Ahora, todos los vascos estarán obligados a estudiar en el idioma de la identidad nacionalista, aunque la mayoría no lo conozcan ni no lo usen jamás. No me sorprende que sólo una minoría de padres se haya movilizado (rebelarse es arriesgado), pero sí que los dos grandes partidos nacionales hayan dejado a tantos ciudadanos a merced de este despropósito educativo.
Una madre vasca me relata la siguiente historia para gritar, educativamente hablando, quiero decir. Ante las crecientes protestas de su hija, excelente estudiante, sobre la nula capacidad pedagógica de su profesor de Historia, decide personarse en el centro educativo para hablar con el profesor que es, además, tutor de la clase. La madre vasca, perfectamente bilingüe, se dirige al profesor en euskera pues ése es el idioma en el que imparte la clase de Historia. Comprueba, sin el menor asombro, que su euskera es penoso, imposible. Afortunadamente, su hija quiere estudiar Medicina. En esa facultad no exigen conocimientos de historia.
La madre vasca no se ha sorprendido porque el profesor de su hija desconociera el idioma en el que se comunica con sus alumnos. Ella, al igual que esa minoría de aproximadamente un 30% de vascos que sabe euskera, ha experimentado más de una vez el absurdo del sistema educativo vasco. Los profesores han sido abruptamente reconvertidos a un idioma que, en su mayoría, desconocían, que ni usaban ni usan fuera de las aulas, un idioma en el que jamás leen, en el que no escriben. Algunos ni siquiera lo hablan, aunque enseñen en él.
Pero la mayoría de los padres vascos, que no hablan euskera, no se enteran. Y si se enteraran, les daría igual, puesto que la implacable maquinaria nacionalista que quiere un sistema educativo destinado a fabricar buenos «abertzales» más que a enseñar, no les deja ninguna opción de escape fuera del absurdo. Y aún menos a partir de ahora, pues la enseñanza en español, que ya estaba arrinconada en la práctica, también va a desaparecer en el País Vasco. No sólo en Cataluña.
O sea que todos los vascos estarán obligados a estudiar en el idioma de la identidad nacionalista, aunque no lo conozcan, la mayoría, y aunque no lo usen jamás, también la mayoría. No me sorprende demasiado que sólo una minoría de padres se haya movilizado. Rebelarse es arriesgado. Me asombra más que los dos grandes partidos nacionales, especialmente el PSOE, hayan dejado a tantos ciudadanos completamente abandonados a merced de este despropósito educativo.
Edurne Uriarte, ABC, 31/3/2008