Josep Martí Blanch-El Confidencial
- Quien señala por motivos ideológicos a alguien y le avisa que la pintura es solo el principio, porque caso de no darse por enterado pueden pasarle cosas peores, es un fascista
“La pintura es solo un ejemplo y un aviso de nuestra capacidad. Lleguen ustedes a las conclusiones que han de extraerse”. Estas son las dos últimas frases del comunicado con el que la organización Acción por la Independencia (AxI) ha reivindicado la autoría de las pintadas realizadas en la fachada del domicilio particular del rector de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), Javier Lafuente, en la que le grafitearon las palabras ‘traidor’, ‘colaboracionista’ y ‘fascista’.
El rector paga los platos rotos de la carga policial de los Mossos en la UAB efectuada para garantizar que el colectivo estudiantil S’ha acabat-Jóvenes por la defensa de la Constitución pudiese desarrollar una acción de proselitismo político en el recinto universitario a finales de noviembre al que finalmente asistieron representantes políticos de Ciudadanos, PP, VOX y de la entidad Sociedad Civil Catalana. Como quiera que en octubre jóvenes radicales —extrema izquierda independentista— ya habían protagonizado incidentes rompiendo la carpa y los materiales informativos de esta asociación, en esta segunda ocasión la Policía, ya alertada, actuó para garantizar los derechos de reunión y expresión.
No andaríamos malgastando líneas por una pintada amenazante. A fin de cuentas, las hay a diario en casi todas partes y no son más que el reflejo del grado de imbecilidad de quien las perpetra que, casi siempre, también en este caso, ocupa posiciones de representatividad marginal en el conjunto de la sociedad.
Pero el comunicado de reivindicación de AxI es una amenaza futura en toda regla para la integridad del rector (la pintura es solo un aviso, dicen). Debería investigarse y tener consecuencias para sus autores —los materiales de la pintada y la organización que la reivindica—. El lenguaje fascista no puede naturalizarse. Y escribimos fascista a conciencia, sabiendo que esta es una palabra que tiende a devaluarse en el debate público, en la medida que se utiliza sin ningún criterio, a modo de insulto generalista. No es el caso. Quien señala por motivos ideológicos a alguien y le avisa que la pintura es solo el principio, porque caso de no darse por enterado pueden pasarle cosas peores, es un fascista. Y un mierda también, claro. Y hay que combatirlo. Sin contemplaciones. Igual que hay que combatir contra los que en su día asaltaron el centro Blanquerna de la Generalitat en Madrid. Distintos uniformes, distintos objetivos, la misma chusma.
Un apunte necesario sobre este caso en particular. Cuando el primer incidente, en octubre, el comunicado que difundió el equipo de gobierno de la UAB para condenar los hechos fue lamentable. Lejos de posicionarse inequívocamente del lado de la libertad de expresión, se situaron en un cobarde funambulismo argumental para no tener que señalar a nadie en concreto como culpable de lo acontecido. De tal forma que los agredidos de S’ha Acabat parecían ser a ojos de quien redactó esa nota en nombre de las autoridades del centro más los culpables que las víctimas del atropello.
En el comunicado que el mismo equipo de gobierno de la UAB emitió ayer se insiste en el tono de disculpa con los agresores. Tras su lectura, uno llega a la conclusión que los gobernantes de la UAB, más que condenar las pintadas y las amenazas, lo que pretenden es dejar claro que el rector no las merecía. Se insiste en que este no tenía más remedio que autorizar el acto de S’Ha Acabat por cumplir la asociación con los requisitos para estar inscrita en el registro pertinente. Se remarca que el rector tampoco es culpable de la carga policial porque no depende de él autorizar la presencia de uniformados en el campus. Y, por último, se vuelve al comodín de que la universidad es víctima de una confrontación de intereses políticos ajena a la misma. Resumiendo: habéis pintado la casa equivocada y amenazado a un inocente. Acertad la próxima. Lamentable.
La solidaridad con el rector de la UAB, o con otro dirigente de cualquier otra universidad, no esconde una realidad. Es la propia cobardía de los centros universitarios la que poco a poco ha ido empoderando las actitudes autoritarias de algunos grupúsculos de estudiantes en los campus. De tal forma que —independientemente de su cobertura ideológica— cada vez son más los pequeños rebaños de idiotas que se sienten con derecho a silenciar a quienes no comulgan con sus postulados.
En esta ocasión, la excusa de los totalitarios es que la asociación Ja n’hi ha prou comparte intereses y lazos con los ultraderechistas de Vox y con el resto de partidos de la derecha constitucionalista. Demos esta afirmación como buena. ¿Y? ¿Qué pasa aunque esto sea cierto? ¿No comparten el resto de las asociaciones estudiantiles intereses con otras formaciones políticas? El argumento de la UAB sobre una confrontación política que utiliza el espacio de la universidad como ‘ring’ de combate, como si se tratase de una novedad, es una solemne estupidez. Los sindicatos y las asociaciones estudiantiles siempre han estado politizadas. Lo que molesta en realidad es el perfil del nuevo actor aparecido en escena.
El argumento de la UAB sobre una confrontación política que utiliza el espacio de la universidad como ‘ring’ de combate es una estupidez
A quienes gobiernan la universidad ha de exigírseles mayor valentía y coraje para defender a quien quiere hablar y señalar abiertamente y expulsar, si es necesario, a quien pretende evitarlo. Templar gaitas solo sirve para que te acaben pintando la casa y amenazando. En la defensa de la libertad de expresión, un paso atrás siempre acaba siendo un paso adelante del enemigo. Vista este el uniforme que vista.