- El Partido Popular, ni va a lograr mayoría absoluta ni va a andar cerca, por lo que necesitará acordar con terceros
El PP acaba de elegir en su recién celebrado Congreso Extraordinario a Alberto Núñez Feijóo como nuevo líder: esta elección supone para el partido la vuelta a la época de Mariano Rajoy y la resolución del problema de falta de liderazgo sufrido durante la etapa de Pablo Casado. La cuestión es que el entorno político actual no es el mismo que el que existía hace apenas cinco años: a diferencia de entonces, ahora existe Vox, una especie de escisión del PP que le va a seguir trayendo por la calle de la amargura por la sencilla razón de que se ha hecho con un pedazo del espacio electoral que antes ocupaba el PP y no va a soltarlo.
Así que, resuelto el problema del liderazgo (en el sentido de que ya tiene un líder, guste más o guste menos), quedan vivos todos los demás problemas a los que se enfrentaba el PP para poder ganar las próximas elecciones generales y formar gobierno. Entre ellos, el fundamental: la existencia de Vox. Y, además, dado que Vox ya existe y va a seguir existiendo, cuál va a ser su relación con el partido de Santiago Abascal, y si gobierna con Vox aquí o allá antes de gobernar España, cómo va a gestionarlo y cómo va a explicarlo a la opinión pública; y los problemas que tal entente podrían crearle en función de cómo actúe.
Durante su intervención en el Congreso Extraordinario, Alberto Núñez Feijóo abrazó, sin ser Mariano Rajoy y con todas las diferencias que puedan existir entre uno y otro, el marianismo: ni batalla cultural, ni ideología, ni grandes ideas políticas sino gestión, economía, sentido común y defensa del interés general, sin concretar cómo se hacen realidad tales principios en los tiempos que vivimos. Y búsqueda de acuerdos y grandes pactos con el PSOE de Sánchez, sin especificar qué pactos, con qué contenido y para lograr qué objetivos. Demasiado evanescente y demasiado vaporoso. Puede ser una cosa o la contraria aunque supongo que será más de lo de antes. A lo más que llegó es a proponer bajar impuestos, el mantra al que se aferra el PP para solucionarlo todo, sin que se atisbe ninguna otra medida de calado de las muchas que necesita España.
El PP difícilmente puede aspirar a ocupar el espacio electoral de antaño, porque Vox se lo ha quitado: es decir, ni va a lograr mayoría absoluta ni va a andar cerca, por lo que necesitará acordar con terceros
Que un partido político tenga un líder reconocido y reconocible es condición necesaria pero no suficiente para lograr la mayor representatividad a la que en la práctica pueda aspirar. Y la cuestión es la representatividad a la que realmente puede aspirar hoy y cómo ampliar los márgenes de la misma para superar al PSOE y formar gobierno. Y el PP difícilmente puede aspirar a ocupar el espacio electoral de antaño, porque Vox se lo ha quitado: es decir, ni va a lograr mayoría absoluta ni va a andar cerca, por lo que necesitará acordar con terceros. Antes le bastaban los apoyos de los nacionalistas catalanes y vascos y es probable que pueda contar con ellos cuando llegue la ocasión, pero estos ya no le serían suficientes. Sin Ciudadanos, necesita irremediablemente a Vox, rival correoso que le va poner en serias dificultades electorales antes de que pacten… y en serias dificultades de gestión y de comunicación pública cuando definitivamente acuerden. Hay a quien no le incomoda que tal pacto se lleve a cabo, pero los hay, y muchos, que no lo quieren en absoluto. Y ya no digo en la izquierda sino en el centro derecha, y de esos que deciden las elecciones. Y este es su principal problema, porque Vox representa a millones de españoles decepcionados con el PP y no va a disolverse como un azucarillo en un vaso de agua.
Por lo demás, Alberto Núñez Feijóo no concretó nada, que es una forma de decir que no va a entrar en grandes batallas ideológicas ni proponer ideas disruptivas o rompedoras. Es la gestión y la economía, una vez que el árbol socialista y su pacto con Podemos caigan como fruta madura. Es lo que el nuevo líder se atrevió a asegurar: que «la gente» quiere echar a Sánchez y que quiere que el PP gobierne; sin embargo, ninguna de las dos cosas están claras. Y aunque es cierto que los partidos del gobierno están sufriendo un desgaste y que hay millones de ciudadanos hartos de un gobierno que consideran infame, yo no las tengo todas conmigo y el futuro está lleno de incertidumbres. Lo que de momento sabemos es que Pedro Sánchez ha dejado tras de sí un camino plagado de adversarios políticos que se las prometían felices: Albert Rivera, Pablo Iglesias y Pablo Casado ya sucumbieron antes ante el actual Presidente.
Casado nunca fue un líder
Así que el PP resuelve un problema de falta de liderazgo porque Pablo Casado, salvo en momentos intermitentes, nunca fue un líder. Y sustituye la política adolescente por la política adulta. Por lo demás, renuncia a las grandes ideas políticas, la ideología y la batalla cultural apenas apuntada por Pablo Casado y sustituye todo eso por promesas de buena gestión, economía y seriedad en el rictus. Al menos de momento, no hay concreciones, no hay propuestas y no hay proyecto. En todo caso, el verdadero problema no es que de momento no haya nada de todo esto sino que, cuando lo haya y se vaya explicitando, puede que no le sea en absoluto suficiente para alcanzar la Moncloa.