El problema de ETA y Batasuna es el de conseguir ser aceptados en el conjunto de la sociedad democrática, pero pretenden que sean los demócratas los que se sometan a una reválida en la que la única forma de aprobar es aceptar las demandas históricas de los terroristas. Le llaman Proceso Democrático.
Los miembros de la izquierda abertzale que organizaron la manifestación del día grande de las fiestas de Bilbao dieron a conocer un manifiesto en el que criticaban una serie de episodios que identificaban con lo español, entre ellos el anuncio de que la Vuelta Ciclista a España pasará por el País Vasco. Según los autores del manifiesto, este acontecimiento deportivo fue «creado en los 40 por Franco para tratar de unir a las provincias vascas con Castilla».
Lo de menos es que los redactores del manifiesto sean unos indocumentados que desconocen que la Vuelta comenzó a disputarse en 1935, en plena República. Las fantasmagorías, sustentadas unas veces en la ignorancia y otras en la manipulación de la realidad, forman parte esencial de la cosmovisión política de la izquierda abertzale. Sus miembros son capaces de creerse que la construcción de la autovía de Leizaran obedecía a un plan de la OTAN, que la brigada vasca liberó París de los nazis, que buena parte de los satélites espía de los norteamericanos están apuntando a Bayona y sus alrededores para localizar a ‘Josu Ternera’ y sus amigos o que la central de Lemóniz era una idea del Pentágono para tirar luego una bomba y acabar con todos los vascos de una vez.
En el discurso sentimental de ETA y su entorno abundan las fantasmagorías históricas casi tanto como las de corte político. Estas últimas pueblan todo el proyecto que defienden desde Batasuna en los últimos meses. Colocados al borde de la derrota, tanto la organización terrorista como su brazo político, por la acción policial y judicial del Estado, una acción avalada, además, por la máxima corte europea, pretenden convencerse a sí mismos de que están en el umbral de un triunfo histórico y de que es el tiempo de recolectar los frutos de décadas de estrategia terrorista.
Se han planteado un esquema político en el que aquellos que hace tres días justificaban el asesinato de los adversarios y lo calificaban de «persuasión armada», quieren ahora convertirse en jueces de la calidad democrática de nuestras instituciones. Ahí se encuadra la última humorada de exigirle al PSOE que apueste «por las vías políticas».
El problema de ETA y Batasuna es el de conseguir ser aceptados en el conjunto de la sociedad democrática, pero pretenden que sean los demócratas los que se sometan a una reválida en la que la única forma de aprobar es aceptar las demandas históricas de los terroristas. Le llaman Proceso Democrático, con mayúsculas, y lo arropan con literatura desfasada como la referida a los ‘principios Mitchell’, que sólo sirven para engatusar a los profesionales de la mediación que añoran la repetición de procesos negociadores del pasado.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 31/8/2010