ISABEL SAN SEBASTIÁN-ABC

  • El presidente, que se sabe perdedor, no tuvo más asidero que Vox para enfrentarse al lider del PP

TANTA preparación concentrado durante el fin de semana, tanta insistencia en exigir debates, para acabar recurriendo a las mentiras, los gestos exagerados y los trucos de marrullero en un intento desesperado de rebatir los datos y las propuestas de Alberto Núñez Feijóo. Si Pedro Sánchez confiaba en el encuentro de ayer para recortar la ventaja que le saca el líder del PP, es de suponer que habrá pasado muy mala noche, porque la sensación que transmitió a los espectadores fue la de un candidato nervioso, poco preparado y maleducado, que usó y abusó de la interrupción, el embuste, las vaguedades y las acusaciones infundadas para suplir su abrumadora falta de argumentos. Al otro lado de la mesa, el líder del Partido Popular derrochó solvencia en el bloque económico, primero de la noche, que ganó con holgura por su actitud respetuosa y tranquila, su dominio de la información y su seriedad. La victoria fue acrecentándose a medida que avanzaba la noche.

El socialista estaba nervioso. Nunca había jugado en un terreno neutral y con árbitros que se suponía iban a ser imparciales, hasta que Ana Pastor sacó a la palestra a Vox, en referencia a la violencia contra las mujeres, sin contraponerlo a Podemos, ERC o Bildu. Feijóo sorteó la trampa con habilidad, apelando a los violadores liberados merced a la ley del solo sí es sí. Dos cero y un Sánchez cada vez más crispado, elevando el tono y la gestualidad, frente a un rival imperturbable a quien el presidente no dejaba hablar.

Pese a la insistencia de los moderadores en referirse a Vox, haciendo abstracción de los socios de Sánchez, Feijóo halló el modo de espetar a su interlocutor que después de pactar con Bildu no es quién para dar lecciones en esa materia. Y de comprometerse a defender España y la Constitución. A esas alturas del debate resultaba difícil seguir el hilo, porque las constantes interrupciones de Sánchez impedían a Feijóo desgranar su discurso. Aun así, colocó sus mensajes con eficacia, sin perder ni una vez la compostura. No hacía falta presenciar el cara a cara para constatar las enormes diferencias que separan a ambos candidatos, pero estas quedaron de manifiesto con una claridad meridiana. Después de gobernar contra la unidad de España, contra la transparencia, contra la independencia de las instituciones, contra la verdad, contra el progreso y contra la prosperidad, Pedro Sánchez no tuvo más asidero que Vox para enfrentarse al líder de la oposición que le saca una ventaja considerable en las encuestas y salió a la palestra a ganar, armado de datos, convicciones y templanza. Su mejor golpe fue firmar en directo un documento comprometiéndose a facilitar la investidura de su rival si el socialista resulta ser el más votado. La negativa a hacer lo propio de un Sánchez a esas alturas desarbolado, a la defensiva, verborreico y sudoroso, dejó claro ante la audiencia que se sabe perdedor.