EN LA noche electoral de ayer sólo se jugaba de verdad una cosa: la mayoría de Feijóo en Galicia, que pese a presentarse en los carteles sin las siglas del PP, será contada y cantada como victoria personal de Rajoy por el aparato monclovita, incluida la bruja Filtraphotos a la que Feijóo no le ha dejado ni acercarse, no vaya a sacarlo en alguna otra ceneigrafía con Star-Petrobrián. A partir de ahora, los recelos hacia el presidente gallego se convertirán en sincera y antiquísima admiración. Ya no le llamarán Feijóo sino FeijoOh! Pero, por si acaso, esta mañana el COPLI –Comando para la Prevención del Liderazgo Indeseable– abrirá otra carpeta en la sede del CNI en la Cuesta de las Perdices. Por si hubiera que pegar una perdigonada.
En cambio, el chiko de Soraya pasará de Alonso a Ahhhlonso. Habrá conseguido hundir aún más el subterráneo suelo electoral del PP en aquella región, en la que arrasa el separatismo gracias a la faena de González y Cebrián decapitando a Redondo Terreros en el PSE y a la de Rajoy, Soria y el propio Ahhhlonso liquidando a María San Gil en el PP Vasco. Los dos grandes partidos son hoy una nada a dos voces, el eco de una afonía moral, la fotocopia de la más vil deserción nacional. De disputar la hegemonía al nacionalismo hace 15 años, el PP y el PSOE han pasado a ser dos cipayitos que compiten por el favor del amo, el PNV, que los desdeñará por Bildu cuando quiera y dejará que le froten la makila cuando le apetezca.
Por supuesto, no creo que el PNV apoye a Rajoy para formar ese Gobierno que no quiere formar, pero la irrelevancia del PP vasco le permite a Mariano ofrecerse para asegurar la gobernabilidad del País Vasco, que está segurísima. Urkullu pedirá más dinero, más respeto a la tribu y si tiene sentido del humor, le remitirá a Pedronono.
Y tras despreciar el tortasso del sorpasso, la obsesión de Ferraz, Pedronono dirá lo mismo que Marianono: que no teme a las elecciones y que está dispuesto a encabezar las listas sociatas para que Rajoy no se consolide en el poder. En dos semanas cambiarán la Ley Electoral para ahorrarse la abstención si votamos con resaca el 25 o no votamos, amén de agradecer las terceras elecciones en menos de un año con el billete del Gordo en el bolsillo, que quién sabe. Vueelven, las urnas vueeelven, por Navidad.