Cristian Campos-El Español

Estamos viendo dos campañas electorales radicalmente antagónicas que se corresponden con las dos diferentes situaciones personales que afectan a los dos candidatos en liza. La de Pedro Sánchez es la campaña de alguien que se despide obligado y en contra de su voluntad de aquello que ha deseado durante toda su vida política y que le ha llevado a defender (en público: está grabado) el principio maquiavélico de que el fin justifica los medios.

La de Feijóo es la de quien llega a un cargo que ni siquiera figuraba en sus planes hace apenas dos años.

Esa diferencia de grado en las respectivas ansiedades de ambos, visible a simple vista, está determinando el tono de estos últimos días de campaña. Oscuro, agrio y plagado de fake news (ayer mismo la Comisión Europea se vio obligada a desmentir un bulo publicado por Xavier Vidal-Folch en El País que ponía en boca de Ursula von der Leyen comentarios despectivos sobre Alberto Núñez Feijóo), y más por parte de uno de los candidatos que del otro.

Lo que está viendo Feijóo durante estas últimas horas son, efectivamente, los medios que Sánchez, su entorno político y su entorno mediático creen necesarios para garantizar sus fines. La intensidad de esos medios se incrementará a medida que pasen las horas.

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Se avecina una remontada, dicen altos cargos del PSOE en privado y Pedro Sánchez en público. La viga maestra que sostiene tan formidable afirmación es el error de Feijóo sobre las pensiones durante la entrevista del pasado lunes en La 1 (vamos a respetar la inteligencia de los españoles no llamando «mentira» a un dato que es fácilmente comprobable por cualquiera que tenga Google a mano y que por tanto sería absurdo intentar manipular en público).

De acuerdo con el PSOE, esa «mentira» no sólo confirma que Feijóo es un «mentiroso compulsivo» sino que, como bonus, le ofrece al socialismo un asidero al que agarrarse para escalar hasta los, agárrense que vienen curvas, 150 escaños.

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Eso ha pronosticado para este domingo Félix Bolaños en lo de Alsina. PSOE, entre 135 y 150 escaños. PP, entre 115 y 120.

Es decir, exactamente lo contrario de lo que sostienen la inmensa mayoría de las encuestas. Bolaños le atribuyó en Onda Cero al PP los resultados del PSOE y al PSOE los del PP. Y luego, entiendo, se fumó un cigarrillo, que es lo que toca en estos casos.

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La estrategia del PSOE es más fácilmente analizable desde la psicología que desde la política. Porque lo que está haciendo el equipo de Sánchez con Feijóo es atribuirle al líder del PP precisamente los dos rasgos (¿de carácter?) que han supuesto la ruina del presidente y que le han conducido a sus estrepitosas derrotas en la Comunidad de Madrid, en Andalucía y posteriormente, el pasado 28-M, en toda España.

Lo cual no deja de tener lógica desde un punto de vista maquiavélico. «Si esas dos etiquetas están a punto de desalojarnos del gobierno, ¿por qué no se las encasquetamos a Feijóo como si fueran la maldición viral de una película de terror japonesa?».

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La primera de esas dos etiquetas es la de las amistades peligrosas del presidente. Y por eso el equipo de Sánchez pretende ahora convencer a los españoles de que los ERC, Podemos y Bildu de Feijóo son Vox y Marcial Dorado. «Quizá Sánchez se alió con populistas e independentistas, pero lo hizo por el bien de España. ¿Pero qué buscaba Feijóo cuando cultivó la amistad de un narcotraficante, y qué buscará cuando gobierne de la mano de Vox, más allá de anclarse en el poder gracias a la ultraderecha?».

En psicología, a esto (efectivamente) se le llama proyección.

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La segunda de esas etiquetas es, claro, la de mentiroso. «Quizá Sánchez haya cambiado de opinión obligado por las difíciles circunstancias. Pero Feijóo, ese mentiroso compulsivo, engaña con alevosía, nocturnidad y regodeo, sólo por el placer de mentirle a los españoles». Hasta tal punto llega la saña con la que el equipo de Sánchez, sus ministros y sus portavoces acusan a Feijóo de mentir que uno llega a dudar de si no estarán proyectando en el líder del PP todo aquello que habrían querido decirle a su jefe durante los últimos cuatro años, pero que no se han atrevido a decirle.

Hagan la prueba. Cuando oigan a un portavoz de Sánchez hablar de Feijóo, imaginen por un segundo que está hablando en realidad del presidente. De repente, todas y cada una de sus palabras encajarán como por arte de magia.

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La tercera maldición viral que el PSOE está intentando contagiarle a Feijóo son los propios resultados electorales de Sánchez. La teoría es que tan peligrosas son las amistades de Feijóo, el mentiroso, que está siendo castigado por los electores con el mismo resultado exacto que las manipuladoras demoscópicas privadas le atribuyen a Sánchez: apenas 115-120 escaños.

En justa correspondencia, a ese Sánchez cuyo mayor mérito es no ser Feijóo (es decir, mentiroso y de turbias amistades) los electores le han recompensado con un magnífico resultado que será de entre 135 y 150 escaños, o los que caigan.

De nuevo, la proyección.

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Así que Feijóo afronta las 72 últimas horas de campaña con ese retrato de Dorian Gray que le ha dibujado el PSOE con los rasgos de Pedro Sánchez a cuestas. Miras el retrato, y es la viva imagen de Sánchez, casi como una obra ultrarrealista de Antonio López. Pero ellos pretenden convencerte de que es Feijóo. «¿Ves toda esa fealdad, toda esa mentira, todo ese pantagruélico ego? Esa es la verdadera cara del líder del PP».

Con esa distorsión cognitiva a la espalda afronta Sánchez sus últimos días en la Moncloa.

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Llamo al PP y pregunto por el posible impacto de la entrevista a Feijóo en La 1. «¿Pero quién vota por cuestiones técnicas de gestión? Se vota en clave de indultos, Falcon y Txapote. Los electores no votan contra una acción de gobierno: votan contra una forma de gobierno«.

Insisto. ¿Puede una frase desafortunada darle un vuelco a unas elecciones? «Sí, pero sólo si esa frase afecta al clivaje. Es decir, si Feijóo dijera que va a pactar con Puigdemont ‘por la convivencia’, perdería las elecciones. Porque en estas elecciones lo que estamos votando es si nos parece correcto supeditar España y los españoles a tus intereses personales, que es lo que ha hecho Sánchez».

«La izquierda dice que sí que es correcto porque les importa más aferrarse a sus colores y seguir viviendo en una perpetua revolución de salón que los intereses de España y de los españoles. Pero la gente ‘normal’ dice que un pimiento para quien indulta golpistas a cambio de pasearse en el Falcon».

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La «bomba atómica» que el PSOE anuncia para «darle la vuelta a la campaña» parece ser, de nuevo, la misma foto de Marcial Dorado que el PSOE lleva paseando la friolera de 28 años. Hay españoles, de hecho, que tienen más visto a Marcial Dorado en foto que a sus propios hijos. ¡Y lo que les queda por delante!

Coincide este asunto de rabiosa actualidad con la noticia de que este mismo lunes en Bruselas el presidente Sánchez se saludó afectuosamente, bastante más allá de lo que obliga el protocolo, con Delcy Rodríguez, la número dos de una dictadura a la que (vamos a fingir que somos idiotas) se le presumen vínculos con el narcotráfico.

[De hecho, Delcy Rodríguez tiene prohibido pisar suelo europeo: lo del lunes fue una de esas excepciones a las que obliga la hipocresía diplomática].

Aquí, en cualquier caso, estamos a lo importante. A las reveladoras fotos de hace tres décadas en vez de a las irrelevantes de hace 48 horas. La actualidad manda.

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La reaparición de José Luis Rodríguez Zapatero con un sorprendente e insistente protagonismo durante la campaña, superior en ocasiones al del mismo presidente. El mencionado saludo de Pedro Sánchez a Delcy Rodríguez en Bruselas. El voto en contra de Sumar a la petición del Parlamento Europeo de que Venezuela libere a sus presos políticos.

De alguna manera, la dictadura venezolana se las ha apañado para sobrevolar la campaña electoral española sin que ningún medio de la órbita socialista haya parecido ser capaz de ligar esas tres noticias, aunque sólo sea por su azarosa coincidencia espacio-temporal en un momento tan peculiar como una campaña en la que no sólo el sanchismo, sino también el zapaterismo, se juegan su supervivencia.

Debe de ser aquello de las jerarquías informativas, siempre tan misteriosas. «Ya estáis otra vez hablando de Venezuela» dicen los que hoy volverán a publicar por enésima vez la misma foto de Marcial Dorado que llevan publicando durante los últimos 28 años.