José Alejandro Vara-Vozpópuli
  • El líder del PP desconfía del creciente optimismo que palpa en sus filas. No basta con derrotar a Sánchez, que se liquidará él solo. Busca la suficiente ventaja con Vox para que no le estorbe en la investidura

La corrupción no decidirá el resultado electoral, ni el Tito Berni. Por más que se empeñen los politólogos de la sabiondez y sus argumentos rococó, tanto las urnas de 28-M como las generales de noviembre/diciembre (los de Moncloa no se aclaran) las decidirá el rechazo al sanchismo. Será un plebiscito sobre la etapa más negra de la democracia. Y no hay más, salvo concretar el resultado.

Los cerebros de Ferraz (con perdón del oxímoron) zozobran ante la dimensión del iceberg que aún se oculta bajo el montaje del diputado canario y su cuadrilla. Han pasado de la desesperación por el goteo de violadores liberados con el Sí de Irene a la inquietud por el número de diputados miembros de la cofradía del putiferio. Sánchez, cuya intervención de la noche del lunes en Tele5 fue seguida por menos gente que la Misa de la Trece, es consciente de que tiene la batalla perdida. No hay milagro que lo salve, ni pirueta que lo rescate. Núñez Feijóo, ‘tanta serenidad es ya dolor’, diría Claudio Rodríguez, ocupa su tiempo en sumar los escaños que le prodigan, con generosidad creciente, los distintos institutos demoscópicos. Entre 135 y 150 diputados le conceden los sondeos al PP en tanto que el PSOE no supera la línea de los 100. No sumará mayoría de Gobierno ni siquiera con el amparo de un Frankenstein reconstituido. El monstruo dinamitero de la Constitución también se desploma.

Queda por despejar la gran duda, el color del futuro Gobierno ¿Habrá acuerdo a la madrileña o coalición al modo castellano-leonés?

Feijóo no necesitará insistir en la tediosa cantinela de ‘la lista más votada’. En las generales va a serlo el PP. Otra cosa es lo que ocurra en las autonómicas donde podría hacerse con el control de algunos gobiernos regionales pese a recibir menos votos que el maltrecho socialismo. Así en Canarias, por no salir de las islas, si le respalda el partido de la casi olvidada Ana Oramas. Descartada, por lo tanto, la ficha del PSOE en el tablero del futuro, queda por despejar la gran duda. ¿Cómo será el Gobierno de la derecha? ¿Habrá acuerdo a la madrileña o coalición al modo castellano-leonés?

PP y Vox deberán dilucidar este punto, por ahora nebuloso. Ambas formaciones emergerán victoriosas en las legislativas de fin de año, esa es cuestión prácticamente establecida. Es ahí donde entra en juego el factor del gol average, del que hablan los estrategas populares. La diferencia de goles, o de puntos, entre ambas formaciones, será elemento decisivo llegada la hora de la negociación.

En el caso de un repliegue de Vox hasta los 35 escaños, como algún estudio ya adelanta, el panorama sería bien distinto y Feijóo podría hacer valer sus poderes en la banda derecha

Un PP victorioso precisará, inevitablemente, el respaldo de Vox para instalarse en la Moncloa. La duda es si deberá incorporar a Santiago Abascal al Consejo de ministros o tan sólo lo necesitará para superar la investidura. La fuerza más a la derecha en el mapa político se mantiene por ahora en torno a sus actuales cincuenta diputados, es decir, tercer partido nacional y enorme potencia de fuego parlamentaria. De conseguir esas cifras en nov/dic es evidente que el líder gallego deberá plegarse a sus exigencias si quiere asumir como presidente. En el caso de un repliegue de Vox hasta los 35 escaños, como algún estudio adelanta, el panorama sería bien distinto. Feijóo podría hacer valer sus poderes y exigir un apoyo externo sin demasiadas condiciones. El resultado de la moción de censura liderada por Ramón Tamames puede afectar notablemente a este juego de equilibrios..

De ahí la importancia del gol average. En los ambientes del Partido Popular se respira una cierta brisa de victoria, algo que preocupa a la dirección. De ahí las insistentes catilinarias que dedica la cúpula de Génova a su parroquia. El discurso que transmite es algo tedioso pero inevitable. Recuerda incluso al de los entrenadores escasos de ideas y sobrados de paciencia: aún no hay nada ganado, no hay que aflojar, no hay enemigo pequeño, no hay que confiarse, Sánchez es capaz de todo… Cierto que el votante de la derecha está muy movilizado, pero eso ocurre en las dos familias. Tanto Feijóo como Abascal colman sus actos y desbordan las plazas. No se adivina por ahora que alguno afloje. Esta es la razón del ‘apriete’ del dirigente gallego, quiere una noche electoral holgada, pretende despejar todas las dudas antes de sentarse a negociar con Abascal.

El consuelo de Ramsés

Aferrado a su natural pragmatismo, ha dado barra libre a sus barones para cerrar pactos y coaliciones en Comunidades y ayuntamientos. Que cada cual se busque su apaño. La batalla del 28-M va por un lado pero la de las generales es otro cantar. Esta es la razón del ‘apriete’ del dirigente gallego, aspira a una noche electoral tranquilita, pretende despejar todas las dudas antes de sentarse a negociar con Abascal. Sumidos ya en la fase de la tensión, en la etapa decisiva, no caben despistes ni pifias a lo Casero. Quiere que Vox consiga los escaños precisos para sumar pero los justitos para no molestar. O sea, un 150-35 o algo así. Ganar con un gol average bien holgado. De Sánchez ya ni se habla. Que apechugue con la inflación y con el Tito Berni. Y cuando pierda, siempre le quedará un retiro en Europa o una velada en el Ramsés.