ABC 10/10/16
MANUEL MARÍN
Nueve días después de la virulenta salida de Pedro Sánchez de la secretaría general del PSOE, el partido rumia su resaca como una convalecencia devastadora. Pero al menos ha contribuido a aclarar levemente el panorama. La primera conclusión taxativa es que en ningún caso habrá un Gobierno alternativo al del PP. En su caso, de modo subsidiario, terceras elecciones. Pero eso también empieza a ser muy improbable. Primero, porque con su sacrificada llegada a una gestora provisional, Javier Fernández intenta hilvanar en secreto la coartada emocional que permita al PSOE ceder y abstenerse. La fórmula todavía es una incógnita porque hay diputados concretos que han amenazado con rebelarse y votar «no» en cualquier caso. Pero la tesis de unas abstenciones «técnicas», «tácticas» o «logísticas» se ha abierto paso de modo nítido. Un mínimo de escaños suficiente para dar por finiquitada la peor estaba de bloqueo de nuestra democracia.
El coste para el PSOE supondría agrandar su fractura, pero después de la ruptura radical exhibida en el Comité Federal del día 1, ya sería un mal menor. El nuevo PSOE ha empezado a esbozar su futuro inmediato, sin un congreso extraordinario a la vista y con la pretensión de retornar a la senda de diálogo con el PP, asumiendo que su minoría convierte en imposible el sueño de Sánchez. Nadie tiene pruebas sólidas para demostrarlo, pero el cúmulo de indicios de que Sánchez se había granjeado durante el verano el apoyo in extremis del independentismo flotaba en una atmósfera de investidura factible. Esa, y no otra operación, es la que quedó desactivada el día 1. Especular ahora con el retorno de Sánchez no deja de ser el trazo etéreo de una raya en el agua. A lo sumo, habrá primarias para elegir candidato si se llega a nuevos comicios. Nada más.
Pero entre las muchas virtudes de Fernández, emergen una discreción absoluta, un temple alejado de la aureola obsesiva de Sánchez, y la determinación de fabricar esa coartada emocional que permita al PSOE asumir con conciencia realista, y no con el sectarismo indolente de los últimos tiempos, que no cabe otra alternativa que apoyar, con la fórmula resignada que se diseñe, un gobierno en minoría de Rajoy. Le pese al socialismo oficialista o al crítico, es lo que está ocurriendo. Con sugerencias, medias palabras, guiños de cal y gestos de arena, con planteamientos contradictorios, o con globos sonda… pero ese es el trabajo que está desempeñando Fernández en la penumbra de los pilares derruidos de Ferraz.
El PSOE no está pensando en candidato alguno porque no cree en las elecciones. A su vez, la ruptura con Podemos será progresiva en los Ayuntamientos. Es otra fase. Lo interesante será vislumbrar cómo escenifica la rendición para investir a Rajoy.