Todo está dispuesto para desembarcar en esa playa que denominamos el Congreso de los Diputados y avanzar por el terreno que el enemigo ha sembrado de minas, trampas, alambradas y obstáculos. Habrá que hacerlo, además, bajo el intenso fuego informativo que los medios de comunicación adversarios lanzarán sobre quienes intenten ganar terreno y consolidar cabezas de puente. Es una batalla a la desesperada, trágica, heroica, una batalla que se presiente perdida de antemano, una batalla parlamentaria en la que se sabe que no se cuenta ni con la munición ni con la tropa necesaria para ganarla.
Pero debe plantearse y así lo ha entendido el PP, que por algo fue el ganador de los últimos comicios. Hay que ir al Congreso y plantar cara al totalitarismo sanchista, explicando a los españoles de todas las ideologías lo que significaría la ley de amnistía para que unos golpistas como Puigdemont y su banda den sus votos a Sánchez. Hay que dejar bien claro que con un Sánchez ejerciendo de nuevo como presidente la desigualdad entre españoles según dónde vivan y la lengua que utilicen cotidianamente se verá brutalmente incrementada. Hay que señalar como dictatoriales los métodos del separatismo catalán y vasco, de su política de señalamiento y cancelación, de su carga supremacista y excluyente.
Hay que atacar con todo el fuego de la razón y de los números y apartar la hojarasca del discurso floral de las Yolandas de turno, mostrando a la luz la brutal realidad que esconden tras sus risitas y sus modelitos
Hay que insistir en la cultura del cancelamiento comunista, de sus chiringuitos, de su incapacidad para gobernar con un mínimo de fundamento – véanse al ministro Garzón, a Irene Montero o a Yolanda Díaz y sus despropósitos -y hay que hablar de que con Sánchez ni el Reino Unido o los USA quieren invertir en España, que las multinacionales se van a otros países, que el coste de la vida se ha disparado y los precios en los supermercados están alcanzando niveles jamás vistos. Hay que atacar con todo el fuego de la razón y de los números y apartar la hojarasca del discurso floral de las Yolandas de turno, mostrando a la luz la brutal realidad que esconden tras sus risitas y sus modelitos: violadores, pederastas y delincuentes sexuales están mejor ahora tras la ley del Sí es Sí que antes. Hay más parados, encubiertos tras el trampantojo de los fijos discontinuos. La deuda pública ha adquirido una dimensión tan brutalmente desproporcionada debido al gasto de Sánchez que no habrá manera de pagarla. Y en Europa se preguntan porque Nadia Calviño ni siquiera ha sabido repartir los fondos europeos para ayudar a la sociedad a salir adelante, porque están guardados en una cajita. Y lo gastado ni se ha justificado en Bruselas ni parece que se vaya a hacer.
Son tantas las balas dialécticas, morales, estadísticas, políticas y democráticas que pueden emplearse contra ese enemigo solapado, agresivo, vocinglero y autocrático que sería inútil citar más. Lo que si es preciso es salir a la playa con moral de victoria, con decisión y sin titubeos, con el agradecimiento y respeto a los contingentes de otros ejércitos políticos que te acompañen en ese desembarco. Y dejar claro que, se gane o se pierda la investidura, esto es el principio del final del sanchismo, es el primer hito de su inapelable ruina, es el primer aldabonazo en la puerta de la Moncloa que le ha de recordar al maniquí autócrata que su tiempo ha terminado.
España vive un momento gravísimo en el que todas las instituciones e incluso la propia democracia están en peligro de caer en manos de quienes han hecho de la delincuencia y el desprecio a la ley su norma de conducta en política
Seguiremos atentamente este acontecimiento de una importancia histórica indiscutible, porque España vive un momento gravísimo en el que todas las instituciones e incluso la propia democracia están en peligro de caer en manos de quienes han hecho de la delincuencia y el desprecio a la ley su norma de conducta en política. Aquí lo que se ventila no es si Feijoó sale presidente o no sale. Lo importante es que Sánchez salga tan debilitado que vayamos a la repetición de elecciones. Porque no podemos permitirnos que la nación dependa de quienes quieren destruirla.