JUAN CARLOS GIRAUTA, ABC 04/02/14
· Es interesante que el expresidente socialista haya confundido a Artur Mas con un chavalete.
«Primero hay que intentarlo de acuerdo con las leyes y, si no se puede, hacerlo igualmente. La consulta debe producirse en cualquier caso». Son palabras de Artur Mas, pronunciadas en septiembre de 2012 ante el Parlamento catalán. No dejan resquicio a la duda. Por mucho que un paciente y pedagógico Felipe González, un Felipe González mayéutico, casi desconocido, haya llevado ahora al renuente Mas, ante las cámaras de la Sexta, al aparente reconocimiento de que no hará nada fuera de la ley, la cita inicial demuestra la palmaria desautorización de la legalidad por un proyecto político emergente que se autolegitima. Esas cosas tienen nombre. González me recordó a mi padre cuando, siendo yo niño, me miraba fijamente y me decía: «Estoy seguro de que te vas a portar bien en casa de la abuela. Me han dicho por ahí que no es así, que quieres organizar una zapatiesta, pero yo no me lo creo». Y luego me formulaba las preguntas adecuadas para que brotaran por sí solas la verdad y la virtud.
Es interesante que el expresidente socialista haya confundido a Artur Mas con un chavalete. Creo que es algo genuino, que adopta estas formas porque las considera más adecuadas al problema. También está la edad, baza que no se resistió a jugar. Con todo, la necesaria sesión habría cumplido su cometido perfectamente sin convertirse en programa de televisión. Al emitirse, nos obligan a sacarle punta. Felipe habrá quedado satisfecho creyendo que Artur Mas está ahora menos equivocado, su pensar menos asilvestrado gracias a la mayéutica. Pero los espectadores no formamos parte de la terapia, y, aunque nuestras observaciones puedan cargarse todo lo logrado, así es la vida.
Lo que hay: Mas siempre ha anunciado que intentará respetar la ley. Pero todos lo hacemos, todos intentaremos respetar las normas, querido presidente. Su mensaje final, nítido y desafiante, es: si la consulta no cupiera en el ordenamiento jurídico, peor para el ordenamiento jurídico. Aquella frase sediciosa (vayan si quieren a la segunda acepción del DRAE: sublevación de las pasiones) se pronunció, además, en el momento en que podía hacer más daño: los días posteriores a la concentración de la Diada en el centro de Barcelona, cuando hinchadas cifras de inflamados asistentes tomaban las portadas, rebosantes de «voluntad del pueblo» de Cataluña; cuando las moderadas redacciones de anteayer se vestían el uniforme de combate por puro cálculo; cuando el indefinido soberanismo se arrancaba la máscara y mostraba esta faz: secesión, con o sin la ley. Y, por la cuenta que les trae –nos amenazaban–, mejor que sean elásticos con el alcance de lo constitucional, mejor que pongan voluntad política. Con voluntad política todo se puede, nos miente el abogado de la Infanta.
Hay más citas a disposición. Por si alguien no le había entendido, Artur Mas se ocupó de advertir que «ni los tribunales ni la Constitución pararán el proceso soberanista». Yo no sé qué opinión merecería al personal, siempre tan indulgente con CiU, que unos cuantos amigos anunciásemos, por ejemplo, que ni las leyes ni los tribunales van a detener nuestra reacción contra el proceso soberanista. Una reacción que pueden dar por segura, y que intentaremos que quepa en la legalidad, pero que, si no cupiera, se va a producir igualmente. Bien, supongo que dirían que quienes formulamos nuestra posición política en tales términos no somos más que canalla intratable que se propone violentar el sistema, que nuestros métodos son inaceptables, y que no solo no hay nada que hablar con nosotros, sino que somos carne de celda. Exacto. Tendría toda la razón el personal.
JUAN CARLOS GIRAUTA, ABC 04/02/14