- Desde que apareció Zapatero la mayor obra de los socialistas ha sido enfrentar a unos españoles contra otros. Han hecho desaparecer el espíritu de concordia de la Transición, han enfrentado a unas autonomías con otras, a mujeres contra hombres y a una generación frente a otra
Cometería un gravísimo error Núñez Feijóo si, en medio de este clima de descomposición en que vivimos, aceptase reunirse con el golpista fugado Puigdemont. Si no aceptó sus propuestas en agosto de 2023, aquello que llevó a la hilaridad a Sánchez en el debate de su investidura, qué se le pierde ahora que el frágil castillo de naipes montado en aquellos días se desmorona y el final puede ser de los que hacen historia. Nada tiene que ganar Feijóo en el envite que le hace Junts y sí mucho que perder. En política, y es probable que también en la vida en general, lo innecesario es un error.
Es mentira que el PNV sea honorable. Se trata de un partido que miraba para otro lado mientras los antecesores de Bildu mataban, extorsionaban y propiciaban uno de los éxodos por razones políticas y de violencia más importante en Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Nada menos que un cuarto de millón de vascos abandonaron esa tierra, mientras el PNV mostraba su tradicional ceguera. Ahora les acompaña el dudoso mérito de registrar la tasa de natalidad más baja de España. Dense, si pueden, un paseo por las calles del País Vasco y verán cómo están ya pagando esa expulsión por la vía de violencia de más de 250.000 vascos.
De momento el PSOE bueno, tan invocado en los últimos meses, se pierde en la noche de los tiempos, si es que alguna vez existió. Desde que apareció Zapatero la mayor obra de los socialistas ha sido enfrentar a unos españoles contra otros. Han hecho desaparecer el espíritu de concordia de la Transición, han enfrentado a unas autonomías con otras, a mujeres contra hombres y a una generación frente a otra. Levantaron muros y siguen empeñándose en ello. Han cimentado su actual Gobierno justamente en los partidos políticos cuyo objetivo es destruir España.
En ese contexto político, aunque la moderación sea una buena compañera de viaje de cualquier aspirante a la Presidencia del Gobierno, el líder del PP no puede caer en la trampa de querer agradar a quien justamente nunca le va a votar. El PP tiene que hacer una defensa de la unidad de España, defendiendo por supuesto el Estado de las autonomías. El PP debe enarbolar la bandera de la libertad, tan atacada por la extrema izquierda reinante. Defender a la familia, a la propiedad privada, a la economía libre, sin renunciar al papel social del Estado. Todo eso debe ser seña de identidad de una alternativa democrática, moderna y civilizada al actual estado de degeneración política que nos arruina. Y por supuesto, derogar todas las leyes con las que el actual Gobierno ha rebajado la calidad democrática de los españoles, como por ejemplo la de la memoria… y bajar impuestos.
Alberto Núñez Feijóo tiene la posibilidad cierta de ser el futuro presidente del Gobierno de España. Su tarea de regeneración moral, política y económica va a ser hercúlea. Puede pasar a la historia como un burócrata más o como el gran transformador de nuestro país en una sociedad moderna y civilizada. Lo que no puede es caer en la trampa de Puigdemont.