Diego Carcedo-El Correo
- Crece el número de personas que viven en la pobreza y los jóvenes no pueden encontrar una vivienda para independizarse.
Hoy casi todos los españoles -nunca faltan excepciones- nos deseamos un feliz año 2025. Es un día de esperanza y de ilusión puesta en que lo bueno se cumpla y lo malo de 2024 no se repita. A ver si hay suerte y por una vez se cumple el deseo colectivo. No será fácil. Hace una semana lo deseaba y recomendaba el Rey en su admirable mensaje de Nochebuena en el que, entre otras recomendaciones, ponía especial énfasis en la convivencia en todos los órdenes y especialmente en la actividad política con su gran responsabilidad.
Los dos partidos principales, el PSOE y el PP, que llevan más de un año sin relacionarse, expresaron su satisfacción por estas palabras. Pero ya ha transcurrido una semana tan propia para la reconciliación y, que se sepa, todavía ninguno ha dado un paso para conseguirlo. El año nuevo ya está comprometido con una intensa y necesaria actividad de la justicia con temas cruciales esperando, desde la corrupción administrativa hasta las dudas delictivas incluso del ámbito familiar vinculado con el poder.
La economía, algo fundamental para que los ciudadanos puedan quitarse preocupaciones y angustias de la cabeza, no responde a la euforia expresada por el presidente del Gobierno. Dos millones de compatriotas continúan en el paro y las propuestas insistentes de algún partido implicado en arbitrar soluciones, lejos de contribuir a estimular el desarrollo industrial, lo que está consiguiendo es frenar la iniciativa de muchos empresarios que se resisten a invertir y piensan incluso en trasladar su actividad al extranjero. Lo más triste es ver que mientras aumenta la inflación también crece el número de personas que viven en la pobreza y los jóvenes no pueden encontrar una vivienda para independizarse.
En el exterior las perspectivas tampoco son especialmente prometedores. Continúan las dos guerras que se prolongan ya más de dos años al tiempo que surgen otras nuevas y, lo más preocupante, que el enfrentamiento entre los dos mundos en que se ha dividido mantiene creciente la amenaza de la tercera Guerra Mundial para lo cual los países incrementan su potencia militar el miedo que crea la amenaza la bomba atómica.
Y todo sin olvidar que dentro de tres semanas Donald Trump se convertirá en el presidente con mayor autoridad internacional. Una incógnita, que el recuerdo de su primer mandato lo vuelve más preocupante. De momento anticipa que quiere volver a recuperar el canal de Panamá, y asumir la soberanía de Groenlandia, un territorio frio y austero que algo debe mantener en su subsuelo para despertar semejan ambición, al margen de lo que opinen sus habitantes.