Se cumplen hoy veinte años de aquel suceso que se nos grabó a fuego en la memoria. Nadie olvidaremos lo que hacíamos aquel día al enterarnos, como suele ocurrir con todos los grandes acontecimientos: el asesinato de Kennedy, el secuestro de Miguel Angel, la muerte de Franco.
Esa fue la primera ocasión en la que los socialistas practicaron con maestría la alteridad que yo les adjudicaba en este rincón el otro día. Hay que recordar a Rubalcaba en agitprop, el día 13 de marzo en la jornada de reflexión: «los españoles se merecen un Gobierno que no les mienta, que les diga siempre la verdad». La verdad de aquel día fue que el Gobierno y su partido no supieron gestionar la catástrofe y el PSOE aprovechó para robarles la cartera. Javier Rupérez, antiguo secuestrado por el socio preferente de Sánchez, Arnaldo Otegi, que era especialista: «el PSOE consiguió convencer a la opinión pública de que el responsable de los atentados no era el terrorismo islamista, sino el Gobierno y eso fue lo que provocó el resultado electoral. Fue un castigo al Gobierno».
Así fue. La opinión gubernamental convenció al personal de que no debía culparse al islamismo de la masacre. Ellos siempre han preferido tener como enemigos a los más cercanos. O sea al Gobierno popular.
Recuerdo como si fuera ayer, ya digo, todos los hechos de aquel infausto día. Y las opiniones, que desde primera hora apuntaban a ETA como autora de la matanza. Dos ejemplos de responsables políticos: Zapatero decía en la SER a las nueve menos diez de la mañana: “en segundo lugar, una reflexión clarísima y es que ETA ha intentado intervenir en la campaña, yo pediría a todos los ciudadanos que el domingo como reacción a ETA hubiera una masiva participación en las urnas y en tercer lugar que la reacción de hoy de los partidos políticos fuera una reacción compartida, una reacción conjunta, una reacción donde nadie hiciera una valoración política que pudiera dividir o enfrentar a los demócratas”…
También el lehendakari Ibarretxe: «Que no se hable de terrorismo vasco. El terrorismo es de ETA. Son alimañas, son asesinos. ETA (…) está escribiendo su final. Estoy absolutamente convencido de esto. Es increíble que en el siglo XXI nadie pueda pensar que se pueda defender nada pegando tiros, matando y extorsionando a los demás. Las atrocidades que están cometiendo nos repugnan».
O sea, yo creí que había sido ETA y así lo escribí en una columna que envié al periódico en el que escribía entonces para irme a la manifestación que se había convocado en la bilbaína plaza Elíptica. Estaba llegando a ella a las ocho y veinte de la noche, cuando me llamaron de ‘El Correo’ para decirme que Ángel Acebes, ministro del Interior, había dado cuenta del hallazgo de una cinta con versículos del Corán en una furgoneta encontrada en Alcalá, por lo que me volví a casa a reescribir la columna a la luz de los hechos. O sea, que yo conocí la verdad porque nos la fue contando en tiempo real un ministro desarbolado por el pánico que no se calló nada de lo que conoció. Un gobierno que no les mienta, dijo el tipo al que uno de los asiduos de mi blog definió con precisión: “Rubalcaba no le dice la verdad ni al médico”.