TONIA ETXARRI, EL CORREO 18/02/13
· La credibilidad del bipartidismo desciende vertiginosamente sin que los dos aludidos pongan nada de su parte para remediarlo.
Sostiene el consejero de Hacienda y Finanzas del Ejecutivo vasco que gobernar es seleccionar prioridades y colectivos. Es decir: apostar y arriesgarse, después de darse cuenta de que la transparencia aparente del cristal con el que observaba el mundo desde la oposición se ha tornado oscuro y vidrioso nada más llegar al Gobierno. Suele ocurrir. También a la inversa. Cambian las tornas en cuanto se produce el relevo y los opositores de ayer se sienten incapaces de gobernar hoy. Pero como no lo pueden reconocer, se limitan a contradecir su discurso, sus promesas electorales y su palabra dada después de haber topado con la dura realidad, que les ha echado por tierra los titulares.
Y no pensemos únicamente en Rajoy. También en un lehendakari como Urkullu, que no sabe cómo explicar a la ciudadanía que tiene que aplicar los recortes que tanto criticó en su día y, por lo tanto, no acaba de encontrar la salida a su laberinto presupuestario. O en Rubalcaba, que cada vez que se asoma al escaparate, y eso ocurre todos los días, el espejo le devuelve la imagen en forma de respuesta sin necesidad de que él haya formulado la pregunta. Le falta credibilidad. Por mucho que proponga un cambio de nombre y pretenda vestir de seda al partido que gestionó tan mal la crisis, aportó más de cuatro millones de parados y que tiene unos cuantos casos de corruptelas que ocultar por mucho que se empeñe en desviar la atención hacia las vergüenzas ajenas.
Pero la mala gestión que el PP ha hecho del ‘caso Bárcenas’ ha agudizado el distanciamiento entre la ciudadanía y los partidos en general, que siguen atrapados en el círculo infernal de la exhibición comparativa, dando la impresión de que estamos asistiendo a un concurso sin límite en el que cada cual mide su valía en función de los errores del adversario. La credibilidad del bipartidismo desciende vertiginosamente por el abismo de las profundidades marinas sin que ninguno de los dos aludidos pongan nada de su parte para remediarlo.
En Euskadi, los socialistas de Gipuzkoa han elegido a Arriola sin contestación; en Vizcaya, a Pastor con el 76,88%. Y en Álava, nada nuevo bajo el sol al comprobar que los críticos no han logrado desbancar a Txarli Prieto. ¿Para qué sirven los congresos?, se preguntan los observadores de los cónclaves socialistas que cuestionan la capacidad de renovación del principal partido de la oposición en el Congreso de los Diputados y el tercero en el Parlamento vasco.
Habrá que concluir, a tenor de la falta de reacción de los dirigentes políticos, que únicamente sirven para recolocarse en el poder. Poco más. Con el debate sobre los desahucios, los socialistas han querido ponerse a la cabeza de la manifestación infravalorando a los ciudadanos a los que creen poder manipular con unas gotas de desmemoria. Pero este fin de semana han ‘pinchado en hueso’.
Tan sólo dos representantes socialistas se atrevieron a unirse a la manifestación que se celebraba en Madrid contra los desahucios. Juan Fernando López Aguilar y la recién catapultada a los Goya de los indignados Beatriz Talegón. Pero no calcularon bien. Creyeron que podrían utilizar el enojo de los ciudadanos contra el Partido Popular. Y quisieron mezclarse con los manifestantes. Pero salieron trasquilados. O lo que es lo mismo: zarandeados y expulsados de la manifestación, de donde tuvieron que salir protegidos por la Policía. Error de cálculo. Falta de pulso. Intento fallido de blanqueo de la memoria más reciente.
Porque no hace ni dos años que Zapatero, cuando presidía el Gobierno de España, renegó de la dacion en pago como solución a la deuda hipotecaria. Y lo hizo en sede parlamentaria. Rechazó que se entregara la casa para saldar la deuda porque, en su opinión, esa medida «haría peligrar la solvencia del sistema financiero». Una declaración que provocó que el representante de ERC, Joan Ridao, le preguntara si él estaba «de parte de la banca o de la buena gente».
Es difícil gobernar en tiempos adversos. Pero más difícil resulta hacerlo sin mantener criterios claros y coherentes. El Partido Popular dijo que había terminado por aceptar que se debata en el Congreso sobre los problemas derivados de los impagos de hipotecas porque «rectificar es de sabios» cuando, en realidad, lo único que ha ocurrido es que la presión de la calle les ha hecho cambiar de actitud. Los grupos parlamentarios del Congreso recibieron cartas de los movimientos ciudadanos contra los desahucios en tono amenazante y coactivo que no se debería permitir. La calle va subiendo el tono de voz mientras el presidente de los empresarios cree que la cifra de los seis millones de parados está «engordada», la economía sumergida sigue campando por sus respetos y los partidos mayoritarios continúan sin ser conscientes de que, o empiezan a trabajar juntos en «grandes coaliciones», o los indignados acabarán por romperles las urnas en sus propias narices.
Y entonces, cuando se cuestione el sistema de representación electoral por una mayoría que no va a votar, quizás sea tarde para lamentarse de lo poco que hicieron para defender, contra viento y marea, el orden constitucional que tanto costó conseguir. Quedan dos días para que el presidente Mariano Rajoy comparezca ante el Congreso de los Diputados. Si el debate va a consistir en un intercambio de reproches sobre la corrupción entre el ‘caso Bárcenas’ y los falsos ERE de Andalucía, mejor que se queden en casa.
TONIA ETXARRI, EL CORREO 18/02/13