Olatz Barriuso-El Correo
- El líder del PP debe afianzar su liderazgo con un discurso propio y a la vez competir con el PNV
El discurso que Alberto Núñez Feijóo pronunció ayer en Gernika, en vísperas del 44 aniversario del Estatuto, es tan significativo por lo que omite como por lo que abiertamente menciona. Por ejemplo: el líder del PP cita a Arnaldo Otegi por su apellido, sin sobreentendidos, para denunciar la «ignominia» que supondría aupar a la Lehendakaritza a quien «celebró» los atentados de ETA. También alude, directamente, a Bildu y a los independentistas catalanes, con esas letras, para lamentar que, en la melé oscurantista de las negociaciones de investidura de Pedro Sánchez, se premie a quienes compara con el matón de colegio.
No hay que ser muy avispado para detectar a cuál de esos socios cuyos votos necesitará el presidente en funciones todo el tiempo y sin excepción no se refiere Feijóo cuando denuncia los efectos perversos que sobre la convivencia tendría ceder ante las «imposiciones» de los nacionalistas. Efectivamente, al PNV. No hubo alusiones a los de Andoni Ortuzar o, al menos, no alusiones directas. Porque en la alocución del presidente popular subyacía la toma en consideración no sólo de la diversidad territorial de España, el argumento vertebrador de todo el discurso, sino también de las bondades del entendimiento con «los nacionalistas democráticos» en el marco del actual Estado de las autonomías.
El reproche a Sánchez por «engañar» a los jeltzales y la promesa de que él no hará eso «nunca» por el «respeto» que le merecen supone una novedad de calado en el discurso de Génova. Trasluce la voluntad de, como mínimo, explorar, en un futuro hipotético en el que las circunstancias (léase Vox) lo permitieran, un acuerdo beneficioso para ambas partes. Un pacto de estricto interés mutuo como el que en su día suscribieron Aznar y Arzalluz o, más recientemente, la actual cúpula con Rajoy.
Claro que todo eso no sólo no se explicita sino que simplemente se apunta para el buen entendedor. Porque, al margen de que Sánchez logre cruzar el Rubicón de la investidura o se repitan las elecciones en enero, Feijóo tiene ante sí el reto de afianzar su liderazgo al frente del PP y de hacer viable a su vez un Gobierno encabezado por su partido a corto o medio plazo. Todo eso cuando, no por casualidad, Isabel Díaz Ayuso vuelve a alentar la ilegalización de Bildu, en el mismo acto en Valdemoro en el que dio a entender sus simpatías por Javier Milei. Justo el camino contrario al que recorre Feijóo con su elogio de los valores estatutarios o con su defensa, tampoco por casualidad, de la gestión territorial de los fondos europeos.
En un tiempo político en el que las mayorías absolutas son cosa del pasado y por mucho que los populares pudieran ‘comerse’ a Vox, la estrategia moderada de Feijóo pasa necesariamente por cultivar el acuerdo con parte del nacionalismo con representación en el Congreso. Pero, a la vez, el resurgimiento del PP en Euskadi pasa por disputar sin complejos al PNV el voto centrista y templado que se les fugó en dirección a Sabin Etxea. Feijóo busca cuadrar el círculo aparcando radicalmente las estridencias. El tiempo dirá si lo logra.