Ignacio Camacho-ABC
- La ley para rescatar a Begoña de las manos de los jueces incluye una exoneración masiva de presuntos delincuentes
Si alguien pensaba que el mayor acto de corrupción política que podía cometer un Gobierno (el español, en concreto) era el de cambiar los votos de investidura por una amnistía, más vale que vaya adaptando su capacidad de asombro a una dimensión desconocida. Porque, sin que sea posible saber hasta dónde puede alcanzar el atrevimiento sanchista, de momento ha empezado a tramitar la ley que concederá a la familia del presidente una impunidad a medida. Un proyecto cuyo prolijo articulado es pura farfolla porque su objetivo esencial está resumido en la disposición transitoria: una despenalización retroactiva de las causas abiertas por acusación popular donde sólo faltan los nombres de David y Begoña. Eso es lo único que importa; el resto es casuística colateral, prosa leguleya, mera retórica.
Sucede que para sacar adelante el artefacto es menester la anuencia aprobatoria del bloque completo de aliados. Y éstos están acostumbrados a cobrar por su respaldo, casi siempre en forma de adelanto. En esta clase de negociaciones impera la ley de hierro del mercado: a mayor urgencia de la demanda, el precio se vuelve más caro. De modo que el Ejecutivo ha procurado amparar al menos a Puigdemont, que al resultar anulada la personación de Vox en su caso podría regresar sin riesgo de ser encarcelado. Y de rebote, para garantizar el apoyo de Bildu las asociaciones de víctimas quedarían fuera de ¡130 sumarios! que involucran a terroristas vascos. Escarnio sobre escarnio.
La exoneración de la mujer de Sánchez va a conllevar así una auténtica suelta masiva de (presuntos) delincuentes, a los que se pretende rescatar de un solo plumazo de las manos de los jueces. Es la lógica de una legislatura asentada sobre una selecta coalición de lo mejorcito de cada casa: golpistas fugados o convictos, malversadores, receptores de comisiones y albaceas etarras. Gente digna de máxima confianza merecedora de perdón cristiano, generosidad laica e indulgencia con sus decisiones equivocadas. Pelillos a la mar; bienaventurados los perseguidos por la justicia, dice el Sermón de la Montaña. Aunque no añade que hiciera falta redimirlos mediante contrapartidas mercenarias.
Pero qué menos que compensarles la rectificación que ha supuesto el hecho de pasarse a tiempo al lado correcto. Sobre todo si en el mismo paquete pueden caber la esposa y el hermano del jefe supremo, inspirador de doctrina procesal, fuente del Derecho como un Bonaparte reencarnado en el solar celtibérico para legislar las bases de un orden nuevo. Y si aun así Puigdemont no se siente satisfecho, se le cede el poder de expulsar inmigrantes, se le regala un concierto financiero y se busca la manera de meter en cintura a esos ropones fascistas empeñados en meterlo preso. Sólo tiene que sumarse al grito de ‘free Bego’ para ser recibido de una vez por todas como honorable miembro del bando del progreso.