Fervor por la excrecencia

SANTIAGO GONZÁLEZ-EL MUNDO

Es raro asunto que una lista encabezada por Cayetana Álvarez de Toledo en Barcelona solo garantizase su propio escaño. La única razón es que el personal padece horror a la excelencia. Este fenómeno, mal hispano en general, lo padece en grado sumo el pueblo catalán. Sólo hay que reparar en la degeneración que han venido sufriendo sus dirigentes desde Tarradellas, que era el más normal porque no lo eligieron ellos. Es verdad que él guardó ¡40 años! el corazón de Macià, un despojo tremendo en su cajita de zinc, que luego era falso, como todas las reliquias nacionalistas: quisieron enterrarlo con el resto de su cuerpo y resultó que el corazón estaba en su cadáver original, lo contamos hace bien poco. Después vinieron Pujol, al que Tarradellas ya tenía calado como salteador de Banca Catalana y de ahí la cosa fue a peor: Artur Mas, Carles Puigdemont y Quim Torra, en una carrera que explica el fenómeno contrario al que describía antes: devoción por la excrecencia.

¿Qué puede uno esperar de la gente con la que Torra hace peña? Digamos que hablo de Meritxell Budó, portavoz del Gobierno que encabeza Torra. Meritxell es como su mandante pero en más mediocre. Ayer compareció con un asunto nada menor. Las huestes que estos tipos alientan a la revuelta, apreteu, apreteu, decidieron boicotear la visita de la Familia Real para la entrega de los premios Princesa de Girona, que como su propio nombre indica, se entregan en Barcelona. Esta rareza sucede en ocasiones. ¿No llamamos sombrero Panamá al sombrero de jipijapa que se fabrica en Ecuador? O sea, que la alcaldesa de Gerona negó el año pasado el Auditorio para la entrega de los premios y esa costumbre parece que se va a quedar. El año pasado se trasladó a un local de banquetes de los hermanos Roca en Vilablareix. Este año la entrega de premios se trasladó a Barcelona. El Auditorio albergó un mitin golpista de ERC, donde Torrent, triste criatura de Lombroso, dijo que los catalanes no tienen Rey: «No reconocemos la autoridad de un señor que avaló la violencia policial contra los ciudadanos el 1-O».

La chusma cortó la Diagonal e impidió la asistencia de invitados al acto de los premios en el Palau de Congresos de Barcelona. Vimos al pueblo constituido en turba, agrediendo, escupiendo, insultando al concejal Josep Bou, al ex dirigente de SCC Josep Ramón Bosch y al empresario Castañer, entre otros. La prensa destacaba por contraposición la ovación que recibieron en el interior del Palau. No los abuchearon como hicieron con los Príncipes el 30 de mayo de 2013 en el Liceo. Es un consuelo.

¿Qué pasará en las elecciones?, preguntaron a la portavoz Budó. Ella negó agresión alguna, «quizá algún silbido, alguna palabra fuera de tono», dijo luciendo la estúpida sonrisita que el gran Boadella considera un hecho diferencial. Para el domingo reclamó el derecho al voto y el derecho a manifestarse. Lo primero era lo del 1-O con aquellas urnas que traían preñadas desde casa y lo segundo, lo del lunes en Barcelona. ¿Se darán por enterados el fraudulento Sánchez y el PetitMarlaska? Un ministro socialista, Rubalcaba, dio una pista: «El que echa un pulso al Estado lo pierde”. Y declaró el estado de alarma contra los controladores, que eran unos caballeros.