Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 16/5/12
En España, el malestar por la crisis no ha saltado de la calle al sistema de partidos
El colapso económico de Grecia ha provocado la fragmentación electoral y la aparición de pujantes grupos extremistas por la izquierda y por la derecha que han desestabilizado el sistema político tradicional basado en el predominio de dos grandes partidos, uno de derecha y otro de izquierda.
En el nuevo panorama político sorprende que una parte de las muestras de rechazo a las imposiciones económicas alemanas se canalicen a través de un partido neonazi. Es como si en Catalunya los antitaurinos se hicieran miembros de una peña de seguidores de José Tomás para expresar su rechazo a las corridas de toros.
En Francia, con menos angustias económicas que los griegos o los españoles, la líder del Frente Nacional Marine le Pen debe de estar todavía arrodillada ante la Cruz de Lorena para dar gracias por la derrota de Sarkozy que despeja el terreno para el avance del partido extremista que encabeza. Los analistas políticos destacan el hecho de que un porcentaje muy elevado de jóvenes que votaban por primera vez -se habla del 25%- apoyó al Frente Nacional en la primera vuelta de las presidenciales. De ser cierto el dato sería preocupante que una parte tan relevante de la juventud vuelva sus ojos hacia grupos extremistas de esa naturaleza. El fenómeno hace recordar las crisis económicas de los años treinta del siglo pasado en las que se incubó el auge de los fascismos.
En España la protesta contra el coste de la crisis económica no se ha traducido en la aparición de partidos políticos extremistas. El malestar se ha canalizado en el terreno social a través del movimiento 15-M con la presencia en la calle para expresar la denuncia de la situación, pero no ha saltado de la calle al sistema de partidos. El efecto ha sido bastante limitado: cierto crecimiento de IU en el Congreso y en Andalucía, aunque sea modesto a la vista del potencial de desafección que se refleja en las movilizaciones de la calle. Las protestas que canaliza el movimiento del 15-M cuentan con un amplio respaldo juvenil. Según una encuesta realizada en Euskadi por el Observatorio Vasco de la Juventud, la mitad de los jóvenes con edades comprendidas entre 15 y 29 años simpatiza con esas movilizaciones. El porcentaje es mayor (un 58%) entre quienes trabajan y entre quienes tienen estudios superiores (60%), lo que puede ser un reflejo de las incertidumbres de la vida laboral entre los más jóvenes, los más castigados por el paro, el subempleo y los contratos basura. La falta de expectativas económicas razonables se refleja en el apoyo a la protesta.
La expresión de todo este malestar social se ha desarrollado hasta el momento con bastante contención. Los incidentes de orden público, al lado de los que se registran en Grecia, son mínimos y el reflejo en el sistema de partidos tampoco ha sido muy significativo. Es como si quienes protestan, a pesar de algunas proclamas antisistema y de no pocas reivindicaciones de carácter naif, en el fondo siguieran confiando en ser escuchados por quienes gobiernan las instituciones. Aunque también puede ser una confianza forzosa por la incapacidad del 15-M de articular ningún tipo de alternativa política específica que compita con los partidos tradicionales.
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 16/5/12