Feminismo del bueno

ABC 19/12/16
ISABEL SAN SEBASTIÁN

· La ampliación del permiso de paternidad favorece más a las mujeres que todas las payasadas exhibicionistas de las Femen

LA ampliación a un mes completo del permiso de paternidad, aprobada por el Gobierno a instancias de Ciudadanos, constituye una medida más eficaz para los intereses de las mujeres que todas las payasadas exhibicionistas protagonizadas por las Femen y otros colectivos similares en su peculiar (y a mi juicio insultante) concepción del feminismo. Una medida insuficiente y parcial, que precisaría ser complementada con otras a fin de resultar determinante en la consecución de la igualdad entre ambos progenitores ante la llegada de los hijos, pero desde luego un paso en la dirección correcta.

Conceder a los padres cuatro semanas retribuidas, en lugar de dos, para hacer frente al nacimiento de un niño, implica significativos avances respecto a la situación actual. En primer lugar, darles la oportunidad de disfrutar a fondo de esa criatura, subrayo el verbo disfrutar, corresponsabilizándose de su crianza desde el primer momento a tiempo completo. Algo que, probablemente, marcará muy positivamente la relación futura entre ambos. Además, combatir ese prejuicio ancestral infundado que asigna a los hombres una especie de minusvalía físico-afectiva invalidante para atender a las necesidades de un bebé, descargando en la madre la tremenda presión inherente a esa tarea. Una percepción tan carente de fundamento como injusta para todos los componentes de la familia, empezando por los propios padres, que la experiencia se ha encargado de desmentir hasta la saciedad. Y por último, aunque no menos importante, reducir considerablemente la carga discriminatoria que lastra en estos momentos las oportunidades laborales de una chica en edad fértil. Porque, no nos engañemos, la desventaja dramática de las mujeres respecto a los hombres en el mercado de trabajo hoy no se debe a su sexo, sino a su potencial condición de madres. Las dificultades a las que se enfrentan para conseguir ser contratadas obedece a esa circunstancia, percibida por los empleadores como una amenaza para los intereses de la empresa. La ralentización, cuando no paralización, de sus carreras profesionales se produce coincidiendo con la venida al mundo de los hijos, lo que explica la reducción suicida de los índices de la natalidad en España, así como el aplazamiento impuesto de esa decisión hasta edades antinaturales. Ahora que cualquier hombre dispondrá de treinta días de permiso en el momento de convertirse en padre, es probable que los responsables de recursos humanos de cualquier compañía juzguen con ojos más parecidos a candidatos de uno u otro sexo en lugar de descartar de antemano a las féminas simplemente porque podrían quedarse embarazadas, como ocurre en demasiados casos.

Decisión acertada, por tanto, aunque se quede muy corta respecto a lo que resultaría verdaderamente equilibrado y acorde al progreso deseable en términos de paridad. A saber, que los permisos de maternidad-paternidad se ampliaran a un mínimo de cuatro meses para cada uno de los progenitores y fuesen de obligado disfrute en ambos casos, simultánea o sucesivamente, a elección de los padres. Que la legislación castigara severamente cualquier represalia laboral relacionada con la maternidad, por muy disimulada que estuviese. Que las ayudas a la familia se multiplicaran hasta homologarse con las que rigen en la mayoría de los países del norte de Europa, donde gracias a ellas lograron evitar el invierno demográfico que a nosotros se nos viene encima. Y, por último, que la sociedad, el legislador, los medios de comunicación, las empresas, el Ejecutivo (con el Ministerio de Hacienda a la cabeza) y la industria cultural empezaran a considerar a los niños un bien de primera necesidad, además de una fuente de alegría, en lugar de tratarlos como una piedra en el zapato del hedonismo imperante.