- El año 2022 se recordará como el de la mayor institucionalización de la Corona, tanto por el contenido directo y contundente del mejor mensaje del Rey como por sus decisiones inequívocas de transparencia en su Casa y su familia
I. El contenido del mensaje de Felipe VI en el contexto de una crisis institucional aguda ha sido el propio de su ‘poder neutro y moderador’, aquel que ejercen los titulares de las monarquías parlamentarias. Era su mensaje quizás «más difícil» de cuantos ha tenido que pronunciar desde 2014. Y no es que los anteriores hayan sido fáciles o plácidos. El que ha pronunciado Felipe VI ha sido el más comprometido porque por primera vez su función moderadora y arbitral respecto del funcionamiento regular de las instituciones se ha visto concernida por una colisión brutal entre ellas que nunca habíamos visto. Solo la Corona ha cumplido estrictamente con su obligación constitucional.
No hace falta una exégesis sofisticada para entender las advertencias del Rey en su mensaje sobre los riesgos que están asumiendo la política y la sociedad española. Han sido tres alarmas: la división entre los ciudadanos; el deterioro de la convivencia y la erosión de las instituciones. El Rey no ha inyectado sedante a sus palabras, ni ha utilizado circunloquios, ni eufemismos. El jefe del Estado no lanza órdenes, pero sí da consejos y alerta: no podemos ignorar las consecuencias que esos riesgos «pueden tener para nuestra unión, para nuestra convivencia y para nuestras instituciones».
Lenguaje directo, accesible y grave para la descripción de un diagnóstico que, además, señala la terapia: los valores constitucionales, en su letra y en su espíritu. El discurso de Felipe VI solo puede defraudar a los sectarios —a unos por exceso y a otros por defecto— porque ha estado, justamente, en el punto de equilibrio de sus posibilidades constitucionales y en la observación lúcida de la realidad. Felipe VI continúa así institucionalizando la Corona que adquiere todo su sentido y alcanza toda su funcionalidad en mensajes como el de este año, tan crucial para el devenir político y social de los españoles.
Sin duda, el de 2022 ha sido el pronunciamiento navideño del Rey más maduro, más convincente y conectado con la realidad española subrayando —y estas frases son muy significativas— su confianza en «una España que conozco bien, valiente y abierta al mundo: la España que busca la serenidad, la paz, la tranquilidad; la España responsable, creativa y solidaria. Esa España es la que veo, la que escucho, la que siento en muchos de vosotros». O sea, la que no ven, no escuchan y no sienten quienes están llevando al país por acción o por omisión, a asumir unos riesgos tan graves como los advertidos por el Rey.
II. En la web de la Casa del Rey aparece, cliqueando en la pestaña ‘archivo multimedia’, un video de 3 minutos y 26 segundos que recoge el viaje inaugural del tren de alta velocidad entre Madrid y Murcia el pasado día 19. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, espera a Felipe VI en la estación de Chamartín-Clara Campoamor y es el primero que le saluda cuando el jefe del Estado desciende de su vehículo. Luego, en el andén, ya en grupo, es verdad que el presidente entra en el vagón antes que el Rey, pero es este el que, hablando con unos y otros, ni percibe un gesto que por parte de Sánchez parece carecer de cualquier intencionalidad desabrida. En el vagón hacen el viaje juntos y charlando el monarca, el presidente de la región de Murcia, Fernando López Miras y la ministra de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, Raquel Sánchez. En Elche se incorpora el presidente de la comunidad, Ximo Puig, que previamente cumplimenta a Felipe VI en el andén, reemprendiendo el viaje juntos y ya en la ciudad de Murcia el Rey es recibido por las demás autoridades y preside el acto inaugural en el centro de la primera fila del auditorio.
Pueden escrutarse todos los detalles de este episodio que se ha sacado de quicio porque no deja de existir un interés malsano en demostrar que el jefe del Gobierno y del Estado no mantienen relaciones institucionales correctas. No es así, porque el Rey, por definición, en su posición superior en la prelación protocolaria y en el ejercicio de su magistratura, ni tiene conflicto ni se indispone con ninguna autoridad del Estado, sea cual fuere. Es tan consciente de su responsabilidad —de su carácter simbólico y representativo— que hacer suposiciones de gacetilla sobre este tipo de cuestiones es ignorancia por partida doble: de cómo se comporta un rey parlamentario y de la dignidad personal extraordinaria de Felipe VI. Pero las versiones que le enfrentan —o que enfrentan al presidente del Gobierno con el Rey— son extraordinariamente tóxicas y pretenden contaminar a la Corona del desbarajuste institucional. El monarca es de todos y para todos y nadie tiene el más mínimo derecho a introducirle en la pelea política.
«No deja de existir un interés malsano en ‘demostrar’ que el jefe del Gobierno y del Estado no mantienen relaciones correctas»
III. De nuevo en la web de la Casa del Rey se cliquea sobre la pestaña «transparencia» y se comprueba que este año 2022 la jefatura del Estado ha dado un paso de gigante en los compromisos de Felipe VI formulados en su discurso de proclamación ante las Cortes Generales el 19 de junio de 2014. El real decreto del Consejo de ministros 297/2022 incorpora al ordenamiento jurídico todas las normas (sobre los empleados de la Casa del Rey, sobre la Familia Real, sobre los acuerdos y convenios con la Administración General del Estado) que Felipe VI ha ido adoptando desde que inició su reinado. Ya no son normas «privadas» sino que tienen fuerza de obligar.
La más importante es, sin duda, el acuerdo suscrito el pasado 2 de junio por la presidenta del Tribunal de Cuentas y el jefe de la Casa del Rey en virtud del cual, según su cláusula quinta, «la auditoría voluntaria que regula el presente Convenio tiene por misión reforzar la transparencia y eficiencia en el control de orden contable de la Casa de Su Majestad el Rey, en el marco de los artículos 56 y 65 de la Constitución Española».
Los mensajes del Rey no son todos —a veces ni siquiera los principales— los que verbaliza, sino los que materializa en decisiones
El acuerdo precedente es un mensaje de inequívoca interpretación sobre la decisión de transparencia y rigor que el Rey pretende para él, para su familia y para los servicios de la Jefatura del Estado. Los mensajes del Rey no son todos —a veces ni siquiera los principales— los que verbaliza, sino los que materializa en decisiones que no admiten controversia en su significado. En este apartado, no puede omitirse que el día 23 de mayo pasado, Felipe VI, en conversación personal con su padre, el rey Juan Carlos I, ha dejado claras, y bajo su control en tanto que jefe de la Familia Real, las pautas a las que el monarca abdicado debe ajustarse en beneficio de la Corona y, sobre todo, de la mejor percepción del cumplimiento de sus obligaciones y responsabilidades de su titular. Juan Carlos I —también hay que decirlo— se atiene a los criterios tan lógicos de su hijo el Rey.
Por todo eso, entre otras cosas —como la representación internacional que el monarca ha cumplido con éxito— el año 2022 ha sido para la monarquía parlamentaria el más fructífero desde que Felipe VI fue proclamado ante las Cortes Generales el 19 de junio de 2014. Y así, el Rey va cumpliendo, paso a paso, los compromisos que asumió aquel día. Incluido el de ejercer con maestría constitucional y parlamentaria su función arbitral y moderadora con un mensaje que ha cumplido con todas las expectativas.