias, lo que representa soportar a diario el hedor a rancio, a fascismo, a señorito de pueblo, que desprenden los racistas de la estelada. Y no puede imaginase lo que es, además, vivir bajo la férula de esas mismas gentes que a lo largo de décadas han erigido sobre su propia hez un monumento a la discriminación social, política y cultural.
Desconoce, a Dios gracias, lo que representa soportar a diario el hedor a rancio, a fascismo, a señorito de pueblo, que desprenden los racistas de la estelada
Ahora resulta que somos colonos, ya ven, como si quisiéramos apoderarnos de un territorio que es nuestro en tanto que formamos parte de este. Es la vieja cantinela siniestra. Hay que apartar de la comunidad al judío y así, no considerándolo como parte de los nuestros, podremos dictar las leyes oportunas para erradicarlo de una vez y para siempre. Cornellá es un gueto y, por tanto, no merece la menor importancia. España es potencia opresora e invasora, los españoles un cuerpo extraño al que se debe extirpar y todo lo que no digan TV3 o los medios del régimen es intoxicación y embuste.