La primera advertencia fue en la sesión de control del miércoles 13. Pedro Sánchez exigió cinco veces a Alberto Núñez Feijóo la dimisión de Isabel Díaz Ayuso, luego de conocerse los problemas fiscales del novio de la lideresa. «Sea valiente, aunque le cueste el puesto como a Casado«. La bancada popular reaccionó con murmullos y abucheos y fue entonces cuando las cámaras captaron a la vicepresidenta Emejota Montero que, algo desencajada y febril, la mandaba callar y luego, señalando con el dedo, repetía a modo de aviso: «Cuidao, cuidao». No quiso explicar, ya en los pasillos, qué quería decir con ese amable consejo. Quizás se trataba de un aviso fraternal ante algún peligro inminente. Los aludidos, algo desconfiados, lo tomaron como una amenaza. puesto que fue la ministra de Hacienda quien, la víspera, había desvelado el historial de la pareja de Ayuso con el Fisco, cinco horas antes de que lo publicaran «los medios», supuesta fuente de información de la vicepresidenta.
La tímida respuesta del PP
El caso es que cundió una cierta sensación de mosqueo entre las filas de la derecha, que no atinaban a comprender cómo un miembro del Gobierno, por más titular de Hacienda que sea, tiene acceso a información personal y restringida de la Agencia Tributaria. Alguien ha pensado que tal actuación roza lo delictivo, de ahí que se anuncien ya querellas y otras acciones judiciales de devenir incierto, al menos por ahora.
Este ha sido el momento y el origen del estallido de la guerra entre los dos grandes bloques parlamentarios. El Partido Popular había arrancado tímidamente, como un debutante torpón, su ofensiva sobre las relaciones de la esposa del presidente con los más conspicuos personeros de la trama Ábalos/Koldo/Globalia. Sánchez, mucho más dotado para el odio y bien provisto de venenoso colmillo, la emprendía contra la jefa de la comunidad madrileña con la inaudita añagaza de los líos fiscales de su novio, ahora, por cierto, imputado. Dos historias muy desparejas ya que, mientras las gestiones de Begoña Gómez coincidieron con la concesión de créditos y subvenciones a la línea Aérea cuyo propietario aparecía en reuniones varias con la dama, ni un euro del presupuesto madrileño ha rozado el bolsillo del novio de Ayuso.
A tan agitado estado de cosas se sumó luego la publicación de una noticia sobre un posible crédito de la Xunta de Galicia a la empresa en la que trabajaba la esposa de Feijóo cuando era presidente de la región. Tal historia fue insistentemente aireada por diversos portavoces del Gobierno, e incluso Emejota Montero, convertida en el agresivo ariete del sanchismo contra la oposición, lo esgrimió durante la liturgia del control del pasado miércoles. El jefe de filas de los populares le respondía desde su asiento que «no, no, no, eso es mentira». Fue entonces cuando Sánchez, algo fuera de sí estos últimos tiempos, repitió las palabras «y más cosas, y más cosas«, al menos seis veces, mientras sonreía a los escaños conservadores con un rictus de Joker desmadejado y movía el dedo en señal de continuará. Corleone, sin duda, anunciaba venganzas con una mímica más austera.
Un aluvión mugriento han vertido desde entonces los medios del movimiento, en un espectáculo tan excesivo como infame, dadas las características de los hechos a narrar
Empezó así un periodo de dudas entre la gente del PP. Estas amenazas desde la cúspide del poder público, movían al espanto. El peligro parecía cierto. A Sánchez le han tocado su talón de Aquiles, están escarbando en la actividad profesional de su esposa, desbordada de sospechas. Eso no se toca. De ahí la revuelta tan agria y ese empeño feroz en despellejar a Ayuso, el personaje al que ha dedicado más minutos de su ira, y, al tiempo, en intentar tapar la cascada de noticias muy comprometidas sobre Begoña. Se ha procedido, por lo tanto, a volcar un descomunal estercolero sobre la persona, la familia, el perfil, la vida de la lideresa madrileña, en una campaña de una ferocidad desmesurada.
Cundió así en Génova la idea de que «Sánchez nos quiere destruir» y no va a parar en barras. Tiene todas las herramientas del Estado a su alcance. El manoseo de la Fiscalía, el mangoneo con la Agencia Tributaria, y el uso indebido de otras instituciones. Ayuso lo ha denunciado estos días, catatónica ante la dimensión de la embestida. El presidente del Gobierno intenta pulverizarla desde hace años y no lo logra. Los atolondrados dirigentes populares se sumieron en una situación previa al estado de angustia. ¿Y si hay más cosas?, se preguntaban desde una temblorosa ingenuidad, como de adolescente en un filme de Rohmer.
La información sobre la señora de Feijóo resultó un infundio, como reconoció el propio medio que lo publicaba, como había señalado el afectado y como había asegurado la empresa mencionada. «Esto pasa cuando se hace periodismo de buena fe», confesaba la redacción del difusor del bulo. Era una trola, una información fake, como dicen los trolls que se arrojan desde Ferraz a la yugular de los rivales. Para serenar los ánimos de su parroquia, Génova hacía llegar a sus terminales unos mensajes de tranquilidad. «No hay de qué preocuparse», «todo está controlado», «por aquí no habrá sorpresas», «el jefe no le tiene miedo». No hay basura en la que escarbar en las zahúrdas gallegas.
Las impertinentes mentiras de Bolaños
Donde sí habrá novedades sabrosas, al parecer, es en la trama de Koldo y el comisionista Aldama. Se esperan algunos bombazos que harán temblar a más de uno de los que todavía ni siquiera aparecen en el sumario. Paralelamente, diversos personajes que pululan en torno a Air Europa y Dominicana van a aportar también una serie de momentos cumbres a este espídico guión que producirán más de un sobresalto. Tampoco faltarán novedades en torno a la actividad de Begoña Gómez, que intenta mantener su agenda sin alteraciones, como si nada de lo que está pasando fuera con ella. En el petit pais de Puigdemont, se descuenta ya la aparición de salpicaduras mayores en el prontuario de Illa, que por ahora ha logrado no salir malparado en la refriega y que pueden alterar la marcha de la precampaña catalana.
El torrente de la corrupción que zarandea al sanchismo baja cada día más denso e incontenible. Las actitudes de los principales voceros del Gobierno, tan nerviosas y espantadas, delatan el estado de la situación. El triministro Bolaños, en sus comparecencias, vierte tantas mentiras que ni siquiera él mismo logra discernir ya dónde dice verdad. La viceuno Montero pisa el acelerador de su indescifrable verborrea hasta sumirse en una jerga más parecida al indostanés que al español. El propio narciso supremo mostraba este viernes su irascible descontrol al retomar, ¡desde Bruselas! su cansina letanía contra Ayuso, adobada con un victimismo depravado y rabioso. La marejada se convertirá en tifón según se acerquen las urnas europeas. Y después … quizás el diluvio.