Mario Garcés-El Español
  • El incremento del peso relativo de las fuerzas políticas que sostienen al PSOE obliga a Pedro Sánchez a aumentar el umbral de concesiones políticas.

Glosando a Mario Vargas Llosa en Conversación en la catedral, procede hacerse la pregunta de en qué momento se ha jodido España. Y no por el badulaque de Rubiales, emulando a Javier Bardem en Huevos de Oro, sino porque nuestro país se ha sumido, a pesar del letárgico verano, en la más profunda inestabilidad política.

Cierto es que no conviene ni psicológica ni sociológicamente entrar en un estado decadente de frustración. Pero tampoco cabe observar lo que está ocurriendo con indolencia gregaria o con resignación acrítica.

Entre las enfermedades que aquejan a la política convertida en juego de poder para profesionales, la más grave es la negatividad externa que lleva a ignorar las realidades más obvias. La desrealización en los partidos políticos se está convirtiendo, en algunos casos, en una verdadera patología que requiere de una terapia persistente, so pena de desembocar en un problema crónico.

Lamentablemente, hay síntomas de este trastorno a la izquierda y a la derecha que requieren de exploración inmediata y de tratamiento farmacológico. Pues bien, como exclamaba María Adánez en Farmacia de guardia, «para adentro, Romerales».

El extinto Partido Socialista Obrero Español, convertido definitivamente en una unión temporal de intereses personales, lleva automedicándose peligrosamente mucho tiempo. Hasta el punto de que ha perdido la conciencia de sí mismo, y se ha acabado convirtiendo en especialista de su enfermedad.

Como quiera que, tras las últimas elecciones generales, los apoyos se han encarecido en el supuesto de que finalmente se sometan al trámite de investidura, el nivel de tolerancia, como en farmacia, se ha debilitado.

«El PSOE no ha tenido reparos en intoxicarse por ingestión voluntaria con dosis excesivas de nacionalismo y populismo»

Una disminución gradual del efecto de un fármaco obliga a incrementar la dosis para obtener el efecto inicial. Del mismo modo, un incremento del peso relativo de las fuerzas políticas que sostienen al PSOE obliga a Sánchez a aumentar el umbral de concesiones políticas.

Sánchez y su partido padecen un problema de sobredosificación. Un efecto farmacológico derivado de la administración de un medicamento en dosis superiores a las que normalmente se recomiendan. El que fuera Partido Socialista Obrero Español no ha tenido reparos en intoxicarse por ingestión voluntaria con dosis excesivas de nacionalismo y populismo, alejándose hace mucho tiempo de los límites razonables.

El PSOE ha eludido las voces del socialismo tradicionalista de la transición que le advertían de las contraindicaciones absolutas que suponía compartir alianzas con determinados socios. Sánchez, al frente del frente, no ha tenido reparos en administrarse todas las pociones y preparados que fueran necesarios, aunque supusiera abatir la idiosincrasia del viejo socialismo del balcón del Palace.

Para el Partido Popular, la investidura es una exigencia ineluctable y hace bien en agotar las probabilidades. Ahora bien, a la vista de la trilogía de verbos que se han empleado recientemente desde el propio Partido (dialogar, negociar, pactar) en referencia a los posibles contactos con otras formaciones políticas que, hasta hace unos minutos, eran indeseables, es oportuno recordar una frase pronunciada por uno de los personajes de la película Comer, rezar, amar«Es importante saber dónde estás en cada momento. Justo aquí está el equilibrio perfecto».

Admítase, entonces, que justo es reconocer dónde se está y buscar el equilibrio necesario, toda vez que cualquier movimiento, imagen o expresión equívoca puede ser contraproducente en términos de reputación política. Y la reputación es una virtud que, de erosionarse, cuesta mucho que se recomponga.

«La derecha social española es un cuerpo que padece inmunológicamente de hipersensibilidad ante determinadas terapias»

Son los efectos secundarios. Ya en el año 42 a. C. Publio Siro afirmaba que «hay algunos remedios peores que la enfermedad». La derecha social española es un cuerpo que padece inmunológicamente de hipersensibilidad ante determinadas terapias. Por ello, se puede producir un efecto indeseado y no habitual por interacción de medicamentos en la medida en que los pactos con Vox son incompatibles con las propiedades e indicaciones de cualquier otro partido a la izquierda del Partido Popular.

Esas contraindicaciones son evidentes, por lo que podría pensarse legítimamente que no es apropiado administrarse fármacos antagónicos. Sencillamente, es imposible. Por eso hay que ser cautos y evitar sensaciones confusas. Hay medicamentos que son absolutamente incompatibles, y ninguna persona juiciosa propondría administrarlos conjuntamente.

Queda, pues, el recurso a la división interna de otros partidos. Y allí sólo caben dos posibilidades potenciales, si se apuesta por el voluntarismo: PSOE y Junts.

[Feijóo arrancará su ronda de contactos llamando a Sánchez y el presidente aceptará reunirse con él]

Respecto a la primera opción, sirve como una forma de poner en evidencia a los gregarios de Sánchez, pero está tristemente abocada al fracaso. Por lo que se refiere a la segunda, aún en el hipotético supuesto de que Junts se fracturase internamente y que hubiese una facción dispuesta a respaldar, directa o indirectamente al Partido Popular, no sería gratuitamente. El coste de una posible investidura de la mano del núcleo fragmentado de los catalanistas sería incompatible con el apoyo de Vox.

Por todo ello, hay que mantener el equilibrio y evitar hacerse daño a uno mismo, no sea que se acaben recitando aquellos celebres versos de Carmen Martín Gaite en su poema Farmacia de guardia:

Ya. Que no tienen nada.
Pues perdone.
Comprendo que es muy tarde
para hacerle perder a usted el tiempo
con tales quintaesencias.
Ya me lo figuraba.

*** Mario Garcés es diputado del PP por Huesca y portavoz adjunto del Grupo Parlamentario Popular en el Congreso de los Diputados.