El nacionalismo vasco se suele repartir las funciones entre el PNV y el Gobierno. Hasta el momento, Andoni Ortuzar, presidente del Euskadi Buru Batzar (ejecutiva de la organización), se había empleado a fondo contra Ciudadanos. En el pasado mes de noviembre espetó al partido naranja: “Sois la nueva Falange Auténtica«, y adujo que los de Rivera tienen “odio a la diferencia”. Con motivo del 140 aniversario del concierto económico (el primero fue el de 1878), los nacionalistas organizaron el pasado 28 de febrero un gran acto en el Teatro Arriaga de Bilbao al que asistieron más de 1.000 personas. Toda una afirmación en el ‘núcleo esencial’ del autogobierno de Euskadi que enfatiza la bilateralidad con el Estado. Pese a que la crítica a Ciudadanos sobrevoló el acto, el lendakari Urkullu no hizo mención expresa a Rivera ni a su partido, pero advirtió de lo que supondría menoscabar el concierto.
Esta norma de artículo único fue rechazada en noviembre de 2017 por primera vez por un grupo parlamentario, el de Ciudadanos, socio de investidura del Gobierno. También Compromís votó en contra. Los liberales han popularizado como el ‘cuponazo’ el acuerdo alcanzado entre el PNV y el Ejecutivo de Rajoy, han impugnado políticamente el acuerdo alcanzado y han logrado con su crítica que la aportación del País Vasco al Estado sea considerada como «un privilegio” incluso por los independentistas catalanes. También varios miembros de la comisión de expertos para un nuevo sistema de financiación autonómica dimitieron en mayo, entre otras razones, por el acuerdo —“insolidario”, dijeron— de los nacionalistas con el Gobierno.
El PNV y el Gobierno vasco mantienen una doble estrategia: de una parte, conservar en lo posible las buenas relaciones con el PP, y de otra, atacar a Cs
El PNV y el Gobierno vasco mantienen una doble estrategia: de una parte, conservar en lo posible las buenas relaciones con el PP de Rajoy, y de otra, atacar a Ciudadanos. El problema, sin embargo, según fuentes del partido de Rivera, es que los nacionalistas vascos han entrado “en una deriva porque plantean el derecho a decidir en un futuro Estatuto y Urkullu ha reclamado a la Unión Europea una ‘directiva de claridad’ para que las regiones-naciones sin Estado puedan realizar consultas soberanistas e incorporarse a la Unión Europea sin más trámites”. La negociación de los eventuales Presupuestos que mañana aprueba el Consejo de Ministros debe producirse a tres bandas: PP, PNV y Ciudadanos. Las relaciones entre nacionalistas y liberales están bajo mínimos y las últimas iniciativas de Urkullu dejan a Rajoy en un lugar desairado: tendrá que pactar con una organización que reclama el derecho a decidir y pide a la UE consultas soberanistas.
Lo más llamativo es, sin embargo, que el Gobierno vasco haya entrado en la liza que mantenía hasta el momento el PNV con Ciudadanos. Urkullu preservaba la imagen institucional y no cortaba amarras con los naranjas. Después de las declaraciones de Erkoreka, se han roto las hostilidades y las posibilidades de recomposición son remotas. Mucho más cuando Ciudadanos en Euskadi parece que aumenta su presencia. La afiliación al partido ha crecido en Navarra un 34% y en el País Vasco, un 22%, cifras significativas aunque menores que en otras comunidades autónomas como Cataluña, Canarias, Galicia (en donde Cs no tiene representación) y Castilla-La Mancha.
La prueba de fuego para Ciudadanos en el País Vasco tiene fecha en el calendario: mayo de 2019. Si logran concejales en Bilbao, Vitoria y San Sebastián y junteros en las juntas generales de los tres territorios, el PNV tendrá un grave problema. Y por eso, los nacionalistas —Gobierno vasco incluido— están lanzando fuego graneado sobre Ciudadanos, que parece recibir el embate con cierta displicencia. Los de Rivera saben que Euskadi y Navarra son territorio ‘comanche’ para sus pretensiones, pero no cambiarán “su programa por un plato de lentejas”.