- Llegado el momento, en el caso de una victoria de Vox, la incógnita a despejar es si Feijóo entregaría sus votos para llevar a Abascal a la Moncloa
«A Feijóo se le está poniendo cara de vicepresidente», bromean ahora en Vox, en línea con lo que dijo Abascal sobre su candidato a la Junta de Castilla y León. «A Juan (García Gallardo) se le está poniendo cara de vicepresidente». Y lo es. Profecía autocumplida. La vicepresidencia de Feijóo no está tan clara pero en las filas de Vox ya no se contempla el sorpasso como una entelequia. Cada día lo ven más cerca. Y esgrimen argumentos nada desdeñables. He aquí unos cuantos, quizás certeros.
SUBIDÓN EN LAS ENCUESTAS. Bailan los vaticinios demoscópicos sobre PP y PSOE, el primero, en alza tras la llegada de Alberto Núñez Feijóo y la salida de Pablo Casado, vencido en su pulso con Ayuso. Unánimes son las cábalas demoscópicas sobre Vox. Es el partido que más sube y le roza ya los pelillos de la nuca al PP. Apenas un par de puntos. Tan solo un puado de escaños. Es una progresión sostenida, in crescendo, como la Kreutzer de Beethoven.
LA CITA ANDALUZA. Feijóo medirá su potencia de fuego electoral al frente del PP en las elecciones andaluzas, que se adelantan. Junio o más bien septiembre. Será su prueba de fuego. Cierto es que Juanma Moreno, actual presidente, que exhibe una gestión muy elogiada, tiene la victoria en el bolsillo. Vox, quizás con Macarena Olona de cabeza de cartel, amaga con ser la gran revelación de las urnas. En ello confían los estrategas de Abascal que dan por hecho que Andalucía será la palanca que consolide su proyecto. Habrá que analizar al microscopio esos resultados y proyectar su posterior efecto a escala nacional.
TRES FICHAJES. El anuncio de los nombres que ocuparán las tres carteras que a Vox le corresponden en la Junta de CyL ha producido cierta sorpresa y notable aceptación. Perfiles serios, profesionales, técnicos, bien valorados socialmente y muy alejados del tradicional figura del advenedizo, trepa y oportunista que suelen frecuentar las filas de los partidos sin mucho pasado. Llamó positivamente la atención el fichaje de Gonzalo Santonja al frente del departamento de Cultura, un profesor, escritor y ensayista sumamente reconocido y respetado pese a una campañita que emergió suciamente en las redes. Vox está bajo la lupa. Es la primera vez que entra en un Ejecutivo regional. Le toca demostrar que, además de arremeter contra el monopolio progre, también sabe gestionar. Un impulso, además, para la cita andaluza.
Las respuestas al presidente en la Cámara Baja, por el lado de la derecha, correrán a cargo de Santiago Abascal, que no se ha visto en otra. Se va a hinchar de tocar balón
LA RECONSTRUCCIÓN DEL PP. El nuevo presidente del PP necesita tiempo. Es probable que Pedro Sánchez, asfixiado y casi sepultado por una crisis económica que le supera, adelante las generales. Sería mala noticia para Feijóo, sumido en la endiablada tarea de infundir ánimo y renovar las estructuras de un partido maltrecho. Acaba de designar a Cuca Gamarra, tan laboriosa como escasamente brillante, como su mano derecha en esa tarea. Algunos factores actúan en contra del líder gallego. No dispondrá del altavoz del Congreso, no es diputado, por lo que intentará aterrizar en el Senado, que no es lo mismo. Las respuestas al presidente en la Cámara Baja, por el lado de la derecha (al margen del portavoz popular, sea quien fuere) correrán a cargo de Santiago Abascal, que no se ha visto en otra. En estos meses se va a atracar de balón.
LA SOMBRA NACIONALISTA. Las voces más respetadas de Vox van a atacar con insistencia a Feijóo por el que piensan su flanco más débil. Le reprochan actuar como ‘un nacionalista gallego‘ por la imposición de la lengua en las aulas. Un asunto al que los votantes del PP, fuera de esa región, son muy sensibles. Feijóo se afana estos días por mostrarse intransigente con los exclusivismos identitarios. Su discurso en Barcelona fue buen ejemplo. Deberá insistir en esta línea, aunque escuchará los bramidos de Vox como quien oye llover. En Santiago.
Feijóo corre el riesgo de convertirse en el nuevo ‘míster No es No’ de la política nacional. Algo inevitable pero nada recomendable de cara a hacerse con ese espacio centrista al que aspira
LAs TRAMPAS DE SÁNCHEZ. Como líder de la oposición, deberá Feijóo lidiar con con tiento las sucesivas ofertas de diálogo que le lleguen desde la Moncloa. Ahora mismo está sobre la mesa el reclamo de ‘unidad’ invocado por Sánchez a su plan para hacer frene a los daños por ‘la guerra de Putin’. Si Feijóo dice ‘no’, será tachado de antipatriota y demás descalificaciones groseras que despachan los voceros de Ferraz. Caso de sumarse a la propuesta, será Vox quien le reproche el ir de la mano de un Gobierno que a nadie consulta y a todos desprecia. Invitaciones venenosas de este tipo abundarán sin pausa. Feijóo corre el riesgo de convertirse en el nuevo ‘míster No es No’ de la política nacional. Algo inevitable pero nada adecuado para quien aspira a ocupar ese espacio centrista que abandonó Cs y que ahora está en disputa.
En la noche electoral, sea cuando sea, podría suceder lo inesperado. Por ejemplo, una victoria de Vox, bien en escaños, bien en papeletas, que le abra el camino a la Moncloa. ¿Se lo cerraría Feijóo? ¿Le negaría sus votos a Abascal y permitiría que Sánchez siga en el poder? ¿Abriría las puertas a un Gobierno de coalición, al estilo castellano? Un escenario improbable aunque posible. Una especie de laberinto endiablado. El nuevo líder del PP -que habla de dejar gobernar al más votado, pensando siempre en el PSOE- deberá aquilatar con prudencia e instinto, virtudes que le adornan, estos primeros pasos en su mandato. Para empezar, se aguarda con enorme interés su discurso programático y germinal en Sevilla. Ahí empieza todo. La refundación de lo refundado. Este domingo arrancará también ese competido y ameno concurso para dilucidar a quién se le pone más cara de ‘vice’, si a Feijóo o a Abascal.