Antonio Casado-El Confidencial
- Estigmatizar a los creadores de riqueza en vez de entenderse con ellos es una forma torpe de dispararse en el pie
No es buena noticia la anunciada deslocalización de Ferrovial si finalmente lo deciden sus accionistas. Pero lamentarlo no es hacerla culpable de nada. Tampoco es una tragedia, aunque vivimos estas cosas con tendencia a exagerarlas, sobre todo en vísperas electorales.
La multinacional española puede ejercer su derecho al portazo en un marco de libre circulación de personas, mercancías y capitales. Acusarla de insolidaria y antipatriota es sacar los pies del tiesto. No es la mejor manera de invitarla a reconsiderar la propuesta, pero el Gobierno persiste en el error. Sánchez volvió a la carga: «La patria no es solo hacer patrimonio, es ser solidario y arrimar el hombro cuando tu país te necesita».
El factor humano convierte una gran empresa en un ente vivo y sensible a los estímulos positivos o negativos de los poderes públicos
Es el relato oficial, desplegado el día anterior por Nadia Calviño, en conversación con Alsina. Tuve ocasión de preguntar a la vicepresidenta por el alcance de esas apelaciones al patriotismo. La pregunta deslizaba la duda de si un Gobierno encamado con enemigos declarados de España y su orden constitucional es el más indicado para dar lecciones de patriotismo. Me fulminó con la mirada antes de equiparar ese intangible (el patriotismo) con el servicio a los intereses generales.
La patria de las empresas es la cuenta de resultados. De ahí su acoplamiento a los entornos más seguros para unas inversiones sedientas de rentabilidad económica. Eso depende en gran parte de los marcos regulatorios que deciden los poderes públicos en el ejercicio de la función legislativa y ejecutiva de los Estados. ¿Y qué decir del capital humano? No solo busca la retribución del directivo, el dividendo de los accionistas y el salario de los trabajadores. Otra forma de rentabilidad es el reconocimiento de sus entornos sociales. El factor humano convierte un proyecto empresarial en un ente vivo y, por tanto, sensible a los estímulos positivos o negativos de los poderes públicos.
Para qué engañarse. No resultan alentadores los mensajes de un Gobierno que coloca a los directivos de la banca y las grandes empresas del Ibex 35 en el bando de los malos («los de arriba«). Es poco serio pasarles factura por haber cumplido sus contratos de obra con cargo al dinero público. Como si hubieran sido graciables concesiones de Pedro Sánchez a empresarios ingratos que, como Rafael del Pino («una de las mayores fortunas de España», recuerdan medios afines a Moncloa), ahora muerden la mano de quien les dio de comer.
La reacción de Moncloa al «antipatriótico» portazo de Ferrovial es incompatible con la ecuación de poder de Sánchez
Tiene poco sentido personalizar una decisión pendiente de ser ratificada por los accionistas de Ferrovial, extranjeros en su inmensa mayoría (más del 80 %) con una actividad empresarial que apenas supera el 10% dentro de España. En un inexplicado proceso de intenciones, Sánchez atribuye a del Pino un insolidario y antipatriótico móvil fiscal (pagar menos impuestos) como única razón del portazo.
No es el primer señalamiento de empresarios que, según Sánchez, no están comprometidos con su país y se olvidan de «los de abajo». Cuando los impuestos temporales a la banca y las energéticas iban camino del BOE, el presidente del Gobierno se puso socialmente estupendo: «Si Botín y Galán protestan es que vamos bien». Y otros como Juan Roig (Mercadona) y Amancio Ortega (Inditex) también se han visto alcanzados por las pedradas verbales de Pedro Sánchez o su entorno de poder («insolidarios», «inhumanos», «despiadados», en ese plan).
Estigmatizar a los creadores de riqueza en vez de entenderse con ellos es una forma torpe de dispararse en el pie. Ganas de autolesionarse innecesariamente. No veo otro modo de referirme a la ofensiva de Moncloa contra las grandes empresas españolas mediante un temerario relato del Gobierno que, a mi juicio, va a perjudicar al PSOE en las urnas de mayo y diciembre. Hemos de rastrear la causa en esa inesperada afectación de nacionalismo español, incompatible, por una parte, con la ecuación de poder que lidera desde Moncloa y, por otra, con la imagen europeísta que Sánchez cultiva en vísperas de la presidencia semestral de la Unión Europea.