El Rey hizo ayer en el Congreso, en su discurso con motivo de la apertura solemne de las Cortes Generales, su diagnóstico sobre los retos más inmediatos que debe afrontar España, así como su visión sobre cuáles deberían ser las pautas que guíen la actuación de los políticos. En este sentido, situó la «regeneración democrática» y la lucha contra la «lacra» de la corrupción como dos de los ejes «para poder recuperar la confianza de los ciudadanos». Era su primera intervención para abrir una legislatura, ante una Cámara más plural que nunca. A ello, y a la «diversidad territorial, lingüística y cultural», se refirió el Monarca, que por la tarde viajó a Barcelona a los Premios Carles Ferrer Salat y las Medallas de Honor de Foment del Treball, en un gesto con un importante trasfondo político.
En un discurso donde llamó la atención el gesto serio, grave, de los Reyes –especialmente comentado fue el de Letizia–, Felipe VI dejó varios mensajes claros y directos a la clase política española. REGENERACIÓN. Entró de lleno en uno de los pilares que monopoliza el debate político: la regeneración democrática. Su alusión refuerza este eje como uno de los grandes objetivos de la legislatura. «Siempre debemos tener presente […] la regeneración de nuestra vida democrática. Porque alcanzar una convivencia en democracia es una gran conquista que no se agota en sí misma. Igualmente, la regeneración moral de la vida pública es una cuestión de principios, de voluntad y decisión». Incluso puso a la Corona como punta de lanza de este propósito al recordar que en su discurso de proclamación asumió un «espíritu de renovación».
· DIGNIFICAR LA VIDA PÚBLICA. Lo que podría entenderse como una de las principales reprimendas del Rey tuvo que ver con la actuación de los políticos y la percepción de su labor por parte de la sociedad. Mensaje claro: «El pueblo español nos pide que dignifiquemos la vida pública y prestigiemos las instituciones; que estemos, en fin, a la altura de la trascendencia y la seriedad de los retos que España tiene que afrontar».
· CORRUPCIÓN. Un reciente estudio de Transparencia Internacional señala que dos de cada tres españoles consideran que la corrupción es uno de los problemas más graves que afronta España; y un 80% de los encuestados opina que sus gobiernos no han conseguido frenar con efectividad la corrupción. La Corona no es ajena a esta percepción. El Rey dijo que la corrupción es «una lacra que hemos de vencer y superar» y reconoció que los casos conocidos han «indignado a la opinión pública». Por eso pidió expresamente que «debe seguir siendo combatida con firmeza».
· RESPETO A LA LEY. Con la imagen aún en la retina de la manifestación del domingo de los independentistas en Barcelona para desafiar a la Justicia, Felipe VI fue directo, sin admitir matiz alguno: «El respeto y observancia de la ley y de las decisiones de los tribunales constituye una garantía esencial de la democracia; porque en un Estado de Derecho la primacía de la ley elimina la arbitrariedad de los poderes públicos». Sin mencionarlo, cabe interpretar que apeló a la necesidad del diálogo con Cataluña, pero dentro de la legalidad: «El diálogo dentro del respeto a la ley es consustancial a la democracia».
· IGUALDAD. El Rey admitió el «reconocimiento» de la «diversidad territorial, lingüística y cultural», pero acto seguido definió el límite que se puede alcanzar en este asunto. «El autogobierno de nuestras comunidades autónomas» debe preservar, dijo, «las exigencias de igualdad entre todos los ciudadanos y la solidaridad entre todos los pueblos de España».
· DIÁLOGO. El Rey pronunció su discurso ante una Cámara que destierra al bipartidismo y abraza un presente de pluralismo político, con cuatro partidos mayoritarios por primera vez en España. Ante esta realidad, el Monarca pidió «un diálogo permanente y de un debate siempre constructivo», así como «voluntad y capacidad de llegar a acuerdos, de lograr la mayor concertación en las cuestiones básicas». En su opinión, se «necesita el compromiso de todos con el interés general para resolver los problemas de los ciudadanos». Para respaldar su argumentación quiso recordar que «la crisis de gobernabilidad se ha resuelto, finalmente, con diálogo, con responsabilidad y también con generosidad. No hay duda de que los intereses generales han estado muy presentes en su solución».