- El líder del PP se ha presentando como un analgésico para que los cerebros de los españoles descansen de tanta supuesta batalla cultural a grito pelado
Tocqueville hablaba del aburrimiento como elemento movilizador en la política. Esto no ha gustado nunca a la izquierda, más dada a la fantasía épica de las masas concienciadas que derrotan al neoliberalismo desatando un tsunami. Ojo, que la épica no es solo de izquierdas. Recuerdo a un aspirante a asesor presidencial que decía que lo que faltaba al partido era “más épica”. Es cierto que la sombra de Juego de Tronos y Los Vengadores es muy alargada, pero se recomienda siempre sensatez.
Volvamos al aburrimiento, que hoy podríamos entender como cansancio. Unas personas aburridas pueden acabar pegando fuego al mobiliario urbano y pegándose con los antidisturbios solo para divertirse. Unos individuos cansados, no. Lo que quieren es que baje el ruido y les dejen en paz. No soportan más historietas políticas, ni rebuznos disfrazados de genialidad, ni mediocridades sin historia laboral a los que regalan cargos públicos para fastidiar a otra facción de vagos, ¿verdad, Lilith?
El tiempo de la ebullición terminó, de las medianías de la nueva política que vienen a salvarnos del apocalipsis generado por el bipartidismo, o de la demagogia low cost de individuos ensoberbecidos. Ya no tienen efecto los superlativos aplicados a la derecha como “ultra” y “extrema”, porque ahí están los mencionados entre nosotros sin que nada haya cambiado. De hecho, los únicos que desfilan por las calles hablando de violencia, homenajeando a asesinos y portando antorchas son Bildu y ERC, los amigos de la izquierda.
Hemos pasado ya del momento hippie, casi del 68, en el que los “progresistas” (ríase luego, por favor), hablaban con éxito desde la Moncloa de la emergencia climática, de brazos abiertos con los inmigrantes ilegales, y del cierre de nucleares. Lejos quedó aquella Agenda 2050 del paraíso sanchista, con pines arco iris y muchísimo Estado confundido con el Gobierno y el partido único. Ese gran proyecto de transformación justificaba el latrocinio fiscal, esa manita ajena en tu bolsillo que saca pasta sin parar para devolvértela como regalo del Gobierno.
Ahora se dice que Sánchez ha entregado el centro político al PP. Nunca lo tuvo. Es que los tiempos han cambiado. La gente está harta del griterío, de los exabruptos, de los Lastra, Echeniques y demás ralea. Se ha cansado. El cerebro tiene un límite para asimilar la tensión ajena. Hay un momento en el que, por puro acto defensivo, el cerebro decide no escuchar y separarse de quienes gritan y transmiten continuamente negatividad. Son políticos tóxicos y nos separamos de ellos.
Sánchez sigue con sus exabruptos anticapitalistas y demagógicos, haciendo oposición a la oposición, y purgando constantemente sus filas. No hay semana en la que no nos regale tres o cuatro noticias en este sentido. Si no es un cese para el que tiene que mentir, como el embarazo de Lastra, es que hay señores con puro que conspiran en cenáculos. Otro día dice que va a castigar a los bancos, generando así una inseguridad jurídica muy poco democrática y nada inteligente que repercutirá en el cliente. Esto cansa a cualquiera, sobre todo a la vuelta de la compra o de echar gasolina.
Descanso para el electorado
¿Por qué la gente se va al PP? Feijóo se ha presentando como un analgésico para que los cerebros de los españoles descansen de tanta supuesta batalla cultural a grito pelado, de ese coro de catetos con cargo a los que ponen un micro delante. El partido popular quiere mostrarse a los españoles como una opción para descansar tras años de bullangas y locuras, de golpes de Estado, epidemias descontroladas, mentiras gubernamentales, y crisis económica y social.
Son muchos años ya de indignidad como para no cansar a la gente corriente. Nada que salga de la coalición Frankenstein sosiega a la mayoría de españoles. Un buen ejemplo es todo lo que tiene que ver con Bildu y los etarras. No solo han acercado a los asesinos condenados al País Vasco, tal y como exigían, regalando homenajes y un relato para blanquearlos como luchadores por la libertad. Si no que el nuevo Fiscal General del Estado quiere archivar la causa de Miguel Ángel Blanco porque lo pide Bildu.
Todo esto provoca un cansancio profundo que acaba siendo doloroso, como ese estrés que genera migraña. Así, la solución es un analgésico que calme el dolor, una pastilla que se toma una vez con un poco de agua, y que nos permite hacer otras cosas. Vamos, un partido al que votar y olvidarse de la vida política por un tiempo para centrarnos en lo privado. Tampoco está mal pensado.