TONIA ETXARRI-EL CORREO
La ambición política mueve montañas y hace que lo que parecía imposible hace ocho meses hoy se haga realidad. El poder crea adicción y ante una situación tan inestable, en estado permanente electoral como la nuestra, sucede que la mentira y la incoherencia son dos valores en alza. Después de habernos sometido a un insufrible estrés desde el verano, alimentando a la derecha extrema hasta engordar a Vox con 52 escaños mientras exhibía una impúdica inacción ante el desafío de los secesionistas catalanes, Pedro firma un acuerdo de gobierno con Pablo que bien podría haberlo hecho el pasado julio. Los dos que más votos han perdido en las elecciones (autoexcluido Rivera) ocultaron ayer sus debilidades para quedarse en La Moncloa. Vox les sirve de excusa para sellar un pacto del que había renegado Sánchez. Ha perdido más de 700.000 votos y tres escaños; Iglesias se ha quedado sin 600.000 votos y con siete diputados menos. Y antes de ser convocado por el Rey cuando vuelva de Cuba, Sánchez se ha apresurado a pactar con el mismo Iglesias a quien vetó y del que decía que si se sentara en el Consejo de Ministros ni él «ni el 95% de los españoles podrían dormir tranquilos». Pero Sánchez es puro cálculo. Y tiene ‘baraka’ desde que anuló a los críticos de su partido hasta anestesiarlos. Sostiene una tesis y su contraria sin que le rechisten. Un par de somníferos y a blanquear a la extrema izquierda.
Aparca su aversión a Pablo y corta de cuajo las presiones para que conformara un pacto transversal con fuerzas constitucionalistas (habrían sumado 220 escaños). Hace tan solo una semana enumeró sus diferencias con Podemos en política de Estado. El referéndum de autodeterminación en Cataluña que «va a partir por dos y definitivamente a la sociedad catalana». Iglesias sostiene que hay presos políticos en España. «Y yo no puedo aceptar eso». Lo dijo en televisión. Los dos necesitan al PNV, ERC, Bildu y otros partidos en la madeja de siglas porque no suman. Si se llega a conformar este gobierno tendremos ministros que fueron asesores de la Venezuela chavista, que intimidan a propietarios de viviendas en alquiler señalándolos desde la televisión y que la caída del Muro de Berlín les pareció una mala noticia. Pablo suponía un peligro, según Pedro. En julio. Ahora, por lo visto, no. Sabemos por qué pero desconocemos sus excusas. Porque en su comparecencia ante la Prensa no se permitieron preguntas. Mal comienzo. La desaceleración económica y Cataluña requieren soluciones. Lo peor vendrá después.