ABC 24/08/16
· Grandes éxitos de un Ayuntamiento populista «de progreso»
VOY a contar una historia local, porque de lo particular se extraen enseñanzas universales. He pasado unos excelentes días chapoteando en el Atlántico en mi maravillosa ciudad natal, La Coruña (no, no llovía). Desde hace un año disfrutamos de la dicha de ser uno de los laboratorios de los Gobiernos municipales «de progreso». Manda en el Ayuntamiento –perdón, «concello»– una agrupación populista, A Marea, pilotada por desertores del BNG, partido nacionalista-comunista en caída libre, porque a diferencia de los catalanes, los sagaces gallegos pasan de las sectas del propio ombligo. Encubiertos bajo la marca de Marea quedaron de segundos en las municipales, pero el visionario estratega apellidado Sánchez les regaló el poder.
La Marea está haciendo historia. Nunca he visto mi ciudad tan guarra, con tantas pintadas y roña en las aceras, y con los servicios públicos peor atendidos (por ejemplo, tuve que recorrer tres contenedores de reciclaje hasta encontrar uno que no rebosase). También puedo hacer un resumen sencillo de los proyectos nuevos de calado que han impulsado: ninguno. El festival de la incompetencia. Eso sí: son guays, van en camiseta, falan galego. Pero su gestión de la vida pública es como si pones a mi intrépido sobrino de ocho años a conducir un Ferrari. Heredaron del alcalde anterior la extraordinaria obra de peatonalización de La Marina y han necesitando meses y meses para reordenar –fatal– el tráfico. Abandono de las empresas, mugre en las calles, lacerante falta de ideas, resabios sectarios contra quienes piensan diferente («feixistas», fascistas). La calle Real, la vía comercial histórica de la ciudad, se ha convertido en la Pasarela Top Manta. Da igual. Visten camiseta y están revisando la guerra civil de hace 80 años, sin duda el asunto más urgente para los coruñeses del siglo XXI.
Me cuentan conocidos en el Ayuntamiento que llegaron retirando asesores. Arribaba la nueva política. Pero ya han superado la cifra anterior. Los coruñeses, a los que adorna una ironía fina y revirada, los apodan Jane Austen, la novelista de «Sentido y sensibilidad». ¿La razón? Cada vez que son incapaces de solventar en plazo una gestión elemental, que es siempre, se acogen al siguiente mantra-excusa, que debe pronunciarse con voz queda y meditabunda: «As cousas hai que facelas con sentidiño e sensibilidade».
Pero estoy siendo mendaz. Sí han hecho cosas. Se cargaron los toros nada más llegar (por españolistas). Han laminado el Festival de la Ópera de La Coruña, uno de los más antiguos de España (arte de señoritos). Han cambiando el nombre a las calles, tocándoles la zanfoña a vecinos como mi madre, que llevaban 40 años viviendo encantados, sin reparar en que su vecindario llevaba el nombre de un peligroso «feixista». Han iniciado un pleito psicodélico contra el arzobispado para hacerse con la titularidad de los atrios de dos iglesias románicas, que ya son de uso público, con lo que nada cambiará (pero un toque de anticlericalismo mola). A través de una concejala energúmena han puesto a parir a Ortega e Inditex, de cuya milagrosa empresa vive media ciudad. Pero tal vez lo más grave de todo es que han iniciado un revanchismo absurdo e imposible contra la burguesía liberal que supo hacer de la ciudad la mejor de Galicia, pionera incluso en la recuperación de la lengua gallega.
No hay por donde cogerlos, y como coruñés bien que lo siento. La basura, «amiguiños», no es de derechas ni de izquierdas. Simplemente o se recoge o no. Pero ya sé lo que me van a contestar: «Feixista».