Juan Carlos Girauta-El Debate

  • No quiero hacer sangre. Pero ni el PP había liquidado a Ciudadanos, que lo hizo Sánchez, ni podrá liquidar nunca a Vox, último refugio de los que no quieren rendirse en la guerra cultural

Ahora mismo, lo mejor que se puede decidir del PP es que no está por romper España ni la Constitución. No es poco, tal como está el patio. En general es favorable al cumplimiento de las sentencias judiciales, aunque todavía recuerdo mis inútiles protestas ante el ministro de Educación –siendo yo portavoz del grupo que permitió investir a Rajoy–, ante el sistemático incumplimiento de las resoluciones judiciales en la escuela catalana. La inmersión y el desacato siguieron, siguió el Gobierno catalán jactándose de su rebeldía, y siguió el Gobierno español haciendo la vista gorda. Cuando inquiría al ministro, me respondía displicente con afirmaciones genéricas y falsas, del tipo «en Cataluña se cumple la ley», o con medias verdades como «Cataluña cuenta con su propio cuerpo de inspectores». De las seis condiciones principales que Ciudadanos puso al PP para la investidura, los populares incumplieron cinco. No son un partido de fiar, es algo empírico.

Pablo Casado tenía un proyecto ambicioso, me consta, pero por alguna razón que ya no se me escapa (se me escapó hasta anteayer) decidió quemarse a lo bonzo para fastidiar a Ayuso. La subsiguiente llegada de Feijóo resultó del todo anómala: advino. Sin admitir candidatos alternativos. Una vez al mando, subsanó mal que mal su déficit democrático. Confundió Madrid con Santiago, y casi le da la razón la prensa felpudo de la derecha, que ya es casi toda. Repitiendo el principal error estratégico de Casado, se dejó aconsejar por tardos estrategas que susurraban: «Hemos liquidado a Ciudadanos; liquidaremos a Vox». Todo mezclado con ridículas encuestas. No quiero hacer sangre. Pero ni el PP había liquidado a Ciudadanos, que lo hizo Sánchez, ni podrá liquidar nunca a Vox, último refugio de los que no quieren rendirse en la guerra cultural. Ni en ninguna otra, por cierto.
Lo que nunca sospeché es que en pleno golpe de Estado Feijóo fuera a echarle una mano a Sánchez aparentando normalidad y consenso. Los ingredientes propios de una reforma constitucional nacida de ¡una proposición de ley conjunta PP-PSOE! Para burlar informes, como la ley de amnistía. Se blanquea el golpe con la excusa de sustituir el término «disminuidos» por «personas con discapacidad». Algo, por lo visto, merecedor de trámite de urgencia después de 45 años de estar ahí plantado. Encima, se constitucionaliza la participación de las organizaciones de personas con discapacidad. ¿Vamos hacia la democracia orgánica? ¿Qué demonios hacen las organizaciones de personas con una característica, la que sea, recibiendo el fomento de los poderes públicos por mandato constitucional? ¿Se incrustará la ONCE en el Estado, pero solo la puntita? ¿Qué será, será? Por fin, en la reforma constitucional con la que el PP blanquea al PSOE mientras este regala Pamplona a los terroristas, se eleva al máximo rango legal la discriminación de los hombres. El estúpido e injusto precepto choca de frente con el artículo 14 (principio de igualdad) al establecer que «Se atenderán particularmente las necesidades específicas de las mujeres y los menores con discapacidad». ¿Qué hace Feijóo? ¿Y por qué?