Gabriel Sanz-Vozpópuli
- Pese a sus mayorías gallegas, fuera no es percibido tan ganador como para mostrarse tan confiado en que La Moncloa será suya solo porque en 2023 se le escapó
Alberto Núñez Feijóo, a quien asiste el prestigio nada desdeñable de haber logrado cuatro mayorías absolutas seguidas en Galicia, su tierra, todavía no es percibido en el resto de España lo suficientemente ganador como para mostrarse tan confiado como aparenta en que la Presidencia del Gobierno va a ser suya solo porque en 2023 se le escapó; y porque miles de jóvenes hayan gritado este verano en conciertos y las plazas y pueblos en fiestas «¡Pedro Sánchez hijo de puta!» a modo de Delenda est Cartago que veremos a donde llega.
La primera objeción a ese estado de plácido optimismo que parece haberse impuesto en las filas populares es que la mayor abstención ante cualquier elección se registra invariablemente entre esa marabunta de hormonas alborotadas por el calor del verano y el alcohol. Por contra, quienes más se acercan a las urnas son los sectores maduros de la sociedad, particularmente diez millones de jubilados revalorizados en sus pensiones durante una década por ese mismo Sánchez al cual ahora insultan sus nietos… ¡Quieto parao!
Siempre ha sido así. Cuidado con creerse a pies juntillas los cantos de sirena de unos sondeos que apuntan, indefectiblemente, a un Gobierno PP-Vox una vez acabe el recuento de votos y poco menos que ya todo es tiempo de descuento de un partido que nunca se debió empezar a jugar en julio de hace dos años; porque, como decía en aquel italiano macarrónico el inolvidable Juanito para invocar el Espíritu del Bernabéu las noches de partido de vuelta de la Copa de Europa: «90 minuti en el Bernabéu son molto longo«.
Pongámonos en situación: Imagínense por un momento el líder del PP y su equipo de asesores lo longa que se les puede hacer media legislatura más así si el que en su fuero interno siguen considerando okupa de La Moncloa desde 2018, al que pretenden desahuciar, logra finalmente que su lanzamiento y el de Begoña Gómez -y el cambio de colchón, en la terminología presidencial- se demore a 2027, como mínimo.
¿Quien ha convencido al Feijóo presidente del Gobierno ‘in pectore’ de que, por la vía de salirse del corsé institucional al que está obligado todo aspirante con posibilidades serias, logrará más votos de antiguos electores socialistas moderados y, sobre todo, que los del «¡Pedro Sánchez, hijo de puta!» van a acabar votando una vulgar copia y no a su idolatrado Abascal?
Hasta aquí he querido analizar de manera cruda, incluso provocativa, como veo el inicio de este curso político y de una estrategia que solo tiene un claro beneficiario, a la luz de los primeros sondeos, todos, de este lunes: Santiago Abascal; el mismo Abascal que sin abrír la boca este verano ni con los incendios ni con sus propuestas -a cual más disparatada- en inmigración, como aquella de hundir el barco Open Arms o la,devolución -imposible de ejecutar- de irregulares y menores no acompañados (Menas) a sus países de origen, se sitúa ya por encima del 17% en intenciòn de voto en las encuestas y superando los 50 diputados.
¿Quien ha convencido al Feijóo presidente del Gobierno in pectore de que, por la vía de salirse del corsé institucional al que está obligado todo aspirante con posibilidades serias y de un discurso corrosivo contra Sánchez va a lograr más votos de antiguos electores socialistas moderados y, sobre todo, que los del «¡Pedro Sánchez, hijo de puta!» Van a acabar votando la copia y no a su idolatrado Abascal? ¿Alguien en la sede popular de la calle Génova cree que un Vox con 50 diputados, mínimo, no sería peor dolor de cabeza de lo que ya fue para Alfonso Fernández Mañueco en Castilla y León, María Guardiola en Extremadura o Fernando López Miras en Murcia antes de dejar los gobiernos autonómicos? ¿En serio?
Antes de que cunda el pánico -que cundirá- tras ver el Verano Azul que han puesto en bandeja a Abascal con polémicas artificiales como aquella disparatada de la alcaldesa popular de Jumilla (Murcia), consistente en vetar que los musulmanes de la localidad sigan celebrando su anual fiesta del cordero en un polideportivo de la localidad, Feijóo y los suyos deberían responderse estas dos preguntas: ¿Cómo es posible que, estando hoy más cercana la posibilidad de cambio, la parte de la ciudadanía que lo va a hacer posible se encandile más con este Vox aparentemente resucitado tras haber bajado de 52 Diputados (2019) a 33 (2023) que con el teórico protagonista del cambio? ¿Qué habremos hecho mal?
¿En qué quedamos? ¿La gravedad de la situación política de España justifica, por un lado, la no presencia del líder de la oposiciòn en la apertura del Año Judicial el viernes pasado arropando al Rey, pero no impide hacer exhibición el fin de semana en redes de una jarana personal con insulto al rival por medio?
En política, el control de los tiempos es fundamental y pienso que hasta en eso ha fallado el líder popular en esta reentré del curso; me explicó: su decisión de no acudir a la apertura del Año Judicial con el Rey y las principales magistraturas y Fiscalía, en señal de protesta por la presencia del fiscal general, Alvaro García Ortiz, conllevaba un calculado e inevitable desgaste: la erosión en la previsibilidad que se presupone a todo candidato presidencial y más a un Feijóo que presume de ello.
Pero lo que más desconcierta es haber visto que en la madrugada del sábado al domingo subía a Tik-Tok -sí, lo subiò él, no fue un robado– un vídeo festejando su cumpleaños cantando y bailando el célebre Mi limón, mi limonero con el intencionado rótulo Me gusta la fruta, de Isabel Díaz Ayuso contra Sánchez, que ha hecho furor en las filas del PP. No digo que el candidato no tenga derecho a celebrar su efeméride en privado, no, pero sí digo que como dirigente de máximo nivel debe intuir, sin que nadie se lo diga, que «gravísima crisis institucional» y exhibición de «fiesta» son conceptos antitéticos en política, se ponga como se ponga.
Es más, ¿Era necesario hacernos saber que a él Pedro Sánchez también le parece un «hijo de puta», como a Ayuso y a miles de chavales que lo corean? ¿No podía haberse ahorrado un desahogo que, intuyo, habrá agradado mucho a los muy cafeteros… y habrá espantado al resto, que somos muchos más?
¿En qué quedamos? ¿El gravísimo deterioro político e institucional de España que conlleva la «provocaciòn» (sic) del Gobierno por mantener contra viento y marea en su cargo del Fiscal General, y que justificó la ausencia del líder de la oposición en la apertura del Año Judicial, no frena al Feijóo más cerebral, el de la «política para adultos», no como la que hacía Pablo Casado, exhibir en redes de una jarana personal con insulto al rival por medio la madrugada siguiente? ¿Nadie de ese entorno genovés -desengáñense, los líderes no llevan sus redes sociales desde el móvil como el resto de los mortales- contó hasta cien antes de dar al clic?
¿Tampoco ve Feijóo que desvelar en una entrevista este lunes que Felipe VI «entendió» (sic) que no iría a la apertura del Año Judicial mete sin querer al Monarca en un debate imposible contra el Gobierno y contribuye a erosionar aún más la primera y más importante de las instituciones que dice defender?
Y para concluir esta reflexión sobre el inicio de curso del PP, después de asistir a un lamentable verano en lo político con ese espectacular enfrentamiento cainita entre socialistas y populares: ¿Tampoco ve el líder del partido más votado, sin necesidad de que ningún asesor le diga nada, que desvelar en una entrevista este lunes que cuando le anunció en privado a Felipe VI que no iría a la apertura del Año Judicial éste lo «entendió» (sic) mete sin querer al Monarca en un debate imposible contra el Gobierno y contribuye a erosionar aún más la primera y más importante de las instituciones que dice defender?
En fin, no seré yo quien niegue a Alberto Núñez Feijóo ni a nadie su derecho a celebrar el cumpleaños o lo que quiera, incluso a equivocarse en los modos y maneras, pero bien hará en reflexionar cuanto antes la autocomplacencia de intuirse próximo presidente del Gobierno, sí o sí, que transmiten él y su entorno y bajarse del guindo (limonero) al que por momentos parece subido al calor de lo que solo son encuestas.