EL MUNDO – 30/05/16
· Fue el 29 de mayo de 1991 cuando tres etarras del comando Barcelona de ETA deslizaron un coche cargado de explosivos por la rampa de la casa cuartel de la Guardia Civil de Vic.
La detonación que sacudió aquella tarde asesinó a 10 personas; el saldo de la infamia incluyó a cinco menores entre los muertos. El edificio donde se alojaban los miembros de la Benemérita y sus familias quedó tan maltrecho que tuvo que ser derruido y la localidad –enseña del nacionalismo catalán– quedó conmocionada por una embestida cruda e insospechada de la banda terrorista vasca.
Ayer, cuando se cumplían 25 años del atentado más grave perpetrado en Cataluña tras la masacre de Hipercor, el Gobierno y la Generalitat se fundieron en el recuerdo a los fallecidos y heridos que ETA provocó en Vic. Representados por el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, y el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, ambos ejecutivos dejaron por unos instantes sus diferencias a cuenta del proceso soberanista, unidas por las víctimas del terrorismo.
Un homenaje conjunto y sin rencillas del Estado, el Govern y el Ayuntamiento de Vic no se había producido hasta ayer, una tara que se reparó con una abundante presencia de dirigentes de la seguridad del Estado y de la Generalitat; entre ellos, figuraba una amplia representación de altos mandos de la Guardia Civil, la Policía Nacional, el Ejército y los Mossos d’Esquadra.
Tal estampa de comunión entre las autoridades del Estado y la Administración autonómica (muy poco frecuente en Cataluña desde que el independentismo tomó impulso) fue aplaudida por Fernández Díaz, que remarcó el valor de «la unidad política sin fisuras ante el terror». El ministro incidió en que no se debe olvidar el «testimonio ético» de las víctimas de ETA para asegurar que «el relato sobre el terrorismo sea el de la verdad histórica de lo que sucedió». «La sociedad española no fue siempre justa en los principales años de azote del terror, no respaldando lo suficiente a las víctimas», lamentó el titular de Interior.
«El crimen de Vic, los nombres y edades de cada víctima y sus esperanzas no las borrará nunca ninguna tregua, ningún desarme ni ninguna disolución», advirtió Puigdemont, quien recordó que «se ha pagado un precio alto en vidas humanas» en la lucha policial contra ETA en Cataluña, donde el grupo terrorista causó muertes en las filas de la Policía Nacional, la Guardia Civil, los Mossos d’Esquadra y la Guardia Urbana de Barcelona. «Ahora se combate también contra otras amenazas terroristas, que lograremos vencer», vaticinó el mandatario catalán, en alusión al yihadismo radical.
Fue un acto sobrio, sin reproches ni abucheos contra nadie en una de las poblaciones donde las fuerzas partidarias de la secesión de Cataluña recaban más votos. Las previsiones de la Asociación Catalana de Víctimas de Organizaciones Terroristas (ACVOT), que instaló unas 200 sillas a la espera de una asistencia más bien discreta, quedaron claramente cortas ante el público que, compungido y con fuertes aplausos, rindió homenaje a quienes fueron sus vecinos, a escasa distancia del garaje que ahora se ubica donde se levantaba la casa cuartel.
El vacío que se percibe en el boquete que fue ocupado por la Guardia Civil se llenará con la construcción de una biblioteca. La alcaldesa de Vic, la convergente Anna Erra, prometió que en el futuro equipamiento cultural «habrá algo más que una placa» que rememore el atentado y se habilitará un espacio que conmemore a las víctimas de la ciudad. «Aún no nos lo explicamos. Vic recibió un ataque frontal, violento y que nunca olvidaremos», afirmó la edil.
EL MUNDO – 30/05/16