Sólo 24 horas antes de encontrarse con Carles Puigdemont con motivo de los premios Fundación Princesa de Gerona, Felipe VI mandó ayer una contundente advertencia a los independentistas catalanes, que pretenden celebrar un referéndum unilateral. «Fuera de la ley sólo hay la negación misma de la libertad», dijo el Rey en el acto de conmemoración en el Congreso de los 40 años de las primeras elecciones democráticas. Una cita marcada por la ausencia de Juan Carlos I.
Al igual que el Rey Emérito vivió uno de sus grandes retos con el golpe militar del 23-F, Felipe VI tiene en el desafío independentista la prueba de fuego del inicio de su reinado. Cierto es que el año de bloqueo político que vivió España, con la repetición de elecciones, fue un examen importante, pero la amenaza secesionista es y será en el futuro a corto plazo su piedra en el camino. Por ello, aunque la estrategia de la Casa del Rey pasa por intentar dar normalidad a la cuestión catalana, los mensajes son claros y rotundos. Y sin necesidad de mencionar la palabra Cataluña.
Fueron varias las ocasiones en las que el Rey apeló ayer al respeto a las leyes como un pilar de la convivencia y del proyecto político y social de España. Expresó la necesidad de preservar «la legalidad constitucional como manifestación y decisión de la voluntad soberana del pueblo español». Sin ambages, su mensaje fue rotundo, con una clara lectura política: «El respeto a esas normas, en democracia, no es una amenaza o una advertencia para los ciudadanos, sino una defensa de sus derechos. Porque dentro de la ley es donde cobran vigencia los principios democráticos».
Felipe VI, sabedor de que España afrontará momentos de tensión a cuenta de la unidad nacional y las pretensiones de los nacionalistas, quiso dejar constancia de su posición de firmeza como garante de los valores democráticos. «La Corona reafirma aquí, ante los legítimos representantes de la soberanía nacional, su compromiso irrevocable con la democracia, con el entendimiento entre todos los españoles y con su convivencia en libertad», dijo ante un Congreso repleto de diputados y senadores de las Cortes Constituyentes y de la legislatura actual.
Felipe VI trazó una radiografía de la España de las últimas cuatro décadas y de los esfuerzos realizados para superar la «realidad innegable» de la etapa anterior, marcada por «la intolerancia, la discordia y la falta de entendimiento entre los españoles».
En su camino desde una España «dividida y desgarrada», marcada por la «la ruptura del orden constitucional vigente en cada momento», Felipe VI advirtió a los actuales representantes políticos de que «ningún camino que se emprenda en nuestra democracia puede ni debe conducir a la ruptura de la convivencia, al desconocimiento de los derechos democráticos de todos los españoles. Y menos aún, un camino que divida a los españoles o quiebre el espíritu fraternal que nos une».
En una intervención de calado, dejó afirmaciones y reflexiones pronunciadas de forma poco habitual. Admitió que la Transición tuvo «errores y equivocaciones, luces y sombras, como en todos los asuntos humanos, que debemos cambiar, corregir y reformar». Y calificó al Gobierno de Franco como una «dictadura» y a la Guerra Civil y a ese régimen como «una inmensa tragedia sobre la que no cabía fundar el porvenir de España». La Corona es una institución de gestos y símbolos y las frases del Rey así se enmarcan. Un gesto para una sociedad inmersa en un tiempo nuevo.
La presidenta del Congreso, Ana Pastor, también radiografió la España de los últimos 40 años, desde aquella del 15 de junio de 1977 a la actual. Hizo un llamamiento a los españoles a «sumar esfuerzos y aunar voluntades» para demostrar lo que juntos se puede hacer. En su discurso puso a los protagonistas de la Transición como ejemplo de «patriotismo» y «generosidad». Supieron, afirmó, superar «siglas e ideologías» para volcarse en la «construcción del futuro». Un análisis claramente trasladable al presente.
Por eso pidió a todos los que hoy forman parte de las instituciones que utilicen ese ejemplo como «espejo» en el que mirarse, en el que contemplar los efectos de la «voluntad dialogante» y la «altura de miras».
«La Constitución», añadió, «selló un proceso de construcción democrática profundamente incluyente, hecho para fundar una libertad y una concordia duraderas». La presidenta del Congreso llamó así a mantener en pie los «principios y valores democráticos» recogidos en la Carta Magna para poder sumar «buenos y felices capítulos a la biografía colectiva».