Rubén Amón-El Confidencial
Rajoy y Casado lanzan en Ourense la candidatura del presidente de la Xunta, que es el eslabón perdido entre ambos y el líder natural del PP nacional
Tenía que ser en Ourense, la provincia original de Feijóo. Y tenía que ser en el Pabellón de los Remedios, dimensión logística y alegórica de una Epifanía a la que acudieron como los reyes de Oriente el viejo Rajoy y el nuevo Casado, conscientes ambos de que el presidente de la Xunta representa el eslabón perdido entre un líder crepuscular que se marchó demasiado tarde y otro líder ‘millennial’ que ha llegado demasiado pronto.
Debe sentirse orgulloso Núñez Feijóo de la ceremonia de botadura de su candidatura, pero más debe estarlo de haber procrastinado los planes de aterrizaje en Madrid. Su paciencia y posición de espera lo convierten en la versión posmoderna de Godot, pero también demuestran su instinto político. No era el momento. Casado ejerce la oposición entre dos oposiciones que lo asfixian —Sánchez y Abascal—, mientras que Feijóo ha convertido Galicia en el laboratorio que nutre el arquetipo del ‘candidato perfecto’. No hablamos aquí de características ideológicas, sino de categoría taxonómica, cuando no darwinista. ‘Perfecto’ quiere decir que es un líder conservador… muy poco conservador. Que no es joven ni mayor. Que abjura de las siglas del PP en sus carteles al mismo tiempo que se presenta exclusivamente con ellas. Que repudia a Vox tanto como se distancia de Ciudadanos. Que atrae el voto urbanita y el del campo. Que desafía a Casado a la vez que lo abraza. Que reunifica en su corona la unidad territorial y la sensibilidad identitaria, hasta el extremo de atraer en las aldeas a los vecinos de mayor sentimiento ‘nacionalista’. Es más, la versatilidad política de Feijóo, sensible a las libertades y a las leyes que han evolucionado la convivencia de la sociedad —matrimonio gay, aborto…—, explica que simpaticen con su candidatura bastantes sufragistas de la socialdemocracia, más o menos como le sucede al socialista-maximalista Abel Caballero con los votantes conservadores.
El antagonismo político y personal entre ambos justifica también la idea antigua del bipartidismo. Feijóo es un líder extemporáneo, como el alcalde de Vigo, porque se desenvuelve en la expectativa de la mayoría absoluta, aunque tiene más mérito obtenerla en una comunidad tan heterogénea que en un municipio concreto. Las políticas autonómicas se antojan más genéricas y atmosféricas de cuanto puedan demostrarlo el sensacionalismo y el pragmatismo de Caballero en su territorio emancipado. También él arrinconó las siglas del PSOE en su campaña. Y convirtió su carisma y su eficacia en la fórmula de la vida eterna.
Va camino de conseguirla Núñez Feijóo en los comicios que pueden garantizarle su cuarta mayoría absoluta consecutiva. Se ha sacudido la consigna genovesa de aglutinar las marcas del PP y de Cs. Y ha construido una suerte de candidatura plebiscitaria: o todo o nada. O mayoría absoluta o fracaso igualmente absoluto.
Las encuestas conceden un lugar privilegiado a la primera hipótesis. No solo por la decadencia de las mareas podemistas y por los votos que se malogran en la división de la izquierda, sino además porque solo concurre una derecha en Galicia. Vox se percibe como un partido extravagante, mesatrio-cipotudo, del mismo modo que Cs se resigna a un papel anecdótico, insustancial.
Es la perspectiva desde la que Núñez Feijóo perfila la victoria de su baronía y garantiza su posición de contrapoder a… Pablo Casado. Sería el ‘cospedalista’ Feijóo una figura de enorme poder en la familia popular, más todavía que el ‘sorayista’ Juanma Moreno en Andalucía. Quizá nunca termine de desembarcar en Madrid y se prolongue la revelación, pero el centro de gravedad de Galicia puede condicionar la política de Génova. Y hasta puede reanimarla, especialmente para rescatar a Casado de su oposición negligente y de la pulsión suicida que implica acercarse a las sirenas de Santiago Abascal: acaba de demostrarlo el sabotaje del PP a sí mismo en Euskadi.
El ceremonial de ayer conmemoraba los 11 años de la primera victoria de Feijóo y evocaba la fertilidad que supuso Galicia para el cambio de rumbo de la política española. Fue aquí donde empezó la gran remontada de los populares. Y donde ayer acudieron a convocarla el fantasma de Rajoy y el duende de Casado.
La imagen de ambos levantando los brazos de Núñez Feijóo aloja todos los síntomas de un símbolo precursor. El fiasco de la mayoría absoluta amenaza con malograrlo, pero la supervictoria del 5 de abril demostraría que el presidente gallego es el ‘candidato perfecto’ para disputar la Moncloa, a no ser que Feijóo prefiera emular al personaje fantasma de Beckett.