Hace una semana hablábamos sobre la violencia política y el radar de los analistas influyentes. El gran riesgo para la seguridad mundial no proviene del yihadismo ni de la extrema izquierda, insisten los expertos. El gran riesgo son los posibles atentados de la extrema derecha. En cuestión de días hemos comprobado hasta qué punto van atinando con sus predicciones científicas.
Resulta que ha habido un atentado en Alemania. Un hombre ha intentado asesinar a varias personas en un acto político. De las víctimas sabemos mucho. El principal objetivo es un “populista de derechas”, destaca RTVE. El ataque se produce “en una manifestación de la extrema derecha”, complementa La Ser (la preposición elegida es más importante de lo que parece). En La Sexta suben un poco más la intensidad y destacan que quienes se manifestaban eran “un grupo de ultraderecha”. Del agresor sabemos lo esencial: “un ataque con cuchillo”; “un hombre”. El mensaje está claro y el daño controlado: allí donde hay extrema derecha, hay violencia.
Pero ha habido más. El mismo día del intento de asesinato múltiple en Alemania, detuvieron en Francia a “un checheno de 18 años” que preparaba un atentado “de inspiración islamista” contra los Juegos Olímpicos. Y el día antes se produjo una agresión durante una pegada de carteles en una universidad. En Barcelona. Contra miembros de S’ha Acabat.
Conviene no olvidar nada. Especialmente el hecho de que todo aquello funcionó gracias a las acrobacias periodísticas que se pusieron en marcha para evitar que se formase un retrato preciso de lo que estaba pasando
“Me gustaría que nos contaras qué te dice tu termómetro de crispación y violencia en Europa”, preguntaba la presentadora de La Sexta al experto antes de que éste ofreciera su preciso y objetivo análisis. Es un detalle probablemente menor, pero no he podido evitar acordarme: se trata de la misma presentadora que durante los disturbios de 2019 por las sentencias del procés comentó durante la conexión que todo se estaba desarrollando en ambiente festivo mientras le arrojaban pelotas; “pero son blanditas”. A otras presentadoras les cayeron además latas y rollos de papel higiénico. A la de La Sexta seguramente también, pero se quedó con las pelotas. Durante esos días hubo detenidos, heridos, barricadas, incendios. Violencia. Pero una violencia festiva. Blandita.
Acordarse de todo aquello supone hoy, especialmente hoy, un acto de melancolía. Todo aquello funcionó. La violencia contra el Estado, contra la nación y contra los ciudadanos de España por las sentencias del procés hizo efecto. Conviene no olvidar nada. Especialmente el hecho de que todo aquello funcionó gracias a las acrobacias periodísticas que se pusieron en marcha para evitar que se formase un retrato preciso de lo que estaba pasando. Primero el golpe de Estado, después una violencia política sostenida durante años. Nada se consideró realmente grave. Así pudieron compatibilizar la violencia con las instituciones. Con los pactos. Con el Gobierno. Hasta hoy. La semana pasada se aprobó en el Congreso la amnistía. No han sido perdonados; les hemos pedido perdón.
La misma izquierda española de las últimas décadas. La premisa de que la izquierda es fuente de todo bien y solución de todo mal. La derivada de que la derecha es fuente de todo mal y único obstáculo hacia el paraíso
La amnistía no ha sido la cesión a un chantaje ni la compra de una legislatura, como se ha venido repitiendo. Es sencillamente el despotismo sin complejos de un Gobierno progresista. Pero con el despotismo ocurre lo mismo que con los riesgos de atentados en Europa. Resulta que la amnistía es cosa de la extrema derecha. En este caso el análisis no viene de un experto en La Sexta, sino de Izquierda Española. El partido de Guillermo del Valle es tristemente más de lo mismo. Durante un tiempo pareció que su gran objetivo iba a ser reconducir al PSOE. Probablemente habrían sido más útiles como corriente interna de los socialistas, pero finalmente El Jacobino decidió convertirse en, efectivamente, izquierda española. Y eso es lo que son. La misma izquierda española de las últimas décadas. La premisa de que la izquierda es fuente de todo bien y solución de todo mal. La derivada de que la derecha es fuente de todo mal y único obstáculo hacia el paraíso.
El partido está en campaña, y las últimas semanas son la confirmación de algo que ya era evidente para quien hubiera estado mínimamente atento. Izquierda Española es fundamentalmente una obsesión y una deshonestidad intelectual. Es una parodia que se toma en serio. El último ejemplo produce risa pero también tristeza. En palabras del líder del partido, la amnistía aprobada este jueves “es de extrema derecha”. Esta amnistía, en concreto. Ésta. Aprobada en el Congreso por el bloque de izquierdas. Por el partido socialista. La izquierda republicana de Cataluña. La izquierda vasca. La izquierda cuquista-estalinista de Sumar. Los nacionalismos de extrema izquierda.
Pero no. Da igual. Todos son de extrema derecha. Y hay que pensar que sus referentes también. El antifascista que te rompe la cabeza con una botella es fascista. El comunista que revienta tu acto político es de extrema derecha. El etarra que asesinó, secuestró y amenazó a policías, periodistas, militares, jueces, taxistas, concejales o trabajadores de cualquier sector en nombre de la revolución socialista; sí, también él es de extrema derecha.
Veinte policías mirando
En el fondo no son muy distintos a los pobres diablos automatizados que ven una agresión al grito de “maricón” y sacan el manual de campaña. Da igual que los agresores sean inmigrantes de segunda generación inadaptados. Que sean fanáticos islamistas. Que sean jóvenes nihilistas aburridos. Desde luego, da igual que el grito sea sólo uno entre muchos. O incluso que se trate de una agresión inexistente. Siempre ha sido y será la extrema derecha.
El vídeo del ataque en Alemania dejó una imagen demasiado certera del mundo y el lenguaje en los que habitamos. Alrededor de la escena había unos veinte policías mirando. El primer hombre que intenta detener al agresor es derribado por uno de los policías, que lo sujeta contra el suelo. El agresor, libre, hunde el cuchillo en el cuello del mismo policía. Uno de los veinte agentes dispara por fin al terrorista. El primer hombre reacciona rápidamente. Es él quien, tras el disparo y desde el suelo, aleja el cuchillo del terrorista. Una de las policías también reacciona: después de que el terrorista haya sido abatido intenta esposar al hombre que se había enfrentado al agresor.
Todo forma parte del mismo fenómeno. Europa.