JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC
- ¿Cómo vas a meter miedo con Feijóo? Su discurso es tan correcto como cabe esperar y, por ahora, solo hay discurso
Recogida ya por extenso la intervención de Feijóo en el Foro ABC, saco la libreta que me llevé al desayuno y compruebo si a mis colegas se les ha quedado algo en el tintero. En cuanto el presidente del PP subió al estrado, improvisé la rúbrica: «Impresiones». Ya recuerdo. Me obligué a observarlo con otros ojos, sabedor de que a mis colegas no se les queda nada en el tintero. Privilegios de este género: introducir tu personal opinión, que puede ser loca, en páginas cargadas de rigor. Porque la opinión podrá estar fundada, pero por definición no es rigurosa. Bendita profesión, y más si la ejerces aquí, en la casa de las mejores plumas del último siglo largo. Este fue el flujo de ideas que me llevó a encabezar «Impresiones».
Pues bien, mi gozo en un pozo, porque si hay alguien que apenas le provocará impresión alguna, ese es Feijóo. Ojo, se trata de una ventaja inmensa: la levedad que deja tras de sí tiene inmediatas consecuencias favorables: lo vacío no te puede caer mal, sobre todo si la cáscara es de calidad. En la era del antagonismo descarnado, se mantiene inmutable; no se permite ironías cuando habla de cosas serias, lo cual sucede (cree) todo el rato. Esto frustrará a sus adversarios. ¿Cómo vas a meter miedo con Feijóo? Su discurso es tan correcto como cabe esperar y, por ahora, solo hay discurso. ¡Un momento! ¿Qué hay de su larga presidencia en Galicia? Sí hay sustancia que juzgar –sigo discurriendo en mi fallida búsqueda de colorido–. Emite promesas de derogación que deberían aportar más luz al cuadro, ¡alguna impresión! En el sentido, si quieren, que sugiere la voz «Impresionismo», por el paisaje portuario de Monet Impresión: sol naciente. Un sol rojo promete liquidar la turbiedad amorfa del entorno. Tal impresión le vendría bien a España.
¿Es para evitar juicios negativos que el próximo presidente no transmite impresiones? No creo. Estoy casi seguro de que él es así, de ahí la ventaja: cualquier intento sanchista de presentarle como un peligro está condenado al fracaso. En ciertos asuntos hay que ser radical, me digo. Bien, siendo justos, sus palabras, sus trazos cuando dibujó al Gobierno no fueron precisamente medrosas. Lo retrató con fidelidad: «Apéndice del extremismo», «intérprete de un libreto escrito por la extrema izquierda y el independentismo», «subordinado», «coalición entre la incapacidad y el radicalismo», «intervenido por sus socios parlamentarios» y –ahí es nada– ejecutor de «un plan premeditado para alterar sustancialmente las bases de la convivencia». En lo propositivo, ay, Feijóo habló de políticas más que de política; eso no nos ayuda a divisar un proyecto regenerador ambicioso.
Solo se alteró al recordarle el director que algunos lo tienen por tibio. Ahí, por fin, percibí algo así como una impresión: empieza a estar harto de que desnudar crudamente al Gobierno no baste para diluir esa fama. Necesita relato.