Feijóo ante el nuevo frentepopulismo

JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC

  • «El ‘primum movens’, o si prefieren la causa eficiente de esta radical transformación de la izquierda constitucionalista en principal enemigo del sistema del 78, es el separatismo golpista catalán. O, más exactamente, es una decisión crucial y fatal del único PSOE que existe: la de unir su futuro al montaraz secesionismo»

Al final la España de progreso consistía en liberar a una parte de los malversadores y violadores encarcelados, soltar antes a los otros y ponérselo más fácil a los futuros. Solo desde una obediencia ciega y cañariega propia de las sectas milenaristas se puede votar a quien eso perpetra. Y solo desde el interés bastardo y la conciencia de no valer nada puede el gallinero del Congreso (que empieza en la tercera fila) aprobar tales aberraciones. En cuanto al Senado, es todo gallinero… salvo cuando asiste Feijóo. Entonces es arena para pelea de gallos. El uno malayo, alto y violento; el otro inglés moderno, raza de pelea más reciente criada para no pelear. El resto cacarea. Los partidarios del gallo malayo ven llegar a su jefe, que los alimenta con cargo al granero público, y el cloqueo de pitas, con el vano aleteo, forma un espectáculo deprimente. Si pudiéramos traducirles, que podemos, vendrían a decir: «dame grano, compañero, dame grano». Estado de la socialdemocracia: vuelo gallináceo y humillación alimenticia.

La suelta de malversadores y violadores resulta de la coalición del PSOE con la hidra de siete cabezas que capitalizó el Movimiento 15-M: estaban muy indignados por la corrupción, ¿recuerdan? Eran feministas, ¿recuerdan? Bueno, feministas pero poco. De hecho, fue sonado el abucheo general a una pancarta que rezaba «La revolución será feminista o no será». La pancarta fue arrancada, si bien pronto volvió a instalarse mientras la Comisión de Feminismos del 15-M organizaba talleres para hombres acampados. En realidad, lo allí ocurrido anticipaba la explosión en España de los dos feminismos antagónicos: uno había luchado históricamente por las mujeres, otro venía a borrar a la mujer. Esa lucha se ha recrudecido en la academia, en los medios y en los entornos específicos del movimiento, que tiene al enemigo dentro. En el plano político, tan profunda crisis se ha traducido en la abstención de Carmen Calvo a la ‘ley trans’. El parto de los montes. Dale ahí, valiente.

Con todo, a nadie se le escapa que el ‘primum movens’, o si prefieren la causa eficiente de esta radical transformación de la izquierda constitucionalista en principal enemigo del sistema del 78, es el separatismo golpista catalán. O, más exactamente, es una decisión crucial y fatal del único PSOE que existe: la de unir su futuro al montaraz secesionismo. La lógica de fondo es que esa coyunda, otrora antinatura, contará siempre con el apoyo de la ultraizquierda y el PNV, puesto que PP y Vox son inaceptables para aquella, y Vox para este. He aquí una de las razones principales de dos errores cometidos por la derecha de la centralidad. A saber: desear muy intensamente que Vox no exista, y empeñarse –como hace Feijóo– en la prevalencia del principio según el cual debe gobernar el más votado.

¿Por qué son errores? Lo del primero es sencillo: porque Vox existe, y cada vez que el PP ha dado muestras de abierta hostilidad (la peor fue el discurso de Casado en la moción de censura), se comprueba que, tan pronto como se apagan los aplausos entusiastas del PP, ya sea en las Cámaras, ya en la prensa, hay un trasvase de voto potencial del atacante al atacado. Es justo reconocer que Feijóo llegó con esa lección aprendida y no decora sus diferencias con Vox (por ejemplo, a la hora de presentar otra moción de censura) con insultos gratuitos y contraproducentes. Acaba de decir que «el electorado de Vox es un electorado que viene del PP y creo que lo podemos captar». Algo perfectamente legítimo.

El segundo error sí lleva el marchamo del actual líder del PP: Feijóo se ata un brazo a la espalda ¡en el fragor de la contienda! al insistir en que debe gobernar el más votado: «Si no gano, no [quiero ser presidente del Gobierno]», dice en Antena 3, para pedir acto seguido el mismo compromiso a Sánchez. Pero, en primer lugar, Sánchez no se comprometerá a tal cosa. Es más, como todo el mundo sabe, si se comprometiera y quedara segundo no cumpliría con su palabra. La palabra de Sánchez no vale nada. ¿Cuántas pruebas más se necesitan para entenderlo? Naturalmente, Feijóo está enviando un mensaje a los votantes potenciales de Vox: si quieren acabar con el sanchismo deben votarme a mí, puesto que debilitarme hará que Sánchez siga gobernando. Es lo del voto útil, pero con refuerzo añadido. Debemos la refutación más clara a Federico Jiménez Losantos, que tiene en su favor haberlo previsto todo en ‘Lo que queda de España’ (1979, nada menos). A ver quién lidia con esto: FJL plantea la hipótesis de que el PP obtuviera un 30 por ciento en generales, Vox otro 30 por ciento y el PSOE un 31 por ciento. Pues bien, en esa situación de enorme mayoría de centro-derecha y derecha, para Feijóo debería gobernar Sánchez. O sea que ese refuerzo al voto útil solo se sostiene y es racional si Feijóo está pensando en incumplir su compromiso dependiendo de la suma final de PP más Vox, quede donde quede el PSOE. ¿Es Feijóo un hombre dispuesto a incumplir un compromiso público tan importante a la primera de cambio? Yo creo que no. Pero eso es, acaso, porque queremos ver al próximo presidente del Gobierno como lo opuesto a Sánchez en todo.

Mucho más útil que trabajar por la futura distribución del voto de la derecha, resabio de banderías del todo inadecuado en una situación de emergencia nacional, será perseverar en la crítica y en la acción. La crítica sin componendas que el PP ya está practicando, pues lógicamente percibe los peligros de las últimas embestidas del sanchismo contra el sistema constitucional. La acción sin descanso, como el certero y oportuno recurso de amparo ante el TC.