JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC – 23/11/14
· De acuerdo, la escena política española necesita renovar guión y personajes. Pero los que llegan no mejoran a los que se van.
O único bueno que ha traído la crisis catalana es que ha sacado a Pedro Sánchez de su ambigüedad. Pues, hasta ahora, el nuevo y flamante secretario general del PSOE se había limitado a escaquearse ante los grandes problemas del país, con vagas alusiones a la reforma de la Constitución y un inconcreto Estado Federal, sin faltar nunca alusiones a lo mal que lo está haciendo Rajoy. ¿Y él? Él, bastante peor. Rajoy puede equivocarse. Él desbarra. Acaba de decirnos que «no es tiempo de querellas», refiriéndose a la que acaba de presentar la Fiscalía contra Mas y dos de sus más estrechas colaboradoras.
Ante una clara desobediencia de un auto del Tribunal Constitucional y un abierto desafío a la integridad de España, el que aspira a presidirla nos dice que hay que dejarse de tribunales y sentarse a negociar. Que completa con su apoyo al blindaje de las competencias catalanas en materia educativa, una mejora de su financiación y un reconocimiento de su «singularidad». Estamos ante la repetición del famoso «¡Pascual, os daré lo que me pidáis!» de Zapatero a Maragall. Y es que, en estatura, Pedro Sánchez puede sacar un par de centímetros a Zapatero, pero en política se parecen cada vez más, con la desventaja para Sánchez de que podía haber aprendido de la experiencia de su compañero de partido. Llama negociación a lo que es capitulación, aunque los sueltos de lengua lo llaman bajada de pantalones.
De acuerdo, la escena política española necesita renovar guión y personajes. Pero los que llegan no mejoran a los que se van. Cayo Lara nos parece mucho más sólido que Pablo Iglesias. De Pedro Sánchez ya hemos hablado. En el PP nadie se atreve a mover la silla a Rajoy, contentándose quienes lo intentan con darle pellizcos de monja, que él no parece notar en su epidermis de elefante. Mientras los que valen están demasiado ocupados en tapar vías de agua para dedicarse a conspirar. Sospecho incluso que alguno quedará tan harto de política que no querrá saber nada de ella para el resto de la vida.
En un momento en que el país se ve acosado por varios frentes –Cataluña, la crisis que no acaba de terminar, el terrorismo islámico, por citar los más graves–, tal carencia resulta preocupante. Sobre todo porque hay quien piensa que la solución puede ser Podemos u otra Constitución. Cuando Podemos es Pablemos y la Constitución del 78 no es mala. Lo malo es que no la cumplimos. Con introducir un par de enmiendas en los puntos que necesitan aclaración, como hacen los norteamericanos, podría servirnos otros tantos años. Pablo Iglesias, que empezó queriendo romper caras y ahora se contenta con romper el candado de la Transición, no se da cuenta de que su mayor fallo ha sido no haber creado líderes capaces de afrontar los desafíos del siglo XXI. La mejor prueba es él, ofreciendo soluciones del XX. O, más bien, del XIX.
Sánchez, ni eso.
JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC – 23/11/14