EL CORREO 04/04/14
· Asegura que su «incompatibilidad» con Jonan Fernández le impidió realizar su trabajo: «Su criterio es el que impera».
Txema Urkijo ha puesto fin a «un ciclo» en su «etapa vital». Un ciclo de doce años como asesor en materia de víctimas del Gobierno vasco. Un día después de que el lehendakari, Iñigo Urkullu, le destituyera de su cargo por sus diferencias con Jonan Fernández en cuanto a la «metodología de trabajo», Urkijo decidió ayer comparecer de manera pública para «agradecer la confianza» que distintos responsables políticos –el primero, Rafa Larreina– depositaron en él a lo largo de su trayectoria en el Ejecutivo de Vitoria, pero también para dar su versión sobre las razones que han motivado su cese.
Si algo lamentó es la ausencia de «un gesto notorio» por parte del Gobierno de Urkullu hacia las víctimas del terrorismo. A su lado, durante toda la rueda de prensa, permaneció Maixabel Lasa, que quiso de esta forma trasladar su apoyo al que, junto con Jaime Arrese, fue su principal colaborador en los años más difíciles de la Dirección de Víctimas.
Urkijo fue claro. Y sobre todo, contundente. Dijo con luz y taquígrafos lo que hasta entonces era un secreto a voces: su «manifiesta, total y absoluta incompatibilidad» con Jonan Fernández. Su jefe directo. El hasta hace dos días asesor de Víctimas quiso dejar clara la «nula influencia que el ‘affaire’ Pikabea-Madariaga» ha tenido que ver en su salida del Gobierno vasco, en alusión a la carta del recluso de la ‘vía Nanclares’ al guardia civil herido en un atentado de ETA que retuvo durante año y medio. Lamentó en este sentido que el Ejecutivo de Vitoria, de la mano de su portavoz, Josu Erkoreka, «contribuyera a hacer crecer las especulaciones sobre este tema». «No esperaba un respaldo, pero sí que se abstuvieran de hacer declaraciones», zanjó.
El exasesor de Lakua dijo coincidir en este sentido con los motivos empleados por el propio lehendakari para justificar su destitución, y que nada tenían que ver con la carta. «Lo entiendo», llegó a declarar, consciente de que Urkullu no tuvo otra opción que elegir entre él o Jonan Fernández. Urkijo manifestó que «nunca» hasta la fecha se había encontrado en una situación «de esta naturaleza», en la que las «discrepancias» entre ambos impidieran «que desempeñara su trabajo» ya en el segundo mes de andadura de la Secretaría de Paz y Convivencia. El «punto de no retorno» se produjo el pasado martes. La falta de sintonía entre ambos quedó patente en la reunión del Consejo de Participación de Víctimas del Terrorismo, en la que el todavía asesor de Lakua puntualizó, e incluso contradijo, a Fernández en los diferentes temas que se pusieron sobre la mesa.
«Yo no he podido ejercer de asesor. La pérdida de confianza mutua era absoluta y, a partir de ahí, no hubo ni atisbo de equipo. Nunca ha funcionado», reveló. Urkijo, que remarcó que no dimitió por una «cuestión de dignidad», reveló una situación, la suya, cuanto menos incómoda. «Fui apartado del trabajo, no recibía ningún tipo de información ni participaba en las tomas de decisión, no había casi ni comunicación», explicó. Tampoco, destacó, en la elaboración del plan de paz. «Mi contribución fue la misma que la del resto de entidades sociales que enviaron sus aportaciones, ni más ni menos», añadió. En el organigrama impulsado por Urkullu, y que nació como un equipo a tres –Fernández, Urkijo y la directora de Víctimas y Derechos Humanos, Mónica Hernando–, el entonces asesor descubrió que «la jerarquía ocupaba un puesto muy importante». «El criterio de Jonan (Fernández) es que el impera. Los asuntos estaban ya hechos y cerrados», censuró Urkijo.
«Escoramiento»
La salida del consultor de la Secretaría de Paz y Convivencia lleva implícito, según éste valoró ayer, el «escoramiento del equilibrio buscado por el lehendakari» al reunir en ese departamento a dos personas de ideologías dispares. Fernández fue concejal de HB en Tolosa y posteriormente lideró la plataforma Elkarri, mientras que Urkijo fue uno de los impulsores de Gesto por la Paz en los ochenta. La deriva, no obstante, y según advirtió el exasesor de Víctimas, era ya una realidad desde tiempo atrás. «Las iniciativas que tenían que ver conmigo pierden importancia», apunta Urkijo.
El exasesor no dudó en reconocer que existe «un déficit» en la política del Gobierno en todo lo referente a los damnificados. «Debería haber intensificado su labor en este ámbito y no se ha hecho», lamentó. Es más, Urkijo aseguró que iniciativas que proponía llevar a cabo no recibieron una respuesta positiva. «Falta un gesto, relevante y notorio, de este Gobierno con las víctimas del terrorismo», afirmó. Buena parte de los colectivos de afectados han criticado al Ejecutivo de Vitoria por verle más cerca de los presos de ETA que de sus víctimas, algo que no han dudado en rechazar desde Lakua.
Urkijo declaró no sentirse «decepcionado» ni «utilizado» por Iñigo Urkullu. «El equipo no estaba mal concebido y yo era consciente del papel que tenía que jugar», expresó. El exasesor confió en que los damnificados por el terrorismo –todos los terrorismos, precisó–, así como las víctimas de vulneraciones de derechos humanos con una motivación política sigan teniendo respuesta en el Ejecutivo de Vitoria. Respondió de esta forma a la afirmación que la víspera realizó Maixabel Lasa, quien sostuvo que «las víctimas se sienten huérfanas» debido a su cese, ya que «era el único con el que contactaban».
A la espera de que se conozca cómo suplirá su puesto el Gobierno vasco y si se mantendrá la «pluralidad» –la decisión la adoptará Jonan Fernández, con el beneplácito último de Iñigo Urkullu–, Txema Urkijo quiso por último desear «la mayor de las suertes» al Ejecutivo de Vitoria, «y en particular al lehendakari», en la gestión de un momento «tan importante y tan delicado como el actual».
EL CORREO 04/04/14