IGNACIO CAMACHO-ABC
- La periferia del PSOE parece a simple vista un sitio más digno que el círculo de intereses y caprichos del separatismo
Dice García Page que el PSOE está en el extrarradio de la Constitución. Y Óscar Puente, el Luca Brasi de Sánchez, le ha contestado que él lleva tiempo en el extrarradio del partido. Ambos llevan razón aunque, puestos a escoger, la periferia del sanchismo parece a simple vista un sitio más digno. Para rebajar la presión que el Gobierno le ha echado encima, el barón manchego ha aclarado que sus adversarios son los separatistas, sin darse cuenta –o dándose tal vez– de que estando por medio la amnistía eso viene a ser como apagar un fuego con gasolina. Porque todos los reproches de Page tienen la raíz en la unidad de destino que los socialistas han establecido con el separatismo, atándose a Puigdemont con una sumisión entreguista a sus exigencias, chantajes y caprichos. Desde la impunidad completa, actos de terrorismo incluido, hasta una financiación a la carta y quizá un referendo consultivo. Cosas todas que en sitios como Castilla-La Mancha gustan igual que una tormenta de granizo.
Sucede además que el pequeño ‘virrey’ toledano es el único candidato socialista que resistió el turbión electoral de la pasada primavera imponiéndose por mayoría absoluta a las derechas. Ese detalle le rodea de cierta autoridad para expresar sus divergencias y resistirse a la deriva impuesta en el PSOE por sus aliados antisistema. Lo paradójico del caso es que su mayoría absoluta se vuelve minoría categórica en la correlación interna de fuerzas, dominada por Sánchez con hegemonía completa. Pero las circunstancias políticas dan muchas vueltas y esa inferioridad numérica puede invertirse el día en que al líder le abandone la buena estrella y los afiliados busquen la manera de salvar algunos muebles de la quema. En ese sentido, nadie ignora el carácter de contrapoder que encarna la autonomía manchega, quizá objetivamente menos sólido de lo que el exiguo sector crítico y el mismo interesado quisieran.
De cualquier modo, no hay en este momento otro territorio donde las siglas mantengan un proyecto autónomo. En todos los demás, y por supuesto a escala nacional, el socialismo depende de unos socios que cada vez le cobran por su apoyo un precio más gravoso. Ahí existe un capital político obvio para un dirigente dispuesto a aceptar el papel incómodo de oposición en su propio entorno. El electorado conservador reprocha a Page que no sea consecuente con su discrepancia ordenando a los diputados de su cuerda romper la disciplina parlamentaria, movimiento suicida que provocaría su «extradición» (sic) inmediata. Esperar un desmarque de esa clase significa ignorar las claves de la vida partidaria, donde la lealtad es una cláusula esencial para merecer confianza. Ya ha ido bastante lejos urdiendo con los presidentes del PP un frente de reclamos financieros. El extrarradio puede ser un lugar estratégico siempre que sepa distinguir la diferencia entre fuera y dentro.